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indicar puntos de parada ó de tránsito para los caminantes ó chasques: las piedras serán entonces verdaderos tambos. Si, por el contrario, se trata de rocas sagradas, posiblemente de la era fetiquista, entonces el pie esculpido será un rastro divino, como el del Inca en el acto de descalzarse, ó el de una deidad que por algún motivo se paró sobre la roca, como el de aquel Taapac, para predicar desde un alto peñón, ó el del Huiracocha ó el del dios Trueno, si la roca responde al culto acuático.

      Fig. 1. Guarda lateral de una tinaja.

      En nuestra interesante cuanto numerosa colección de petroglyfos, no contamos con roca alguna de pies esculpidos; pero en cambio hallamos en Encalilla y Carrizal (valle Calchaquí) piedras con manos grabadas, una de estas con tres; y vayan en tal caso manos por pies, ya que unos y otros son rastros humanos. No sucede lo mismo en la alfarería funeraria de estas regiones, en la que hemos dado con ejemplares de urnas ceremoniales con pies pintados de negro sobre su sección ventral, los que en el acto reconócense por el ancho de las plantas y sus cinco dedos. Dos ejemplares reproduciremos: en la guarda lateral de una urna de Santa María (Fig. 1) aparecen representados cinco pies humanos; en otra urna del mismo lugar (Fig. 2) se ven en la parte superior ventral grupos de tres pies, que bajan de la tinaja, reproducidos en las guardas de la misma, junto á figuras que representan manos. En Calchaquí, pues, no podría hablarse de rastros apostólicos, toda vez que no los dejarían impresos de tan pequeñas dimensiones y sobre el barro cóncavo de la alfarería.

      Fig. 2. Urna de Santa María (Colec. Quiroga).

      Desde que para nosotros la mano es un símbolo que representa á la Tormenta ó á la divinidad atmosférica, figura monstruosa de fisonomía antropomorfa en Calchaquí[78], el pie debe referirse á igual representación, por ser, como la mano, un miembro de su cuerpo, y por aparecer, en el caso de la figura 2, pies y manos simbólicos alternados. Y es el caso de hacer una advertencia oportuna al respecto: los Zapotecas, en Méjico, adoraban á Huemac bajo la forma de una mano, demandándole la riqueza de que Quetzalcóatl era el principal dispensador: Itzamna, dios de carácter atmosférico salido de Yucatán, era representado en su templo de Izamal bajo la forma de una mano, kabul, «la mano activa»[79].

      Los pies ó manos pintados ó esculpidos, ó indicarían que allí se detenían las divinidades atmosféricas, ó que las rocas les estaban consagradas. En Calchaquí, en vez de pies humanos se graban comunmente patas de suris, y el avestruz, como lo demostraremos, es la Nube atmosférica venerada, un símbolo acuático, simplificado en sus últimos extremos cuando solo la pata del animal se reproduce.

      Muy curiosa es también la cuestión del Hombre Blanco americano, que se confundió por los conquistadores con la del hombre europeo emigrado, basándose en las tradiciones quichés, nahuas, mayas, aztecas, muyscas, quichuas y guaraníes[80].

      El dios Quetzalcóatl mejicano, que reino en el Anáhuac, era un blanco y barbado, salido del Este; Votáan de Chiapas, es del mismo color; Botchica, otro blanco y barbado, cuyo itinerario comienza en Bosa, para seguir invariablemente de este á oeste; el Aticci Viracocha era igualmente blanco; Tonapa, al decir de los cronistas, fué «blanco, zarco, muy barbudo», lo mismo que el brillante Taapac del P. Ramos, descendido del cielo; finalmente, blancos fueron Manco Cápac y el Inca Roca.

      Veamos brevemente quiénes son estos personajes, que siempre, como el sol, caminan de naciente á poniente, detalle trascendental.

      Quetzalcóatl es «la serpiente emplumada», uno de los tres principales mitos del panteón mejicano. Tiene por atributos el pájaro verde, Quetzal, y la serpiente, Cóatl, dios mitad ornitomorfo y mitad ofídico[81]. Es una divinidad atmosférica: bajo el nombre de Nanihehecatl es el señor de los vientos, y bajo el de Tohil, el ser rugidor, epíteto dado también por los quichés de Guatemala al dios del rayo. Es Quetzalcóatl la encarnación del pueblo tolteca: sus viajes son las migraciones de este pueblo; el conflicto con Tezcatlipoca es sin duda el recuerdo de una revolución religiosa y política que dió un golpe de muerte á la preponderancia de su culto; las ciencias, las artes, las industrias de que es inventor, son el secular bagaje de la civilización tolteca; su épica historia, una condensación de la de este pueblo, venido de país desconocido, establecido en Tullán y después descendido á Cholula.

