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formaba parte desde hacía poco del círculo íntimo de Hitler: el grupo de chóferes, guardaespaldas y recaderos conocido como Chauffereska. Nacido el 28 de mayo de 18922 en la aldea de Hawanagen, en la región meridional de Suabia, había ido al colegio durante ocho años y, tras trabajar en una granja y viajar brevemente por Europa, se había formado como aprendiz de hotelero en Suiza. Cuenta la leyenda que después había sido soldado de caballería y suboficial de las fuerzas armadas bávaras, incorporándose a las tropas de asalto1 en la Gran Guerra, y finalmente a la primera unidad de tanques del ejército alemán. La realidad es algo más prosaica. Es cierto que se alistó en el ejército bávaro en octubre de 1911, pero sirvió en un regimiento de artillería, y fue dado de baja al cabo de un mes tras caerse de un caballo. Posteriormente trabajó de recadero en una panadería, y cuando estalló la guerra se reincorporó al ejército, de nuevo como artillero; no sería transferido a las tropas de asalto hasta finales de 1916. Poco más de un año después pasó a ser tripulante de tanques Mark IV arrebatados a los británicos, sirviendo como tal hasta que terminó la guerra. No hay duda de que se le concedió la Cruz de Hierro de segunda clase en noviembre de 1917 ni de que fue herido varias veces antes del armisticio; pero, por lo demás, su historial de guerra no está nada claro. En 1945 era uno de los militares alemanes más condecorados, y varias de sus medallas afirmaba haberlas recibido en la Primera Guerra Mundial; pero su biógrafo no encontraría más tarde ninguna prueba de que se le hubiera otorgado la Cruz de Hierro de primera clase ni la Medalla al Valor austriaca.3

      Su trayectoria posterior a la guerra es igualmente oscura. Formó parte, según aseguraría tiempo después, de varias unidades de los Freikorps –entre ellas la Oberland, durante el golpe de Múnich–; pero también trabajó, al parecer, de policía. Cabe suponer que falseó en gran medida su historial a finales de la década de 1920 y principios de la siguiente, a fin de ofrecer una imagen política favorable. Más tarde recibiría la medalla de la Orden de la Sangre, instituida por Hitler en 1933 en honor de quienes habían participado en el putsch, pero no hay constancia de su presencia en el golpe. Tampoco existen pruebas de que participara activamente en política antes de afiliarse al NSDAP en mayo de 1928 y a instancias de Christian Weber, para el que entonces trabajaba en una gasolinera. En cualquier caso, una semana después ingresó en las SS.

      La falta de antecedentes políticos claros ha llevado a su biógrafo a suponerlo fundamentalmente apolítico.4 Esta hipótesis es insostenible. Dietrich no disentía en lo sustancial de las ideas expuestas por Hitler en los ampulosos monólogos que ensayaba ante la Chauffereska. Si conservó, como los demás miembros de este grupo, un lugar en las reuniones de todas las tardes en el café Heck de Múnich, no fue solo por su buen humor castrense, sino también porque aprobaba sin reservas las sandeces racistas que solían circular entre la concurrencia.

      Los miembros de su escuadra eran fuertes y dinámicos, cosa más bien excepcional por entonces en las SS. Nadie, fuera de Múnich, creía capaz a esta pequeña organización de cumplir su misión primordial de proteger a la cúpula del NSDAP, y un buen número de militantes del partido la veía como un puñado de hombres encargados de vender periódicos y hacer campaña antes que como una élite cuasimilitar. Al menos no podían acusarla de absorber demasiados recursos, pues se autofinanciaba enteramente con fondos procedentes en su mayor parte de las cuotas de sus miembros, entre los cuales estaban los Fordernde Mitgliedern [miembros patrocinadores], o FM, que aportaban dinero pero no participaban en sus actividades. La presencia en este último grupo de unos cuantos judíos parece indicar que los FM no siempre lo eran por voluntad propia: las SS posiblemente recurrieron a la extorsión y al chantaje, lo mismo que hacían la SA y otras fuerzas paramilitares. Con todo, su presupuesto era muy limitado, y de ahí la escasez de personal administrativo.

