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La cruz en América (Arqueología Argentina). Adán Quiroga
Читать онлайн.Название La cruz en América (Arqueología Argentina)
Год выпуска 0
isbn 4057664150981
Автор произведения Adán Quiroga
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Los descubrimientos de Ambrosetti en Tafí, también indican algo que si no es de una colonia peruana, corresponde á esa civilización anterior, en pos de la cual andamos todos.
Cuando una vez se abre algún capítulo en la historia de los descubrimientos arqueológicos, nos vienen á la memoria cosas que hemos leído, y á que no dimos mayor importancia.
Más de una vez me llamó la atención aquel incidente en la entrada de Juan Núñez de Prado, cuando él puso á los indios de Santiago bajo el amparo de la Cruz. En la parada que hizo no pudo haber convertido á esos indios al cristianismo porque no le alcanzó el tiempo. Hoy que sabemos que la Cruz se hallaba diseminada en los objetos de alfarería, y otros, se comprende que Prado no hizo más que utilizar una veneración que ya existía por el símbolo.[9]
Muchos habrán creido que la noticia de Lozano carecía de importancia; pero después se ha visto que el tal hecho consta en documentos hoy del dominio público.
El año 1896 el doctor José Toribio Medina publicó en Santiago de Chile la información levantada por Juan Núñez de Prado en su recién fundada ciudad del Barco, y marzo de 1551, poco antes de trasplantar la misma de su asiento en los llanos de Tucumán, al que después se le dió en los valles de Calchaquí.[10] En la 8.a pregunta se dice lo siguiente:
«8—Item si saben que estando el dicho capitán Juan Núñez Prado poblando en esta ciudad[11] envió á Martín de Rentería, alcalde, con hasta veinticinco ó treinta hombres que fuesen á conquistar é descubrir la tierra por ver lo que había en ella, el cual fué y llegó á Macherata y Collagasta y Mocata, que es cuarenta é cinco leguas de esta ciudad é ahí en Ligasta é Thomagasta é vió otros muchos pueblos é los cuales tomó posesión en nombre del dicho capitán Juan Núñez de Prado, é de la dicha ciudad, poniendo cruces en los dichos pueblos, haciendo entender á los caciques é indios que aquellas se ponían para que si viniesen cristianos, supiesen estaban en paz é no les hiciesen mal ni daño, ni tomasen sus haciendas, ni mujeres, ni hijos, los cuales quedaron muy contentos en haber lo susodicho é paz con los cristianos, sirviéndoles muy bien». (Tiraje aparte pp. 4 y 5.)
La pregunta 9 relata como en seguida salió Prado á recorrer lo visitado por Rentería y algo más, y continúa así:
«E habiendo salido de esta dicha ciudad con veinte é ocho hombres que consigo llevaba, un día que se contaron diez de Noviembre del año pasado de quinientos é cincuenta años, estando alojado junto al pueblo de Tepiro[12] un cacique que llevaba consigo de Tucumán[13] que le había salido de paz, le dijo como en el pueblo Thomagasta[14] había cristianos, que eran cinco leguas más adelante; é sabido por el dicho capitán Juan Núñez de Prado, luego procuró de que se tomasen algunos indios para saber que gente era, y luego se tomaron dos ó tres indios los cuales dijeron que en el dicho pueblo de Thomagasta había cristianos é que habían estado alanceándolos é robándolos é derrocando la cruz que estaba puesta, é no embargante que los indios les hacían cruces, como les habían dicho no dejaban de matarlos é robarlos é les habían hecho otros muchos malos tratamientos, etc.» Ibid. p. 5.
Llamado Martín de Rentería, depuso que todo esto era así, y al proseguir con la pregunta 9 agregó que había:
«Oido decir á Pedro de Rueda é á otras personas que venían con el dicho Villagrán, como habían entrado alanceando los dichos indios de Thomagasta llamando á la cruz que estaba puesta garabato, diciendo: que garabatos tienen aquí puesto los de Tucumán etc.» Ibid p. 14.
Es curioso que el Padre Domínico, Alonso Trueno, nada diga de las cruces, lo que demuestra que no fué él que las planteó.