      Votán, el padre de la civilización de los tzendales, en la América Central, es otro aparecido semejante á Quetzalcóatl, que funda pueblos como el de Palenque ó Nachán, «ciudad de las serpientes». Votán, «corazón», en tzendal, es descendiente de Imos, de la raza de los Chan ó de «las serpientes»[82]. Venido de Chivín, baja hasta la base del cielo por la cueva subterránea de un gran ofidio. Su semejanza con el dios tolteca prueba el contacto seguro de chiapas y mejicanos. Los dos son oriundos de país fabuloso, situado al oriente, de donde salen los vientos, el huracán y las nubes de la lluvia; uno y otro ejercen acción decisiva en la vida agrícola de sus pueblos; ambos dejan sucesores que llevan sus nombres y perpetúan su culto atmosférico, convertidos después en divinidades antropomorfas. Votán es un dios serpiente, ó sea el rayo. Es también un Tepodaztli, ó dios del trueno. Lo que le dá fisonomía peculiar, es que el pájaro de las nubes es extraño á su culto, por lo que en los bajorelieves de Palenque los dioses-pájaros y los dioses-serpientes no aparecen asociados.

      Otro aparecido venido del sudeste, y por mar, es Wixepecocha, el predicador de los zapotecas de Huatulco. Este es perseguido hasta el monte Cempoaltepec, á cuya cima sube, levantándose á la atmósfera y desvaneciéndose: esto dá á entender que se trata de un dios que vuela, ó del aire, como el de los toltecas.

      Botchica[83] es la divinidad solar, con influencia sobre la atmósfera que veneraron los muyscas de Cundinamarca. Botchica se tiene por el blanco del norte de la América Meridional, cuando en realidad el nombre que toma de Zuhé ó Xué no tiene otra significación que «brillante», como es el sol. Botchica hace su camino de este á oeste, y desde Bosa prosigue por Muqueta y Fontebón á Sagamosa, en donde desaparece de la tierra para subir al cielo, por lo que recibe el nombre de Sugunza: «el que desaparece».

      A propósito del color «blanco» de Botchica, conviene recordar que Mixcoatl ó Itzac-Mixcóatl, la nube serpiente, es «la blanca ó la brillante nube-serpiente»[84].

      Huiracocha surgió del Titicaca como un todopoderoso «resplandeciente», por lo que debía ser «blanco». Es el creador de los brillantes astros,—del sol, de la luna y de las estrellas, á los cuales señaló su curso en el cielo. Desapareció en el mar, su elemento, á cuyas profundidades precipitóse.

      Inca Roca y Manco Cápac[85], que casan con sus hermanas, son hijos del sol, usan vestidos resplandecientes y obran prodigios. La leyenda de cada pareja es un verdadero mito solar, en el sentido de que sin duda son representaciones terrestres y antropomorfas del Sol y la Luna, de Inti y Mama Quilla.

      Manco Cápac y Mama Ocllo salen del Titicaca, llegan al ombligo del mundo y fundan el Cuzco, en donde levantan el templo al padre Sol. Sus hijos cimentan la dinastía de los Incas, de origen celeste, por lo cual eran estos divinizados, presentándose como tales á su pueblo en la fiesta de Intip-raymi, en el solsticio de Junio, en celebración de la muerte y resurrección del sol omnipotente.

      En la historia mítica de aquellos reyes la figuración del Inca Roca es de héroe solar. Ocupa un alto rango en la geneología de los monarcas del Cuzco, siendo él, según Montesinos, el verdadero fundador del imperio heliolátrico[86].

      Cuéntase que una princesa, Mama Cibaco, y una hermana suya se decidieron á reformar la sociedad y restablecer el antiguo culto. Mama Cibaco, de extraordinaria belleza, es la madre de Inca Roca. La hermana de aquella, una famosa maga, aconsejóle que

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