      De su gestión y organización se ocupaba, al parecer, exclusivamente Himmler, que trabajaba en la sede del NSDAP, situada en el número 50 de la Schellingstrasse, en Múnich, y era el único miembro de las SS que cobraba un salario (aunque bastante modesto: doscientos marcos al mes, que apenas alcanzaban para vivir) procedente de las arcas centrales del partido. En sus primeros meses como comandante en jefe, él mismo se encargó de redactar, corregir y mecanografiar cuantos documentos salían de la “sede” de las SS, lo que no debió de costarle demasiado esfuerzo al principio. Pero cuando empezó a crecer el grupo se vio desbordado y, a pesar de su profundo desprecio por la burocracia, no tuvo más remedio que aprobar el desarrollo de una enorme y compleja red de oficinas y personal.

      Dentro del NSDAP, el mayor obstáculo a la expansión de las SS era la SA, de la que seguían dependiendo. Pfeffer von Salomon había incorporado a ella a antiguos compañeros de armas y camaradas de los Freikorps. Cumplía así la orden dictada por Hitler en 1926, a saber, hacer de la SA una organización más disciplinada y fácil de controlar, pero que conservase el tamaño suficiente para proyectar en la calle el poder del NSDAP. A cambio, había exigido que se reconociera su autoridad sobre las incipientes SS. Pese a que, como lugarteniente de Heiden, Himmler había intentado afirmar la independencia de los escuadrones con respecto a la SA, la sede de esta última dictó, el 12 de abril de 1929, el siguiente precepto: “Las SS son un grupo especial integrado en la SA. Están sometidas, en consecuencia, y salvo disposición especial, a las normas fundamentales de la SA”.5

      No parecía haber otra solución para Himmler que fortalecer las SS reclutando nuevos miembros. A finales de 1929 había logrado, sin apenas ayuda de nadie, aumentar a mil el número de hombres, y poco después escribió a su viejo colega Röhm, con el que había seguido carteándose durante la estancia de este en Sudamérica, para comunicarle que confiaba en llegar a los dos mil antes de mayo de 1930.6

      Esta expansión vino acompañada por reformas organizativas que continuarían hasta el final de las SS. Hasta entonces, cada escuadra había estado bajo el mando de un “oficial” que rendía cuentas directamente al comandante en jefe. Dada la ausencia de cargos y niveles intermedios, este prestaba, en teoría, idéntica atención a todas las unidades, lo que se haría imposible con el crecimiento de la organización. En agosto de 1929, las SS comenzaron, por tanto, a imitar el modelo de la SA: la unidad más pequeña pasó a ser la Schar [escuadra], formada por unos ocho hombres, y que se correspondía más o menos con una sección del ejército. Al frente de la Schar estaba el Scharführer [comandante de escuadra], equivalente a un sargento mayor. Tres escuadrones constituían una Trupp [tropa] de entre veinte y sesenta hombres encabezados por un Truppführer [comandante de tropa], y que equivalía a una sección de asalto. Tres tropas formaban una Sturm [compañía], bajo el mando del “oficial” de menor rango, el Sturmführer [comandante de compañía]; y tres compañías, un Sturmbann [batallón], encabezado por un Sturmbannführer [comandante de batallón]. El Standarte [regimiento] agrupaba a tres o cuatro batallones y estaba comandado por un Standartenführer [comandante de regimiento]. Dos o más regimientos constituían un Untergruppen [subgrupo] –que luego se denominó Brigade [brigada], y más tarde Abschnitt [división]–, bajo el mando de un Oberführer. Y un Gruppe [grupo] era la suma de varios subgrupos.2

      Para implantar este modelo, Himmler recurrió en 1930 a la ayuda de Josias Erbprinz Waldeck-Pyrmont, que ejercería de ayudante general, administrador y tesorero.

      Nacido en 1896, Waldeck-Pyrmont era el hijo y heredero del gobernante del principado homónimo. Además era sobrino de la reina Emma de Holanda y estaba emparentado por matrimonio con la familia real británica. Había servido como oficial de infantería en la Primera Guerra Mundial y, tras estudiar agronomía, se había hecho cargo de la administración de las propiedades familiares. En noviembre de 1929 había ingresado en el NSDAP, y, en marzo del año siguiente, en las SS, convirtiéndose en uno de los primeros aristócratas reclutados por Himmler, quien lograba así un éxito notable. El jefe de la organización tenía un enorme interés en presentarla como la élite del movimiento nacionalsocialista y de la raza alemana en general, y la mejor forma de crear esta imagen en una sociedad clasista era captando a miembros de la nobleza hereditaria. Apenas un mes después de incorporarse a las SS, Waldeck fue ascendido a Sturmbannführer, y al cabo de dos meses ya encabezaba un regimiento y ejercía de ayudante general de la SS-Brigade Bayern. En septiembre

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