Скачать книгу

a juzgarte. Si te soy sincera, creo que ha sido el acto de amor más puro que pudiste hacer.

      —¿Puro? ¿A base de mentiras?

      —Sí, supongo que todo empezó así, pero nadie puede decirte que lo que sientes por Miki no es real. Hay cosas que no pueden fingirse. Admiro que fueses capaz de confesar sabiendo a qué te arriesgabas. Creo que esa ha sido la prueba más grande de tu amor hacia él.

      —Engañarlo me estaba atormentando, prefiero vivir sin él en el mundo real y no con él en un cuento.

      —Lo ideal sería vivir con él en un mundo real, pero vuestros mundos os separan más que tu engaño.

      —¿Fui una necia entonces al creer que nuestro amor lo podría superar todo?

      —No, fuiste valiente. Y si te sirve de algo, yo creo que ha valido la pena. Él está enamorado de ti, nunca va a querer a nadie como te quiere a ti. Lo supe desde el día que te vio por primera vez en el Baltika.

      —Me odia, no quiere verme. —Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.

      —Confunde el amor con odio, nada más. No te rindas ahora, has llegado demasiado lejos para abandonar. —Posó una mano sobre la mía—. Por mucho que me duela lo que estoy diciéndote, sé que Miki te pertenece, nunca será de otra mujer.

      —No creo que eso sea verdad ahora mismo —contradije.

      —Por supuesto que sí, lucha por él.

      —No se puede luchar cuando esa persona no quiere que luchen por él.

      —Te equivocas. Ahí es cuando debes luchar con más fuerza, porque él mismo lucha contra sus sentimientos. No dejes que gane.

      —No es tan fácil, estoy sola y acojonada.

      —Por eso estoy yo aquí. No pienso dejar que te rindas.

      —Ni siquiera Nitca ha venido a verme, ni Aleksei —dije pensativa.

      —Dales tiempo, Bab…, te seguiré llamando así si te parece bien. —Asentí—. Nitca no tardará en venir, créeme; y Aleksei lo está pasando mal, por partida doble. Estoy segura de que pronto los tendrás aquí, al resto… le costará más. —Sonrió.

      —Puedo esperar. —Le sonreí de vuelta en agradecimiento—. ¿Te apetece helado y una dosis de comedia americana?

      —Me lo pensaría con lo segundo, pero no puedo rechazar el helado. —Fingió una mueca de horror ante tal atrocidad.

      Me levanté muy temprano con unas náuseas horribles. Se estaba convirtiendo en una costumbre de lo más asquerosa.

      Hice una manzatila y me tumbé como un trapo en el sofá a bebérmela. Poco a poco, con más tiempo del deseado, mi estómago se fue asentando. Cuando me vi con fuerzas, tomé el ordenador para empezar con lo que debía hacer. No podía demorar por más tiempo mis obligaciones. Estar ahí haciéndome pasar por otra persona no se convertía en realidad, seguía siendo una agente del CNI. Entré al correo con poco ánimo. Debía cuidar bien mis palabras para darle largas al inspector.

      M.

      No puedo decirte que todo va según lo planeado, porque las cosas no son como había creído. Necesito tiempo para averiguar cada paso que da las Tres K.

      Debo insistir, una vez más, en que la mitad de los sucios negocios que le eran atribuidos no le corresponden. Poco a poco descubriré todo, pero con tiempo. Debo ser muy cuidadosa, no son tontos, sino desconfiados.

      B. L.

      Pulsé la tecla de enviar y suspiré. No era como si le estuviese mintiendo descaradamente, estaba omitiendo detalles. Muchos y sustanciosos detalles. Ya había elegido, y lo había elegido a él. Pulsé la tecla para redactar un nuevo correo y comencé:

      L.

      Antes de nada, decirte que te echo taaanto de menos. Sé que estarás sonriendo porque no suelo ser tan cariñosa o efusiva como tú. No hemos hablado mucho desde que me marché, pero sabemos que es mejor así. Toda precaución es poca.

