Скачать книгу

la que los fuertes acababan por imponerse inexorablemente. De ahí que las razas “inferiores” hubiesen impedido la hegemonía del pueblo germano. Hitler creía que el poder absoluto era un derecho del líder que había demostrado su valía luchando con éxito por hacerse con el mando; los gobernados no debían tener la facultad de otorgárselo (ni quitárselo) en unas elecciones democráticas.

      En las SS, el principio de autoridad era una elaboración refinada del Führerprinzip. El poder correspondía a los mejores, individuos disciplinados que procedían de la élite racial y política de la organización. En este sistema meritocrático todos podían ascender en la jerarquía hasta donde se lo permitiesen sus aptitudes; pero, al mismo tiempo, debían sumisión absoluta a quienes hubiesen llegado más alto en virtud de su talento y, en última instancia, naturalmente, al Führer, Adolf Hitler.

      El líder nacionalsocialista ya había identificado a la mayoría de los enemigos del movimiento: judíos, marxistas, demócratas, liberales, capitalistas, burgueses, masones, internacionalistas y homosexuales. Las SS añadieron a esta lista, de forma bastante explícita, a la Iglesia católica. Aunque también existían enemigos secretos, nacionalsocialistas que se dedicaban a subvertir el movimiento desde dentro. Las SS debían estar dispuestas a liquidarlos. Ya lo habían hecho en el caso de Stennes y sus seguidores, pero su persecución del “enemigo interior” pronto se haría más amplia y sistemática.

      V

      HACERSE CON EL CONTROL

      Las elecciones al Reichstag de septiembre de 1930 hicieron del NSDAP una alternativa creíble a los partidos tradicionales. La importancia que acababa de adquirir en la política alemana aumentaría la influencia de la propaganda nacionalsocialista sobre las clases medias, los veteranos de guerra y la población rural (el NSDAP nunca llegó, en rigor, a introducirse en el proletariado urbano). En un momento en el que la Gran Depresión golpeaba el país, el canciller Brüning se vio obligado a tomar medidas de austeridad. Como nunca había formado parte de ningún gobierno nacional, el NSDAP estaba en condiciones óptimas para presentarse como un partido capaz de ofrecer algo nuevo.

      El presidente Paul von Hindenburg, cuyo primer mandato iba a terminar en marzo de 1932, pensaba presentarse a la reelección. Hitler quería comprobar el apoyo electoral del que gozaba, así que decidió disputarle la presidencia. Iba a celebrarse la primera campaña electoral moderna, basada en la utilización de los medios de comunicación de masas. “Hitler sobrevuela Alemania” fue el eje temático de la estrategia nacionalsocialista, que combinaba la idea de Hitler como jefe del Estado con imágenes que lo mostraban trasladándose de una ciudad a otra en su avión privado, ofreciendo así la impresión de un hombre de acción joven y enérgico, en contraposición con el anciano Hindenburg; de ese modo podía, además, hacer campaña cada día en más de una ciudad. Su candidatura sembró el pánico entre los grandes partidos –los socialdemócratas, los conservadores y el Partido de Centro Católico–, que se unieron para apoyar a Hindenburg. Los otros candidatos eran el comunista Ernst Thälmann y el derechista Theodor Düsterberg, del Partido Nacional del Pueblo Alemán. En la primera vuelta de las elecciones, Hitler quedó segundo con más de once millones de votos (un 30,1% del total); Hindenburg obtuvo el 49,6%; Thälmann, el 13%; y Düsterberg, el 6,8%. En la segunda vuelta, Hindenburg alcanzó, como era de prever, el 50% de los votos, porcentaje necesario para lograr la reelección. No obstante, Hitler atrajo los sufragios de casi todos los que habían apoyado anteriormente a Düsterberg, aumentando su porcentaje en un 6,8%. Las elecciones consolidaron así al líder del NSDAP como una de las figuras más poderosas de la política alemana a nivel nacional.

      Hindenburg comenzó su segundo mandato instando al gobierno a practicar una política más autoritaria y derechista: se trataba de contrarrestar el poder creciente de los nacionalsocialistas. Brüning, partidario de actuar con un mayor respeto hacia el parlamento, se resistió a obedecer al presidente, quien lo destituyó con todo su gabinete de manera fulminante, ofreciéndole la cancillería a Franz von Papen, un aristócrata católico que pertenecía al círculo íntimo de asesores de Hindenburg y contaba con el apoyo de los diputados conservadores del Reichstag. El nuevo canciller convocó elecciones federales para el mes de julio, confiando en obtener una mayoría parlamentaria. Pero los vientos soplaban a favor del NSDAP, que lograría el 37% de los votos y 230 escaños, convirtiéndose en el principal partido del Reichstag.

