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en el polo sur. John Kovac, director del experimento, señaló que esto representa alcanzar una de las metas más importantes de la cosmología, y que fue como sacarle una foto al Big Bang. Por supuesto, todo este cúmulo de investigaciones asume una epistemología realista desde la cual pretenden conocer un universo real. No uno inventado, no uno derivado de nuestros cambios biológicos, sino uno que se encuentra allá afuera, esperando a ser descubierto y conocido por nosotros cada vez de mejor manera.

      En un contexto "realista", el valor de las predicciones precisas ha conducido incluso a cambios de paradigmas. Es lo que ocurrió cuando la física evolucionó desde Newton a Einstein; el cambio paradigmático se produjo cuando Einstein logró demostrar – sobre la base de observaciones de la realidad – que su teoría tenía un mayor poder predictivo que la teoría de Newton. Después de esas demostraciones, los físicos "en conjunto" asumieron el nuevo paradigma de Einstein.

       El 25 de agosto de 1609 Galileo Galilei hizo el "estreno en sociedad" de su telescopio. El instrumento le ayudó a ir dejando atrás la idea de que la tierra era el centro del universo; le ayudó también a explorar los cráteres de la luna, a descubrir las manchas solares y los cuatro satélites de Júpiter y a explorar las estrellas de la Vía Láctea. En términos epistemológicos las preguntas pertinentes pasan a ser del tipo: ¿es una mera ilusión lo que "capturó" Galileo con su telescopio? ¿Se limitó a observar sus propios cambios biológicos sin observar realmente universo alguno? ¿Existió realmente un Galileo Galilei? ¿Abrió realmente una ruta para conocer el universo? ¿Aportó algo que la humanidad amerite celebrar después de 400 años?

       En una encuesta reciente realizada por el Museo de Ciencia de Londres (2009), se intentó establecer cuáles avances científicos, tecnológicos, médicos y de ingeniería, son los que más han aportado a la vida de las personas. Luego de encuestar a 50 mil personas, se constató que el 20% eligió a la máquina de rayos X como el invento más significativo; a continuación se ubicó la penicilina. En términos epistemológicos, ¿fueron unos ingenuos los miembros del Museo de Ciencias? ¿No existen tales descubrimientos o tales "progresos"? ¿Con mayor lucidez de análisis los miembros del Museo de Ciencias se darían cuenta de que "creemos estar conociendo lo que no estamos conociendo"? ¿Y – con una lucidez "extra" – agregarían que el manejo del fuego, la invención de la rueda, la génesis del lenguaje, de la escritura, de la lectura, del telescopio, del microscopio… distan mucho de constituir aportes evolutivos "reales"? ¿Tiene la humanidad motivos "reales" para celebrar todo esto? ¿Nos resulta imposible conocer nuestro ambiente, como para utilizarlo realmente en nuestro favor? ¿Es que, en "realidad", no hemos descubierto nunca nada?

       Desde el "realismo" la respuesta a las interrogantes anteriores sería un entusiasta y contundente ¡sí! Dirían que hemos descubierto mucho… y que nos queda muchísimo por conocer. Dirían que los esfuerzos humanos sí se han venido traduciendo en un mayor y mejor conocimiento de nuestro entorno… con las ventajosas consecuencias prácticas correspondientes.

      

      De este modo, una línea argumentativa adicional a favor del realismo, se relaciona con el valor práctico de la información extraída a partir de la observación de los hechos. Una mejor información, con respecto a la realidad, puede incluso facilitar la prolongación de la vida humana. Y el progreso científico y tecnológico alcanzado, a raíz de un mejor conocimiento del ambiente, ha conducido a que la esperanza de vida en Francia se empine por sobre los 70 años. En la Francia del siglo xvii, con un ambiente más adverso, con guerras frecuentes, con epidemias, sin una higiene adecuada, sin precauciones profilácticas, sin vacunas, sin penicilina, sin antibióticos, etc., menos del 10% de la población llegaba a los 60 años. De este modo, el progreso en la supervivencia no se debió a factores aleatorios, ni a la buena fortuna de los franceses actuales, ni fue un derivado de factores astrológicos; según los realistas, fue la consecuencia de una mejor información, extraída de la propia realidad. Si dicha información extraída desde la realidad no fuera válida, su aplicación no habría conducido a beneficio alguno.

