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La cruz en América (Arqueología Argentina). Adán Quiroga
Читать онлайн.Название La cruz en América (Arqueología Argentina)
Год выпуска 0
isbn 4057664150981
Автор произведения Adán Quiroga
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Fig. 3. Cruz venerada en el templo del Sol, de Palenque.
La Cruz de Palenque, sin lugar á dudas de ningún género, es un interesante elemento de escritura sagrada, un símbolo, cuyo valor mitológico puede calcularse por haber sido esculpida sobre piedras sagradas, en el recinto de un templo erigido en honor del sol. Es para nosotros el ave, el volátil asentado encima de la Cruz, la figura emblemática que puede llevarnos á clasificarla como un símbolo atmosférico, si es que el ave, ofrendada de parte del indio, es la representación ornitomorfa de la Nube que produce la lluvia por acción del sol[108].
En la América Central, más que una cosa principal del culto, la Cruz fué una insignia de los dioses del Aire, y figuró como un emblema acuático, entre otros. Sus cuatro palos, ó dos líneas que se cortan en ángulos rectos, representaban los cuatro vientos que traían las nubes, de las que caía la lluvia, que fecundaba y alentaba todas las cosas.
Lo mismo sucedía en Cundinamarca. La Cruz en este país fué objeto de veneración á causa de aparecer como el signo gráfico figurativo de los puntos cardinales y de la rosa de los vientos, siendo aquellos cuatro puntos en toda América cuatro genios del viento, cuatro personalidades míticas tutelares; de modo que cuando se habla del «norte», lo que en realidad quiere decirse es «viento que sopla del norte». Estos cuatro vientos, estos cuatro genios arrastran las lluvias; y de aquí el importantísimo papel que desempeñan en las cosmogonías de los dioses-agua ó dioses-sol.
En el Perú, igualmente, la Cruz aparece con mucha profusión; pero las cruces peruanas no han sido estudiadas por la arqueología, sinó por la filosofía religiosa, con su mal preparado criterio.
Una breve noticia de las cruces enumeradas por los cronistas de Indias bastará para que nos demos cuenta exacta de la importancia que se atribuyó al símbolo en el pueblo de los Incas.
El P. Techo[109] menciona especialmente la Cruz de Carabuco, aldea contigua al Titicaca, y sin duda influenciada por su civilización. Esta Cruz, cualquiera que sea el motivo invocado, aparece arrojada varias veces al agua, sobrenadando en la corriente, sin hundirse, é inaccesible al poder del fuego. La Cruz fué enterrada, por fin, en un hoyo profundo en las márgenes del lago, del cual es fama que la estrajo el cura Sarmiento, después de la revelación de los indios anansayas[110]. Es también digna de llamar la atención la influencia de la Cruz sobre los rayos, pues al decir de Montoya, nuestro Señor hacía con esta cruz muchos milagros, y principalmente «contra los rayos»[111].
La de Santa Cruz de la Sierra, que dió su nombre á la provincia, fué mentada por Fr. Gregorio García en su Predicación del Evangelio. El cronista cuenta que esta Cruz se veía grabada en medio de una roca, junto á unos pies esculpidos, que se dicen ser de Pay Zumé, dato que nos indicaría que la Cruz de que tratamos no es otra cosa que un signo complementario del de los pies esculpidos, de que nos ocupamos en el capítulo anterior, ó sea: un símbolo acuático ó astrolátrico.
Corrobora esta creencia la noticia del P. Josef de Acosta[112] de que los indios, cuando la adoraban, demandábanle lluvias.
El P. de la Calancha escribe sobre la Cruz misteriosa de los Chunchos, entre las montañas; y está demás decir que para este escritor fanático es obra del Apóstol.
De la famosa Cruz del Cuzco, que los españoles llevaron á la catedral, labrada «con mármol fino, de color blanco y encarnado de jaspe cristalino», ocupóse el Congreso de Americanistas de Luxemburgo, haciendo notar el marqués de Monclar[113] que la Cruz existió en el centro mismo del imperio de los Incas, y que era allí objeto de gran veneración. El marqués negaba que pudiera representar los cuatro puntos cardinales, como se sostenía á causa de habérsela encontrado colocada verticalmente, colgada de su agujero de suspensión.
Lozano[114] hace referencias á esta insignia «que tuvieron en veneración» los ingas, siguiendo á Garcilaso de la Vega[115]; siendo de advertir que éste duda de los motivos de «su veneración», pues asegura que era simplemente venerada y no «adorada»,—«lo cual escribe, debía ser por su hermosa figura, ó por algún otro respeto que no saben decir».
De este modo, la Cruz de mármol se convertía para Garcilaso en un fetiche Canopa.
Respecto á la observación del marqués de Monclar, que la Cruz no podía ser emblema de los cuatro puntos cardinales á causa de su colocación vertical, no la juzgamos argumento serio.
Los mapas murales, colgados verticalmente, figuran la planicie de la tierra y de los mares, no obstante. Si la Cruz representaba los puntos cardinales, y en tal concepto recibía veneración, no era preciso que estuviese horizontalmente colocada, por cuanto ella no representaría propiamente un signo geográfico, sinó que valdría como un emblema sagrado, alusivo á los cuatro vientos venidos de los cuatro rumbos; y, por otra parte, si en las ceremonias hacíase necesaria su disposición horizontal, así se efectuaría en cada caso ocurrente, colgándosela de nuevo.
Lo que nosotros dudamos es que se haya probado que esta Cruz peruana representaba los puntos cardinales, por más que así lo fuese en otros pueblos americanos.
En el imperio parece que los Incas mismos portaban la Cruz, pues, según Fernández, los candidatos al llauto vestían una camisa blanca «con cosa que se asemejaba á una cruz bordada en el pecho»[116].
En Chile, en donde el Apóstol sólo estuvo de paso al decir de los cronistas, se han encontrado interesantes objetos arqueológicos con cruces. En el capítulo sobre la Cruz en los Petroglyfos tendremos, por ejemplo, ocasión de hacer notar las interesantes cruces con que está ornada la pictografía de Tinguiririca, al lado de otros símbolos de indiscutible valor acuático ó atmosférico, lo que podría servir para determinar su valor figurativo en la región andina.
Nuestro Tucumán, no obstante el silencio de los cronistas, que no han parado su atención en las riquezas arqueológicas de la tierra, es, sin duda alguna, la nación americana más rica en figuraciones de cruces nativas, ya sea en sus petrografías ó pictografías, como en su espléndida cerámica, en sus ídolos, y hasta en sus diversos objetos artísticos de adorno ó de fantasía.
Da nuestra sola colección de objetos calchaquíes podríamos presentar un centenar en los cuales la Cruz, hermosamente trazada, aparece pintada, grabada ó esculpida, siempre con marcada insistencia, y con motivos determinados, obedeciendo á una tendencia simbólica uniforme, sin excepciones que hagan vacilar al espíritu arqueológico.
Es por estas circunstancias que la Cruz de Calchaquí será preferentemente estudiada en este libro; y á ello deberemos en gran parte poder arribar á conclusiones que á nuestro juicio no admiten réplicas, resolviendo definitivamente el ya secular problema.
Tal como hasta ahora aparece el signo, y por los datos someramente consignados, puede decirse con el marqués de Nadaillac que la Cruz americana era tenida «como el símbolo de la potencia creatriz y fertilizante de la naturaleza»[117].
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