      Tenía ganas de hablar contigo, si no lo hago, la cabeza me estallará. Nada de lo que he vivido aquí lo esperaba, al contrario, creía que sería más fácil. No un camino de rosas, pero si por lo menos de hierba salvaje. Los Korsakov no son como creíamos, las otras dos familias los apuñalan desde hace tiempo, trabajan sin consentimiento y a escondidas de ellos. Cada vez la cosa está peor, no sé hasta qué punto estarán dispuestos a llegar para arrebatarle a Mikhail el mando, pero intuyo que hasta el final.

      Por mi parte, puedo decirte que me siento perdida y confusa. Sé que no lo entenderías, hay que vivirlo para comprenderlo.

      Llegas a un lugar creyendo que lo sabes todo, con unas ideas muy claras; sin embargo, nada es lo que parece, no sabes nada.

      No los exculpo de sus crímenes, al contrario, sé cómo son, créeme, convivo con ellos a diario. Eso me ha llevado a ver con claridad que si el mando de las Tres K pasa a manos de los Kostka y los Kovalenko, sería una hecatombe. También veo que todo y todos tienen un precio. Nosotros entramos en esa categoría, y somos los que más cobramos.

      Estamos intentando erradicar una enfermedad que podríamos caracterizar como epidemia. Pero esa epidemia es controlada por la vacuna que portan los Korsakov; sin ellos, la vacuna desaparecería y todos sufrirían los daños multiplicados por cien.

      Quizá te cueste seguirme o mi explicación no haya sido la mejor. Te pido que no me juzgues y que confíes en mí; a cambio, te prometo que te contaré todo cuando nos veamos.

      Necesito pedirte un favor, pídele ayuda a Diego y a Jorge, invéntate algo coherente para que no crean que el frío me ha vuelto blanda. Necesito que vuelvas a revisar los papeles, vuelve a leer sobre la madre de Mikhail, busca a ver si logras encontrar algo más. Soy consciente de que es como buscar una aguja en un pajar, pero Diego es un coco informático; si alguien puede encontrar algo, es él.

      ¿Cómo están M. y C.? Dales un millón de besos de mi parte. Achucha a M, con mucho cariño.

      B. L.

      MIKI

      —Buenos días, mamá, ¿te importa si te acompaño? —le pregunté mientras me sentaba a su lado en una de las sillas de la cocina.

      —¿Importarme? Al contrario. ¿Quieres un café? —me ofreció levantándose para prepararlo.

      —Sí, por favor, y creo que me vendría bien algo de comer. —Me incorporé para alcanzar un croissant que estaba en una bandeja al final de la mesa. Me detuve antes de llegar a tocarlo, en su lugar, tomé un bollo de leche que había al lado.

      —¿Te preparo algo? —me preguntó, alegre de que por fin tuviera apetito.

      —No, me comeré un par de estos —respondí dándole vueltas al bollo entre los dedos.

      —Como quieras, aquí tienes, cielo. —Dejó el café enfrente de mí y se volvió a sentar a mi lado—. Miki, si quieres… —No la dejé continuar, desde luego que no quería hablar, quería pasar página. ¡Vaya tópico de mierda! ¿Qué puta página iba a pasar si no había?

      —No, mamá. No quiero hablar del tema. De hecho, no quiero volver a hablar de ella. No puedo. Necesito retomar mi vida, mi antigua vida.

      —Te haría bien hablarlo, no tenemos una máquina del tiempo para volver atrás cuando algo nos sale mal.

      —Por desgracia, no. Conseguiré olvidarla, siempre y cuando dejéis de nombrarla a cada hora.

      —Como quieras. —Se dio por vencida.

      —Lo quiero. El odio que siento hacia ella me ayudará.

      Acompañé el café con un par de bollos más y me fui directo al despacho de mi padre. No estaba solo, mi tío Liov y los chicos lo acompañaban. Al verme

Скачать книгу