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a Von Papen.

      Pero los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Al día siguiente, Von Schleicher anunció en una reunión del gabinete que las fuerzas armadas ya no confiaban en el canciller, y mostró un informe militar que indicaba que, en el caso de que se sublevaran los nacionalsocialistas y los comunistas, y Polonia aprovechase la oportunidad para atacar a Alemania por el este, el ejército se vería desbordado. Von Papen, anonadado, dio parte a Hindenburg, que comprendió que ya no le quedaba otra opción que destituirlo y nombrar en su lugar a Von Schleicher.

      El nuevo canciller acudió directamente a Strasser. Dado que Hitler rechazaba la vicecancillería, le dijo, tal vez él estuviese dispuesto a aceptar el cargo, al que se podría añadir el de ministro-presidente de Prusia. Strasser, en efecto, estaba dispuesto, pero decidió informar de la entrevista a Hitler y a los demás dirigentes nacionalsocialistas, y pedirles consejo. Existían profundas diferencias al respecto. Strasser era plenamente consciente de que el apoyo de los electores al NSDAP se estaba debilitando, y de que este se encontraba, además, en graves apuros económicos; pero Hitler, Göring y Goebbels coincidían en que aceptar el cargo causaría un cisma en el movimiento, así que exigieron a Strasser que no lo hiciera. El 7 de diciembre, tras una serie de reuniones agrias, celebradas todas en Berlín, Strasser dimitió de su puesto en el partido sin acceder al ofrecimiento de Von Schleicher.

      Hitler vio aumentar rápidamente el número de sus seguidores en el partido; mientras, Von Schleicher buscaba apoyos en otras organizaciones: sindicatos, socialdemócratas y Partido de Centro Católico. Pero ninguna de ellas se fiaba de él, y los empresarios industriales y agrícolas empezaron a oponerse violentamente a sus políticas sociales, destinadas principalmente a reducir el desempleo. Con todo, creía ingenuamente que podría revertir la situación.

      Entonces Von Papen volvió al ataque. Indignado por la traición de Von Schleicher y deseoso de cobrarse su venganza, se erigió en líder de una camarilla de empresarios y banqueros empeñados en derrocar al nuevo canciller. El 4 de enero de 1933 se entrevistó en secreto con Hitler en una casa de Colonia. Tras discutir cómo podían trabajar juntos para apartar a Von Schleicher de la cancillería, los dos políticos decidieron que Von Papen intentaría convencer a Hindenburg y a la derecha conservadora de que aceptaran la presencia de los nacionalsocialistas en un gobierno de coalición, mientras sus acaudalados amigos enjugarían discretamente las deudas del NSDAP, que así podría seguir haciendo campaña.

      Finalmente, el 23 de enero, Von Schleicher se reconoció incapaz de formar una coalición, y le pidió a Hindenburg que disolviera el Reichstag y le otorgara poderes dictatoriales. El presidente se negó, utilizando los mismos argumentos que había esgrimido Von Schleicher para derribar a Von Papen. Cinco días más tarde se repitió el ruego, con idéntico resultado; para entonces, Hindenburg ya sabía que Von Papen estaba a punto de lograr una alianza con los nacionalistas y el NSDAP. Von Schleicher no tuvo más remedio que dimitir.

      Von Papen fue cerrando su coalición en una jornada de negociaciones frenéticas, mientras corría el rumor de que Von Schleicher trataba de incitar a la guarnición de Potsdam, al suroeste de Berlín, a sublevarse. Lo cierto es que Hindenburg había decidido ofrecer al general Von Blomberg el Ministerio de Defensa en el nuevo gobierno, nombramiento que se interpretaría como una muestra de la adhesión del ejército a Hitler. Nada se interponía ya en el camino del líder del NSDAP a la cancillería. El 30 de enero de 1933 asumió el cargo.

      Años después, Hitler y los nacionalsocialistas en general se complacerían en difundir la falacia de que habían “tomado” el poder en 1933. Los acontecimientos de finales de 1932 y principios de 1933 indican que, en realidad, llegaron al gobierno por una de esas intrigas políticas que supuestamente despreciaba Hitler.2 Tal y como señala uno de sus biógrafos, “una maniobra secreta lo llevó al poder”.