      La única esperanza de Von Papen estaba en convencer al NSDAP de que entrara en el gobierno. Así que le ofreció la vicecancillería a Hitler, quien la rechazó aduciendo que no aceptaba ningún puesto inferior al de canciller, que le correspondía, según él, por ser el líder de la primera fuerza parlamentaria. Pero Hindenburg no estaba dispuesto a entregarle a ese “cabo austriaco” el segundo cargo político más importante del país.

      El gobierno y el NSDAP pasaron el verano de 1932 maniobrando el uno contra el otro. Von Papen pretendía doblegar a los nacionalistas a base de perseverancia; mientras tanto, la SA y las SS, por un lado, y los paramilitares comunistas, por otro, libraban combates cada vez más violentos en la calle. Los éxitos electorales empezaban a perjudicar al NSDAP en ciertos aspectos: en el partido cundía el pesimismo, ya que el aumento espectacular del número de votos no lo había situado más cerca del poder; y, por lo demás, el movimiento estaba muy endeudado debido a las continuas campañas, y a que multitud de miembros de la SA vivían a costa del partido. Aun así, Von Papen no logró convencer a los nacionalsocialistas de que colaboraran con él, ni logró tampoco –lo que era más grave– formar una coalición parlamentaria para hacerles frente.

      En septiembre se celebró la primera sesión del nuevo Reichstag, presidido por Hermann Göring (como representante del primer partido). Una mayoría del 84% aprobó una moción de censura planteada por el Partido Comunista, lo que obligó a convocar nuevas elecciones para el mes de noviembre. La SA y las SS se encargaron de recaudar fondos en la calle. En los comicios, como se había previsto, disminuyó el apoyo a los nacionalsocialistas, que obtuvieron algo más del 33% de los votos y 196 escaños. Seguía siendo la fuerza parlamentaria más importante, pero, en vista de su ligero retroceso, Von Papen supuso que a Hitler ya no le quedaría más remedio que aceptar la vicecancillería. Sin embargo, el líder del NSDAP volvió a rechazarla.

      Fue entonces cuando empezaron a desbaratarse los planes del canciller, que había dado por sentado que seguiría en su cargo, y ejerciendo los poderes dictatoriales otorgados por Hindenburg. Pero varios miembros de su gobierno –en especial el ministro de Defensa, Kurt von Schleicher– se volvieron en contra de él.

      Militar de carrera, Von Schleicher se había convertido a finales de la década de 1920 en el principal oficial de enlace entre el gobierno y el ejército. Entre 1930 y 1932 había sido el asesor más importante del entonces ministro de Defensa, el general Groener, asumiendo en la práctica el papel de eminencia gris del gobierno, gracias a su estrecha relación con Hindenburg, a quien conocía a través del hijo de este, Oskar. Había estado detrás de la destitución de Brüning y del nombramiento de Von Papen, y ahora insistía en la necesidad de que los nacionalsocialistas entrasen en el gobierno. Lo cierto es que ya había abierto un diálogo discreto con Gregor Strasser, que parecía representar al sector moderado del partido, con vistas a la incorporación del NSDAP a un gabinete que encabezaría el propio Von Schleicher. Estas maniobras obedecían al temor de que la situación de parálisis política llevase al país al desastre. En las elecciones de noviembre, los comunistas habían obtenido seis millones de votos y cien escaños en el Reichstag. Era obvio que, a menos que se hiciese algo para evitarlo, el Estado no tardaría en sufrir el ataque de la extrema izquierda y la extrema derecha, y que no quedarían en el centro suficientes personas dispuestas a defender la democracia.

      El 1 de diciembre, en una reunión entre Hindenburg, Von Schleicher y Von Papen, este último reconoció que habían fracasado sus intentos de formar un gobierno de coalición, pero propuso seguir en el cargo, y que se prorrogara indefinidamente la legislatura a fin de introducir en la Constitución y en la ley electoral enmiendas que pusieran fin a la parálisis política. Schleicher sostuvo que esta solución vulneraba la Constitución, podía desencadenar una guerra civil y era, en todo caso, innecesaria, ya que él mismo estaba en condiciones de reunir una

Скачать книгу