Este documento no se conocía cuando el doctor Andrés Lamas publicó su edición de la historia de la conquista por el P. Pedro Lozano S. J. y, por esta causa no se dió la importancia que merecía á la noticia que de ello nos diera el famoso Padre. Sus palabras son estas:
«Prado, cuyo celo debemos siempre alabar, por lo que se esmeraba en adelantar los negocios de la fe con la autoridad y con ser ejemplo entre estos indios, en cuyos pueblos apenas sentaba el pie, cuando en piedad cristiana hacia enarbolar cruces, para que los bárbaros las adorasen.... con cuya diligencia cobraron las bárbaros tal estimación de la Santa Cruz, que hasta los mismos gentiles la veneraban por el mayor de sus ídolos.» Historia de la Conquista, t. IV., p. 128. Ed. Lamas.
En su historia, el autor, refiere este episodio como si correspondiese á los meses posteriores al incidente con Francisco Villagrán en Tuamagasta, pero de la información del año 1551 se desprende que esto se hizo desde el primer momento de la entrada.
El nombre de «garabatos» que la gente de Villagrán daban á estos signos de la Cruz, y la ninguna mención que de ellos hace el Padre Trueno en su declaración nos ponen en el caso de sospechar que él no estaba muy convencido de la eficaz fe cristiana de los indios en este símbolo, cuando acudían á su amparo.
Por otra parte, no se halla ninguna referencia, ni en Bárcena ni en Techo, ni en ninguna de las cartas anuas, á estas Cruces del arte Calchaquí, y no obstante, como se vé en las colecciones y en los numerosos ejemplos citados y reproducidos por el doctor Quiroga, no hay signo que se presente con más frecuencia que este de la Cruz.
Ya hace algún tiempo que había yo reunido algunos ejemplares de la Cruz en la alfarería, para un estudio sobre el simbolismo de la región calchaquina, que permanece aún inédito; allí hacía notar que se relacionaba el signo este con los dioses acuáticos y con el agua, más nunca llegué á identificarle con el suri y con el sapo.
La identidad del suri (el avestruz americano) y de la Cruz en todo lo que se refiere al agua, puede decirse que ha sido descubierta entre nosotros por el doctor Quiroga, y seguramente es una de las partes más interesantes de su trabajo. Después que el doctor Quiroga llamó mi atención á los locos gambeteos del suri, cuando está por llover, he tenido ocasión de observar una de estas aves, y he notado que es el mejor de los barómetros. Los movimientos excéntricos de alas, patas y pescuezo, reproducen las figuras que se notan en los pucos[15] y tinajas, y no hay postura que se advierta en éstas, por violenta que sea, que no la véamos también en el ave en vida, cuando está por llover. Valiéndome de la advertencia de mi amigo, más de una vez en este año (1901) he adquirido fama de buen profeta de lluvia. Siendo, pues, la Cruz, como muy bien dice Quiroga, el símbolo del agua ó de la lluvia, y observando los Machis ó Hechiceros, la conducta de los suris en vísperas de la lluvia, lo más natural era que se pintase lo uno con lo otro. Lo del sapo se impone, y la sustitución de uno de estos símbolos por el otro, es una de las pruebas más satisfactorias que nos ofrece el autor de que la Cruz, con el suri ó sin él, es llamativa del agua.
Por lo que hace á la serpiente y su simbolismo, creó que también acierta Quiroga. Me consta que el vulgo nuestro, cree que una víbora en un lugar, en tiempo de tormenta, basta para hacer que allí caiga rayo; y un lindo espécimen que reservaba para un amigo naturalista en un rancho de mi hacienda fué destruido y arrojado lejos porque empezó á tronar, y los dueños de casa temían ser víctimas del rayo, si no se deshacían del incómodo huésped, que no necesitaba estar vivo para perjudicar.
Como no es posible dudar ni por un momento del origen americano de la Cruz, en general y también en la región de Calchaquí, por el modo como se presenta y las combinaciones en que entra, justo es que tratemos de darle el lugar que le corresponde en el simbolismo de la mitología de nuestro hemisferio; y á esto se dedica con todo empeño el autor en su obra. Se ha comprobado su existencia como símbolo sagrado: se ha visto que, no en todas partes se presenta en la misma forma; que en una es atributo de un dios tal ó cual, que en otra es adorno de un vaso sagrado; así designamos las urnas que acompañaban á las inhumaciones de los cadáveres en Calchaquí. Hay pues que establecer y distribuir estas diferencias regionales que tanto nos ayudarán á dar