      Las SS desempeñaron un papel secundario en este proceso; se limitaron a amedrentar a los adversarios, vender periódicos, recaudar fondos y hacer campaña a favor del partido. En un primer momento, además, dio la impresión de que Himmler no iba a sacar apenas provecho de la nueva situación política. En marzo de 1933 obtuvo como única recompensa el cargo de jefe de la policía de Múnich, mientras que su rival, Daluege, pasó a dirigir la Ordnungspolizei [Policía del Orden], el cuerpo uniformado de policía de Prusia, y recibió de Göring, ministro del Interior (además de ministro sin cartera) del gabinete de Hitler, el rango de teniente general de la policía. Es cierto que se empleó a miembros de las SS como policías auxiliares, pero esta función la desempeñaron en mucho mayor número los hombres de la SA. Esta organización parecía al principio tener más probabilidades que las SS de beneficiarse de la hegemonía nacionalsocialista; pero Himmler no tardó en hacerse con el control de la mayor parte del aparato policial en todo el país, lo que se debió tanto a su inteligencia como a la suerte.

      El espionaje, uno de los cometidos principales de las SS desde su fundación, no había estado centralizado hasta el nombramiento de Himmler como Reichsführer. Los jefes locales y sus subordinados se habían encargado de obtener información y suministrársela a la cúpula nacionalsocialista por iniciativa propia. De ahí que se tratara casi siempre de información general, rumores y habladurías sobre los “enemigos” del movimiento que difícilmente podían serles de utilidad a los dirigentes, y que no cabía considerar, desde luego, información en sentido estricto.1 Consciente de este problema, Himmler dispuso, al reorganizar las SS en 1929, que cada unidad local tuviese asignado un oficial Ic, que se ocuparía de coordinar las labores de espionaje y analizar la información obtenida antes de remitirla a la sede central.2 Al principio, el Ic también tuvo que ejercer de ayudante del comandante local, lo que parece indicar que la organización no tenía por objetivo prioritario el espionaje.3

      Posteriormente, en el verano de 1931, Himmler tomó una de las decisiones más importantes de sus primeros años como Reichsführer de las SS, el nombramiento de Reinhard Tristan Eugen Heydrich como jefe del servicio de inteligencia. Este genio del mal sería uno de los protagonistas ausentes de los juicios de Núremberg: su asesinato, en junio de 1942, lo libraría de la justicia de los aliados. Y es que cabe atribuirle gran parte de la responsabilidad en uno de los mayores crímenes de la historia: el Holocausto. Cuesta entender los motivos que llevaron a este hombre instruido, culto y de notable inteligencia a desempeñar –como Himmler– un papel decisivo en la maquinaria de represión política del Tercer Reich y, finalmente, en el genocidio.

      Heydrich nació el 7 de marzo de 1904 en la ciudad de Halle, en Sajonia, en el seno de una familia de clase media acomodada. Su padre, Bruno, era compositor y cantante de ópera, y había fundado el conservatorio de Halle; su madre, Elisabeth, era cantante y pianista. Bruno, devoto de Wagner, cantaba en el festival de Bayreuth, que dirigía la viuda del músico, Cosima, con quien llegaría a trabar amistad. Reinhard heredó el talento musical de sus padres, pues aprendió a tocar el piano y el violín a una edad muy temprana y destacó en este último instrumento, que no abandonaría nunca.4 Era, además, un apasionado del deporte. Cuando tenía seis meses sufrió un edema cerebral que puso en peligro su vida, al que siguieron varias enfermedades. Su padre lo animó a practicar toda clase de deportes para superarlas, entre ellos el atletismo, la equitación, la esgrima, el fútbol y la natación. En la década de 1930 llegó a competir en el equipo nacional de esgrima, al tiempo que ejercía de jefe de inteligencia en las SS.

      La familia de Heydrich era, al parecer, de talante severo y partidaria de la disciplina, pero a la vez afectuosa. El padre, un hombre alto y corpulento con fama de bromista, tenía una vena autoritaria, aunque se desentendió de la educación de sus hijos. No obstante, les dio a conocer (como hizo Gebhard Himmler con los suyos) las leyendas populares de Alemania a una edad temprana. Existen multitud de rumores –casi todos sin fundamento– sobre el origen familiar y la infancia y juventud de Heydrich. La mayoría de ellos vienen alimentados, al parecer, por la suposición de que sufrió un trauma de niño, un choque emocional que acaso explique las atrocidades que cometería más tarde. El rumor más pertinaz (que ya circuló en vida de Heydrich, llegando a causarle problemas) le atribuye falsamente raíces judías. El malentendido se debe a que la abuela de Heydrich se casó con un cerrajero llamado Gustav Süss tras la muerte de su primer marido, el padre de Bruno. Süss era un apellido

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