Скачать книгу

cronistas opinan que el Apóstol del Perú fué San Bartolomé, á causa de la manera como se representaba á Huiracocha en los templos dedicados á su culto[34].

      Los PAY americanos, ó sean Pay Zumé, Pay Abaré y Pay Tumé, los primeros del Brasil y el tercero del Perú, son los Apóstoles mismos, portadores de la Cruz en las tradiciones y monumentos nativos. Los nombres de Zumé y de Tumé tomáronse por corrupción de Thomé. Y en efecto: estos Pay aparecen como grandes doctrinadores de un nuevo orden de cosas en materia de religión, figurando en las leyendas míticas como seres extraordinarios.

      En el sentido americano de la palabra, Pay, es un profeta, un adivino, un mago, un hechicero, ó un gran brujo[35]; los Pay son de la familia de esos mismos que los misioneros encontraron y conocieron en el Paraguay y otros pueblos, los que predicaban ser hacedores de todas las cosas, dueños de las lluvias y dominadores de la tempestad, como el indio Antecristo de los pueblos de Piti y Mara, en el Perú, lugar teniente de Dios, que tanta maravilla obró, al decir del P. Ramos.

      Pay Zumé, el Apóstol de la epístola del P. Nóbrega, en 1552, sería un hechicero de extraordinarias facultades, por lo que tanto le recordaron brasileños y paraguayos. Lo mismo decimos de Pay Tumé[36].

      El nombre de Abaré no podía cuadrar á ningún Apóstol, por cuanto era oprobioso en la gramática de la lengua, pues para el indio equivalía á «hombre que no gusta de mujeres», á estar á las crónicas de los misioneros mismos[37].

      El Pay Tumé del Perú, aparece ser el Pay Zumé brasileño y paraguayo, según Lozano, Montoya y otros[38]. Lozano consigna una breve noticia de Pay Tumé, tomada de una relación manuscrita del doctor don Francisco de Alfaro, transcribiendo Montoya el párrafo pertinente[39].

      En definitiva: todo cuanto se ha escrito sobre la Cruz americana en los siglos XVI y XVII á cerca de una supuesta predicación evangélica antecolombiana, no reposa sinó en fundamentos deleznables é inconsistentes; y el celo de los P. P. de la Compañía engañóles á sí mismos, ó contribuyó á que les engañara, dejándose seducir por los relatos de los naturales, quienes matizaban sus viejas tradiciones con alguna novedad española, en el propósito de propiciarse la buena voluntad de los aparecidos invencibles, los que llenaron de turbación sus espíritus, y á los que vieron adueñarse de sus tierras, estableciendo su imperio en todos los órdenes de la vida. Es claro, entonces, que los venidos del mar tendrían también precursores llegados por la mar; que los profetas no podrían ser advenedizos y que arribaron precedidos por otros profetas; que los blancos no surgieron de golpe, sinó que mucho antes aparecieron anunciados por otros blancos como ellos, con los cuales los naturales sellarían el pacto de esperarles en día no lejano. De tal modo se explica la antigua evangelización y el tan decantado y misterioso origen de los Apóstoles[40].

      Mucho se ha insistido, aún después del siglo XVII, en hallar pruebas de que la Cruz fué importada al Continente, en los mitos y monumentos americanos, después de sometidos á un estudio sin prevenciones, y cuando se hicieron á un lado las disquisiciones teológicas; pero examinadas tales pruebas con criterio desapasionado resultó que nada se había avanzado con el cambio de sistema, y que la veneración á la Cruz de parte de nuestros naturales, aunque un hecho comprobado, fué siempre un misterio, hasta que la arqueología, en lugar de la filosofía, se avocó la solución del problema.

      Los mitos y monumentos peruanos, aztecas y mayas fueron observados, estudiados y comentados.

      Pachacámac, llamado «el Invisible», aparece en primer término como el portador de la Cruz, no obstante el desengaño que sufrieron los piadosos misioneros con las noticias que Miguel Estete en sus Relaciones del Descubrimiento del Perú ofreció del dios y de su templo, después de haberles visitado con don Hernando de Pizarro[41].

      Y es que Pachacámac era «el vivificador del mundo»; y aunque espíritu sútil é impalpable, no por eso dejaba de ser representado con singulares formas antropomorfas.

