Скачать книгу

así como pensadores supuestamente progresistas de otros países, sostenían ideas similares, lo que se explica en gran medida por la enorme aceptación de la que gozaba la eugenesia en el mundo occidental.23 Esta pseudociencia concordaba a la perfección con el ideario nacionalsocialista. Pese a que no alentaba el odio ni la persecución de otras razas, muchos de sus partidarios no tenían reparo en defender una jerarquía racial encabezada por los pueblos germánicos, nórdicos y arios, y en la que los mediterráneos, eslavos, asiáticos, judíos y africanos ocupaban un nivel muy inferior. La mayoría de los seguidores del nacionalsocialismo daban casi por evidente esta clasificación; la evolución humana podía, a su juicio, describirse científicamente como la lucha por la supremacía entre diferentes razas, en la que la germana había acabado por imponerse.

      La ideología de las SS de Himmler participaba de la doctrina eugenésica dominante en Alemania, por lo que muchos la creyeron fundada en principios científicos, y no en simples prejuicios. Por lo demás, Himmler podía invocar su formación académica en agronomía para defender su autoridad científica. El comandante en jefe se proponía hacer de las SS una organización elitista basada en la selección racial y, en última instancia, el soporte biológico de la nación alemana una vez regenerada. No le costaría mucho conseguir partidarios para este proyecto en el movimiento nacionalsocialista, así como en las SS.

      El primer paso en la ejecución de su plan consistía en aplicar criterios físicos a la hora de reclutar nuevos miembros. Hasta entonces los candidatos no habían tenido más que demostrar obediencia, disciplina y una lealtad política incondicional; ahora, en muchos casos, no bastaba con eso. “Procedí como el encargado de un vivero, intentando reproducir una vieja y excelente variedad que se había degradado –recordaría Himmler en un discurso pronunciado en plena guerra–; partimos de los principios de la selección botánica para descartar sin contemplaciones a quienes no creíamos útiles para el desarrollo de las SS”.24 Esta declaración, como otras muchas que haría en torno a cuestiones de principio, no era del todo cierta. No hubo tal criba, puesto que los criterios físicos no afectaron –en ese momento– a quienes ya formaban parte de la organización (de lo contrario Himmler habría perdido de golpe a alrededor de la mitad de sus hombres). Ni siquiera se aplicaron de forma universal a los nuevos candidatos. Himmler siempre estuvo dispuesto a hacer la vista gorda para franquearles el acceso a las SS a personas bien relacionadas social o políticamente, fuese cual fuese su aspecto.

      En general, sin embargo, puso mucho rigor en la ejecución de su plan. A finales de 1931, nombró a Darré jefe de la Rassenamt [Oficina para la Raza] de las SS y empezó a tomar medidas encaminadas a realizar el ideario que ambos propugnaban. Entre ellas destaca la Ley del Matrimonio, promulgada el 31 de diciembre, y que decía lo siguiente:

      Las SS son un grupo de alemanes de ascendencia exclusivamente nórdica, seleccionados según ciertos principios.

      Sabedor de que el porvenir del Volk depende de la preservación de la raza mediante la transmisión de la buena sangre, y de acuerdo con la ideología nacionalsocialista, instituyo por la presente el Certificado de Matrimonio para los miembros de las SS, que estará vigente a partir del 1 de enero de 1932.

      Su finalidad es formar una comunidad de hombres sanos de sangre exclusivamente nórdica y germana.

      El certificado de matrimonio se concederá o denegará siguiendo únicamente criterios de salud racial.

      Todo miembro de las SS que desee casarse habrá de obtener el certificado de matrimonio del comandante en jefe de las SS.

      Los miembros de las SS que se casen pese a haberles sido denegado el certificado de matrimonio serán expulsados de la organización; también se les ofrecerá la posibilidad de abandonarla.

      La Rassenamt de las SS se ocupará de estudiar los detalles de las solicitudes de matrimonio.

      La Rassenamt de las SS se hará cargo del Libro del Clan, donde se irán inscribiendo las familias de los miembros de las SS que hayan obtenido el certificado de matrimonio o la autorización para casarse.