      La relevancia de la postura "realista" queda de manifiesto en la siguiente afirmación: "La ciencia se perdería si no siguiese apoyándose en la creencia trascendental de que existen la verdad y la realidad y si renunciase a la interacción fundamental entre los hechos y las construcciones que se dan aquí, y el reino de las ideas intuidas por allá" (Philosophy of Mathematics and Natural Sciences, Prólogo iv).

      En el ámbito de las repercusiones clínicas del realismo epistemológico, personas como Watson y Skinner, por ejemplo, aparecen como particularmente realistas. Ambos postularon que la dinámica psicológica humana está sujeta a las mismas leyes y mecanismos que los procesos físicos. Conocida es la disputa que Skinner sostuvo con Chomsky, en la cual este último argumentó que las actividades lingüísticas son creativas y configuran reglas que ningún conductista puede explicar.

      Como lo sostiene Polkinghorne (1992), "Freud y Jung escribieron como si estuvieran aportando descripciones que reflejaban con precisión el real funcionamiento interno de la psiquis; Rogers, como si estuviera describiendo las reales operaciones de un SELF sustancial; y Skinner, como si los mecanismos del aprendizaje que él presentaba, fueran descripciones precisas de las dinámicas humanas reales" (p. 155).

      Y, aunque muchos clínicos han enfatizado el rol de lo subjetivo, ello no ha involucrado una renuncia al realismo. "Incluso el movimiento de terapia humanista propuesto por Rogers, un movimiento que enfatiza una perspectiva única, subjetiva, para la terapia individual de cada cliente, propone sin embargo perfectas leyes generales de la causación y resolución de los problemas, leyes que, más aun, son tomadas como plenamente realistas" (Held, 1995, p. 21).

      Y más allá de los autores citados, la abrumadora mayoría de los psicoterapeutas han adscrito y adscriben a algún tipo de realismo. Esto involucra asumir que yo existo, que mis pacientes existen, que sus sufrimientos existen… los cuales a su vez requieren de soluciones que sí existan. Involucra asumir que el terapeuta – quien dedica su vida laboral a su profesión – sabe más que el paciente, al menos en el ámbito de la psicoterapia. Involucra asumir que la realidad es fuente nutritiva del conocimiento, y que lo que le ha acontecido a millones de seres humanos, a través del tiempo, puede aportar información útil para ayudar al próximo paciente. Involucra, entonces, que el psicoterapeuta es un especialista, que dispone de los conocimientos que ha acumulado su disciplina a través de los años, como para poner esos conocimientos al servicio de sus pacientes. E involucra, finalmente, que el terapeuta podrá ir corrigiendo sus estrategias clínicas, en función de los resultados que vaya percibiendo a través de las respuestas de sus pacientes. En este contexto, las técnicas del psicoterapeuta no poseen un valor "per se", sino en función del efecto real que son capaces de producir en cada uno de sus pacientes. En suma, la realidad emerge como la gran fiscalizadora de la calidad del conocimiento y del accionar del terapeuta. La realidad ejerce el rol de poner los límites, y pasa a ser fuente de humildad… al ir mostrando los verdaderos alcances y limitaciones del conocimiento en clínica y del proceso psicoterapéutico.

      Para quienes asumen una postura "realista", la realidad se puede mostrar como "cerca", de maneras incluso paradójicas.

       La avenida que hemos titulado "La Realidad está Cerca" ha sido recorrida, en su máxima extensión, por una de las mentes más brillantes que la humanidad puede exhibir: Albert Einstein. Contrariamente a lo que se pueda creer, el autor de la "Teoría de la Relatividad" era muy "realista", en el sentido que asumía que la realidad no tan solo existe, sino que también es "cognoscible" y "descubrible" para los seres humanos. Y, a pesar de la "relatividad" de sus comportamientos, Einstein consideraba a la materia y al universo… menos "multiverso" de lo que se pudiera pensar.

       En 1915, a través de su "Teoría General de la Relatividad", Einstein postuló que existían – en el universo – las "ondas gravitacionales". Puesto que estas son débiles – y en la época de Einstein eran totalmente "invisibles"

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