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con los vicios y defectos del propio carácter.

      Usando esos lentes interpretativos es posible postular que, tanto en el nivel simbólico-cultural de la institución de la Iglesia católica como en la psicología individual de muchos de los miembros del clero, existe una configuración anímica particularmente perniciosa y nefasta, la que se encontraría a la base de la actual crisis. Dicha configuración se refiere a un estado interior escindido en el cual, simultáneamente, se produce una sistemática represión de la sombra personal del sacerdote y de la sombra colectiva de la Iglesia; acompañada de una visión idealizada, espiritualizada y romántica de la identidad clerical y de la propia institución religiosa.

      La primera parte del argumento señala al proceso mediante el cual se rechazan, niegan y/o reprimen ciertos aspectos humanos del clero, los que son relegados al inconsciente sombrío. Dichos aspectos suelen tener que ver con las necesidades de afecto, cuidado e intimidad de las personas dedicadas a la vida religiosa, así como también con sus ambiciones de poder y reconocimiento, con la propia vulnerabilidad y con sus vivencias erótico sexuales, entre otras. Todos aquellos aspectos personales y humanos que, supuestamente, estarían en contradicción con el imaginario ideal de lo que significa ser un “verdadero” sacerdote católico, son fuertemente combatidos y reprimidos, y, por tanto, se convierten en contenidos que comienzan a formar parte de la sombra clerical. Como desarrollaré más adelante, lo problemático de esa situación es que mientras más intensa es la represión y negación de los aspectos sombríos —mientras más enemistado se está respecto de la propia sombra— más primitiva y destructiva ella se vuelve, pudiendo llegar a influenciar y dominar a la consciencia de una forma particularmente problemática.

      El segundo momento del proceso, implica la tendencia de la consciencia religiosa de volverse agudamente unilateral, es decir, de identificarse exclusivamente con atributos y cualidades luminosasespirituales. Esto se expresa cuando a la Iglesia institucional —y al clero— se le puede llegar a conceptualizar utilizando las categorías como: “perfecta”, “infalible”, “pura”, “extraterrenal”, “sacrosanta” u otras nociones similares. Esta forma de imaginación religiosa suele conllevar un fuerte dualismo interno, en el que se opondrá de distintas maneras lo espiritual idealizado versus lo cotidiano/mundano devaluado.

      Esta configuración anímica —el rechazo de los propios aspectos sombríos y la sesgada identificación con aspectos luminosos trascendentales— supone una gran tensión interna y un precario equilibrio psicoespiritual. Como veremos con más detalle en el siguiente capítulo, sucede que la sombra al no poder reconocerse en el interior de la personalidad y/o propia cultura, se va a proyectar en el prójimo. Entonces, el mal que habita en el propio interior de buena gana se le achacará al vecino que ahora se vuelve oscuro y persecutorio. En el caso de la Iglesia, esto suele implicar el proceso mediante el cual ella proyecta sus propios aspectos sombríos reprimidos en el [pérfido] mundo secular, el cual, para algunos miembros de esta institución, sería la fuente última de todo mal… aquel que la santa y sagrada Iglesia debe tan intensamente combatir. Esta escisión interna en el espíritu eclesial católico constituye una verdadera neurosis colectiva, la cual contribuye a generar un exaltado clima psicológico grupal, caldo de cultivo para mesiánicas cruzadas en las que, como suele ser la norma, se termina destruyendo el mundo en el intento de salvarlo. De hecho, desde esta perspectiva, no resulta tan incomprensiblemente paradójico que la institución destinada a “traer luz sobre la tierra” haya terminado, debido a lo profundo de su escisión interior, actuando su lado sombrío en el establecimiento de relaciones destructivas y vampirezcas con los más vulnerables y desprotegidos.

