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fue clara: culpable de violación en grado consumado. Sergio Rojas Loyola fue condenado a siete años de prisión efectiva el 6 de febrero de 2009. Además se le dictó una medida accesoria: inhabilidad de diez años para trabajar con menores una vez cumplida la pena. Al día de hoy, según el Registro Civil, Sergio Rojas sigue inhabilitado para trabajar con niñas y niños.

      Por buena conducta, cumplió cinco años y siete meses. Los registros muestran que en septiembre de 2014 salió en libertad.

      Hasta hoy piensa que lo que le hicieron fue una “maldad”. Afirma su inocencia férreamente. Dice que cuando salió de la cárcel encaró a la madre de la menor. “Le dije: mira, te voy a decir una pura cosa la reconcha de tu madre, yo te iba a matar a voh’ y ¿sabes quién te salvó? Dios. Dios no quiere que me pase para el lado de los malos”, relata.

      Sergio Rojas está seguro que esto truncó su carrera como entrenador. “Yo como técnico tendría que estar en la Selección Chilena nuevamente o en un gran club”, asegura.

      Cuando salió, decidió volver a trabajar en lo mismo, ignorando la sentencia vigente que le prohibía trabajar con menores. Él asegura que “lo taparon en pegas” en distintas escuelas de fútbol. Según cuenta, lo primero que hizo fue recurrir a Miguel Nasur para pedirle algo de plata para comprarse un auto y empezar a rehacer su vida.

      A finales de 2015 contactó a Fernando Astudillo, exjugador de Universidad Católica y coordinador de varias escuelas filiales de ese club. Eran viejos conocidos. Rojas le había dado trabajo a Astudillo como entrenador en los años 90, en la Escuela de Universidad de Chile en La Reina. Le tocaba a Astudillo devolverle la mano.

      Según Astudillo, se enteró después sobre la condena que cumplió Sergio Rojas. Dice que por muchos años “le perdió la pista”. Astudillo aceptó trabajar con él porque lo consideró inocente al escuchar la versión de Rojas. Lo que cuenta es lo mismo que relata el exentrenador de la selección femenina. Afirma que lo contrató para que dirigiera equipos en las escuelas porque lo conocía hace tiempo y nunca habían tenido ningún problema. “Dije: bueno, lo voy a tener en la mira”, explica.

      Sobre los papeles para hacer el contrato y formalizar el trabajo, Astudillo dice que desde el club Universidad Católica solo le piden el currículum y no un certificado de antecedentes. “Los técnicos nos conocemos casi todos”, justifica.

      Desde 2016 Sergio Rojas estuvo a cargo de niños y niñas de 14 a 16 años en la sede de la UC en Santa Ana de Chena. En agosto pasado se consultó a un funcionario de Universidad Católica sobre esta situación y afirmó que no estaban enterados (*). Los papás de la escuela se muestran sorprendidos al preguntarles acerca de la inhabilidad de Sergio Rojas: “Me toma por sorpresa”, dice uno de ellos, quien tiene cuatro años como apoderado. “Nunca he visto nada, ningún tipo de esbozo de algo, nada”, agrega.

      Rojas señala que no cree en la justicia chilena, que volvió a trabajar con menores porque quiso “pasar por encima de las reglas” y que todo le da lo mismo. ¿Si es que ha pensado trabajar con mayores de edad para no tener problemas con la ley? Dice que no.

      El 4 de octubre de 2018, el periodista Rodrigo Retamal lanzó su libro “La batalla de las pioneras”, la historia de la primera selección femenina. En una de las sillas del parque de Providencia llegó, para sorpresa de muchas, Sergio Rojas Loyola, quien no fue oficialmente invitado. La última vez que las exfutbolistas supieron de él, a través de rumores, era que había estado preso por casi seis años.

      Llegó por invitación de Ada Cruz, figura y goleadora de la Roja femenina. Vestido con corbata, y chaqueta y pantalón en tonos claros, se acercó a Retamal antes que empezara el evento y le preguntó si su libro incluía la “hazaña” en la India, cómo él la llama. Pidió la palabra en la ronda de preguntas para hablar de su increíble trabajo, como él lo describe, con el equipo del 94. Cuando terminó la presentación, algunas jugadoras conversaron entre ellas. La presencia de Rojas las incomodó. “¿Y tú no me vai a saludar?”, recuerdan algunas asistentes que les dijo a las que prefirieron no hablarle después de enterarse de los motivos de su condena.