      Pachacámac fué la divinidad del occidente de los Andes, al cual chimos y yungas levantaron su templo en el valle de Lerin. Oriundo del mediodía, lucha con Con, el fetiche acuático, el cual fué por aquél rechazado al norte, llevándose la lluvia, lo que hace creer que Pachacámac sea la forma politeista del viento que produce la seca, ó el elemento fuego, adversario del agua, ese ignis animal de que hablaba el clásico latino, padre de los gigantes ó de las poblaciones antiguas, que sin duda tendría mucho qué hacer con las grandes convulsiones geológicas del Perú[42].

      Lo propio que con Pachacámac, ó el elemento fuego, ha sucedido con Huiracocha, el mito acuático aymará, viendo los cronistas en Atticci Viracocha, el Hacedor, al portador de la Cruz y predicador del Evangelio.

      Es este el famoso bulto de piedra de Cacha, de que recordaba don Pedro de Cieza, conforme al talle de un hombre, con vestiduras largas y cuentas en las manos; aunque en la segunda parte de su obra niega lo de las cuentas, «lo cual es burla», según él mismo, lo propio que aquello de que tenía puestas las manos sobre los cuadriles.

      Este Atticci Viracocha, á estar á lo que de él refiere Cieza, de que «de los cerros hazía llanuras y de las llanuras hazía cerros grandes, haziendo fuentes en piedras vivas», podría ser considerado como el mito de las fuerzas terraqueas, si no supiéramos que es la gran divinidad politeista del agua, ó el genio de las masas líquidas, del lago, del mar, de las lluvias del cielo. Con Huiracocha, en el momento de la conquista, el pueblo incaico caminaba hacia el monoteismo, por la supremacia de ese Illatici-Viracocha-Pachacámac[43], trinidad sintética, en la cual confundíase el mito de Catequil de la cosmogonía nacional de las viejas razas, así como el Pachacámac yungueño, que unidos al mito de Tiahuanaco constituían una unidad vivificante y creadora formada por el huracán, el fuego y el agua. El nombre de Viracocha llegó á ser adoptado por uno de los Incas, y en la enseñanza esotérica del sacerdocio peruano apareció como el «Dios Desconocido», de tal modo que el Titicaca, origen de los aymarás, llegó á ser la cuna mística de los jefes del culto heliolátrico[44].

      Los padres agustinos á que nos hemos referido, hablan de otra divinidad peruana llamada Tunapa, esto es, gran Sabio y Señor, y por veneración Taapac[45], ó hijo del Creador. Este aparecido discurrió por las provincias del Collao, las cercanías del Cuzco y otros puntos distantes. Era un hombre venerable en la presencia, grande en la estatura, zarco, barbado, destocado y vestido de cuxma, sobrio, enemigo de la chicha y la poligamia. Su residencia favorita fué Carabuco, en donde se dice que plantó la Cruz que llevaba. Fray Diego Ortiz escribe que en la isla del Titicaca se encontraron impresos sus pies.

      

      Para que se vea quien era Tonapa, el supuesto aparecido, basta leer lo que sobre este personaje mítico ha escrito el Yamqui Pachacuti, el que reproduce sus himnos[46].

      Tonapa es un dios fálico-solar. De los himnos cantados por Guascaryngatopacuçiguallpa, arrepentido de haber adorado á los Huacas, despréndese que Tonapa es un siervo de Huiracocha[47].

      Tupá es dios, y Thupa nombre de honor equivalente á «Señor», según Lafone Quevedo[48]; Thupac, significa «cosa resplandeciente», según Mossi[49]; de modo que Tonapa es un epíteto solar, y el dios una encarnación de lo mismo. La morfología quichua permítenos analizar su nombre en estas dos formas: Tona-apa y Tonapa: la primera nos lleva al tema Thonay, «piedra de moler» ó «falo»; Apa es un verbo que dice «llevar cargando»,—de modo que daría: «el que carga el falo»[50].

      Los grandes monolitos de Tiahuanaco, que Cieza atribuye á representaciones de Atticci Viracocha[51], fueron tomados también por figuraciones de los Apóstoles de la Cruz.

      Wiener en su obra[52] reproduce la interesantísima figura antropomorfa del bajo relieve central de la puerta monolítica de Tiahuanaco, atribuyéndola á una representación del Dios-sol. La cabeza del dios está rodeada de veinticuatro rayos, seis de ellos terminados en cabezas de león, signos de la fuerza, según el autor citado; los demás rayos son alusiones á la fuerza creadora del sol; las líneas como meandros que rodean la figura, valen por símbolos de generación; las lágrimas de sus ojos son alusiones á la lluvia fecundante; los pescados

Скачать книгу