      La imagen que emerge de la combinación de ambas tesis rectoras de este trabajo —lo multifactorial de la crisis y la grave manifestación de la terrible sombra eclesial— recuerdan a la figura de mitológica de la Hidra de Lerna. Dicha bestia es un monstruo de naturaleza ctónica que tiene la forma de una policéfala serpiente marina, y que cuenta con la propiedad de regenerar sus cabezas cuando una de ellas es atacada de forma individual. De alguna manera, el hacerle frente al problema de la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia católica implica encontrarse con una sombra colectiva que se ha vuelto monstruosa y destructiva, y que, tal y como en la lucha contra la Hidra, no resulta plausible de abordar efectivamente si es que elegimos focalizarnos en factores individuales aislados. Dicho en sencillo: la acción de cambiar un sacerdote abusador o a un obispo encubridor —por necesario, bueno y urgente que sea— sin resolver la naturaleza sistémica y estructural de la sombra institucional católica, es altamente probable que termine siendo inefectiva y que esta sombra destructiva de la Iglesia se regenere y exprese de otras inesperadas maneras. Richard Sipe, exsacerdote benedictino, psicoterapeuta, académico y reconocido investigador sobre los abusos sexuales en la Iglesia, lo resume de esta forma:

      El abuso infantil por parte del clero es la punta de un iceberg. No se sostiene por sí solo (…). Por más difícil de aceptar, las estructuras jerárquicas y de poder debajo de la superficie, son parte de un mundo secreto que apoya el abuso. Estas fuerzas ocultas son mucho más peligrosas para la salud sexual y el bienestar de la religión que las que ya podemos ver. Este es el rostro de un sistema moralmente corrupto37.

      El objetivo de este libro es el de esbozar una reflexión que pueda discernir cuáles son algunos de los principales factores psicológicos, teológicos y espirituales —a nivel individual y colectivo estructural— que puedan haberse conjugado para propiciar la crisis actual. Es decir, intentaré analizar las múltiples “cabezas” de la sombra de la Iglesia, intentando generar una narrativa explicativa que señale como es que ella llegó a adquirir este carácter destructivo y monstruoso. Considero que, como primer paso, debiéramos tener la capacidad de conocer, analizar y reflexionar respecto de cada uno de los factores que están a la base del problema de los abusos sexuales eclesiales, con la esperanza que de dicho conocimiento puedan surgir las acciones y cambios necesarios para que se interrumpan las relaciones de violencia y abuso, produciendo la tan anhelada transformación de dicha institución.

      Para llevar a cabo esta empresa el Capítulo I realiza una introducción al concepto de la sombra, tal y como es entendida en el pensamiento de la psicología analítica. En ello se discuten algunas tesis fundantes del pensamiento junguiano, como la noción de lo inconsciente, la multiplicidad del alma y una introducción a la teoría de los complejos. Se describe el complejo de la sombra, nombrando su etiología y la forma como ella se manifiesta fenomenológicamente. Se discute, por último, el problema de la proyección de lo sombrío. Al final del capítulo se reelabora la tesis de que el problema de los abusos sexuales eclesiales expresaría sintomáticamente la configuración anímica escindida que implica la represión de la sombra de Iglesia.

      En el Capítulo II se aborda el problema del perfil psicológico de los sacerdotes que han cometido abuso sexual. Se describen los hallazgos de varias investigaciones respecto de las configuraciones de personalidad presentes en los abusadores clericales. Como idea central del capítulo se describe la tesis de que el factor psicológico del narcisismo, como rasgo de personalidad preponderante, sería trasversal en los perfiles de sacerdotes pederastas. Recurriendo al mito griego sobre Narciso se discuten las características de personalidad principales de dicha configuración psicológica, presentando las discusiones teóricas contemporáneas en psicología al respecto. El capítulo cierra con una elaboración mitológico-simbólica de la psicodinámica del abuso sexual, desde la perspectiva del mito de Narciso, en relación con las configuraciones de personalidad y patrones familiares frecuentes en la vida de religiosos y sacerdotes.

      El Capítulo III del libro plantea la hipótesis de un acople patológico entre un clero en cuya psicología predominan configuraciones narcisistas de la personalidad, con un cultura eclesial de tipo clericalista. Para ello se describe y explica que se comprende por clericalismo, cuáles son sus características principales y las formas como se manifiesta en la vida de la Iglesia. Se desarrolla una perspectiva histórica eclesiológica para comprender como se fue instaurando una cultura clerical en la Iglesia. Para eso, se recurre a cuatro hitos paradigmáticos del desarrollo de la Iglesia: la Iglesia temprana, la adopción del Imperio romano de la religión católica como culto principal, la reforma y la entrada de la Iglesia a la modernidad y, finalmente, el Concilio Vaticano II. Por último, se describen algunos síntomas del comportamiento de la Iglesia para afrontar

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