      PARTE III

      Un intento de suicidio en Unión Española: jugadora sub 17 fue acosada por un funcionario del club

      Guissel Carrasco se integró a la sub 17 de Unión Española en 2019. Pero su sueño de ser futbolista se hizo pedazos. No quiso seguir jugando y cayó en una depresión que desembocó en un intento de suicidio. Los mensajes grabados en su teléfono indican que fue acosada por Branko Zitkovich, entonces coordinador del Fútbol Formativo del club. Esos pantallazos fueron prueba suficiente para que el gerente de Unión Española lo despidiera de inmediato. Pero los padres de la adolescente dicen que no fueron alertados por el club, por lo que la falta de contención oportuna habría agravado su estado emocional.

      Unión Española cerró su rama femenina en 2015 por problemas económicos, pero tres años después se vio obligada a rearmarla debido a una nueva regla de la Conmebol: todos los clubes que quisieran jugar un torneo internacional tenían que tener el equipo de mujeres activo. La Unión, entonces, suscribió un convenio con la Corporación de Deportes de Cerro Navia que le entregó un espacio donde entrenar, camarines y una parte del cuerpo técnico, mientras que el club puso el nombre, la vestimenta, materiales para los entrenamientos y el resto del cuerpo técnico.

      Branko Zitkovich, de 29 años, recién había terminado de estudiar Administración de Empresas en el Duoc UC cuando entró a Unión Española en noviembre de 2018. Lo hizo como coordinador del Fútbol Formativo y en 2019 incluyó en sus funciones la rama femenina en las categorías sub 17 y adulta. Este fue su primer trabajo relacionado con el deporte, anteriormente había sido cajero en un banco y tuvo un cargo de administración en una empresa de servicio al cliente.

      El 5 de enero de 2019 se realizaron pruebas masivas para el equipo femenino. Entre las decenas de mujeres que asistieron estaba Guissel Carrasco. Participó de los entrenamientos durante todo el verano para lograr el primer paso hacia su sueño: llegar a la selección chilena. El 22 de enero, el día que cumplió 17 años, le informaron que había pasado la primera prueba y a fines de febrero fue formalmente admitida en la categoría sub 17 del club.

      Su mamá, Marilyn Pizarro, cuenta que toda la familia viajó a Quillota para apoyarla en su primer partido oficial. “La alegría de mi hija antes y después de cada entrenamiento era mucha”, dice.

      El domingo 25 de marzo, tras un partido, Guissel Carrasco volvió muy cansada a su casa. Tenía dolor de cabeza y se olvidó, en la cancha, de avisar al cuerpo técnico que ese día no asistiría al estadio a apoyar a sus pares hombres, como acostumbraban. Le escribió a su director técnico, Cristóbal López para excusarse.

      Guissel logró recuperar algunos pantallazos de su celular y en ellos se lee que a las 00:45 de la madrugada, ya era el lunes 26, recibió un mensaje de Whatsapp: “Hola. Cómo está??”. El número no estaba registrado, pero ella se dio cuenta que era Branko Zitkovich, coordinador del club. Hasta ese día solamente habían compartido mensajes por un grupo que tenía el equipo con su cuerpo técnico. Guissel Carrasco pensó que Zitkovich le escribía por su inasistencia al partido de hombres y sintió que debía justificarse: le respondió que luego del entrenamiento no se sintió bien, que tuvo que ir al médico donde la pincharon y que ahora estaba mejor.

      La jugadora creyó que la conversación llegaría hasta ahí, pero continuó hasta las 2:41. Branko Zitkovich le preguntó en que curso estaba, el liceo en que estudiaba, la comuna donde vivía y cómo se componía su familia. “Creí que a todas mis compañeras les hacía las mismas preguntas y por eso se las respondí. Como él era el encargado de esas cosas, pensé que era rutinario”, explica. Pero cuenta que empezó a sentir extrañeza cuando Zitkovich preguntó sobre sus gustos, pasatiempos y cosas más íntimas. “Pensaba que si no le respondía, él podía sacarme del equipo. Por eso le respondí las preguntas”, afirma.

      Además, recuerda que él le insistía en que debía responderle porque necesitaba saber de ella. Branko Zitkovich se despidió esa madrugada y le dijo: “Sueña con una locura. Si la sueñas me la cuentas”. Guissel ya estaba dormida.

      El

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