      El comandante en jefe de las SS, el jefe de la Rassenamt y los expertos adscritos a esta deberán guardar secreto [sobre las actividades de la organización] bajo palabra de honor.

      Creemos que las SS dan un paso decisivo con esta disposición. No nos afecta el desprecio ni la incomprensión. ¡El futuro nos pertenece!25

      En 1932, Darré reclutó para la Rassenamt a dos amigos suyos, el antropólogo Schultz y el veterinario del ejército Rechenbach, que crearían la figura del examinador racial o eugenésico, un presunto científico al que se suponía capaz de determinar objetivamente –a partir del color de los ojos y del cabello, y midiendo ciertas partes del cuerpo– el origen racial de una persona. En los dos años siguientes, cuando aumentó extraordinariamente el número de solicitudes de ingreso en las SS, los empleados de la oficina (personas con formación médica y “expertos” que también se ocupaban de impartir la doctrina racial de las SS) examinaron a todos los candidatos atendiendo a esas características físicas y según las directrices establecidas por Schultz. Los aspirantes (así como las mujeres con las que deseaban casarse los miembros de las SS) se clasificaban en cinco grupos: los “nórdicos puros”, los de sangre “predominantemente nórdica”; y, entre las de sangre impura, los que presentaban un aspecto armonioso y rasgos levemente “alpinos, dináricos o mediterráneos”, los de origen predominantemente alpino o báltico oriental, y los de origen no europeo. En principio, solo se les permitía ingresar en las SS o casarse con un miembro de la organización a quienes perteneciesen a una de las tres primeras categorías.26

      La Auslese [selección] se convirtió así en un principio esencial de las SS. Como guardianes del movimiento nacionalsocialista e impulsores de la revitalización del pueblo alemán, sus miembros no podían cumplir su misión a menos que poseyeran las características raciales “correctas”. Al citado principio añadió Himmler otros cinco: honor, lealtad, obediencia, voluntad de lucha y Führerprinzip [principio de supremacía del jefe]. La regeneración de la raza germánica requería esforzarse por eliminar “impurezas”; pero de este modo los miembros de las SS se fortalecerían y ganarían firmeza de ánimo. Estamos, en cierto sentido, ante una versión racista de la lucha de clases del marxismo. Según Himmler,

      la guerra entre los humanos y los subhumanos, encabezados estos últimos por los judíos, es una constante histórica, la forma natural en que se desenvuelve la vida en este planeta. No os quepa la menor duda de que esta lucha por la vida y por la muerte constituye una ley de la naturaleza tan inexorable como el combate del hombre contra cualquier otra cosa. Se trata, en definitiva, de la pugna entre el cuerpo sano y el bacilo.27

      Las SS luchaban, en consecuencia, por purgar la raza germánica eliminando el “bacilo” judío, y para lograrlo era fundamental la obediencia. La sumisión absoluta a la voluntad de Hitler –único intérprete autorizado de la doctrina– aseguraría el cumplimiento del proyecto nacionalsocialista. Así se implantaría el Nuevo Orden y el pueblo germano alcanzaría la libertad.

      El honor y la lealtad complementaban la obediencia y la voluntad de lucha, y vinculaban a las SS con el ideal romántico de las viejas órdenes de caballería alemanas:

      al auténtico hombre de las SS, al auténtico caballero, se le debe juzgar por su lealtad a la causa, y por el honor que haya demostrado luchando por ella. […] Nos referimos a todo género de lealtad: lealtad al Führer y, por tanto, al pueblo alemán; lealtad a la conciencia propia y lealtad de raza, de sangre; lealtad a los antepasados y a los descendientes; lealtad al “clan”; lealtad a los camaradas y lealtad a los principios de la decencia y la rectitud.28

      El Führerprinzip era de observancia obligatoria. Hitler lo había esgrimido en Mein Kampf como argumento para rechazar la democracia;29 para él, “el progreso de la cultura y de la humanidad no es fruto de la mayoría, sino únicamente del genio y la energía de personas singulares”. El líder debía detentar un poder absoluto, y, al mismo tiempo, rendir cuentas al pueblo de sus actos y decisiones. En la democracia, fundada en el principio de igualdad, era inevitable que la autoridad recayese

Скачать книгу