Скачать книгу

de calidad de las instituciones —o de sus programas— a partir del análisis de los informes que los pares académicos realizaban sobre los propios informes de autoevaluación elaborados por las propias universidades. Cada uno de esos procesos se basaba en el seguimiento de guías, procedimientos, glosarios y criterios establecidos por las agencias, algunos de los cuales a su vez habían sido consensuados con las universidades, lo cual establece una relativa estandarización y homogeneización de los sistemas de educación superior a partir de acotar su diferenciación de calidad. Adicionalmente, se acompasan esas dinámicas con la creación de un banco de pares, conformado sobre la base de criterios específicos de selección y roles claramente más acotados para la tarea de los pares nacionales evaluadores, junto con una presencia de pares evaluadores externos que colaboran con los pares locales en una tarea que, muchas veces, se ha reducido a verificar si las autoevaluaciones eran objetivas y reales y a recomendar acciones de mejoramiento de la calidad.

      Las agencias nacieron de la masificación estudiantil, los circuitos diferenciados de calidad y la proliferación institucional mercantil, pero tuvieron —y tienen— dificultades para asumir los desafíos de la globalización, el carácter privado educativo, la revolución de saberes y las nuevas tecnologías. En las nuevas etapas que se comienzan a plantear incide además la evaluación de los resultados y dinámicas de las propias agencias de acreditación en la región, más allá de sus pocos años de existencia. Estas realidades son las que están sentando las bases institucionales para el pasaje de la mera existencia de agencias de evaluación hacia sistemas más complejos de aseguramiento de la calidad, lo que implica atender a la diversidad de los niveles educativos, de los sectores sociales, de las practicas pedagógicas y de los desarrollos disciplinarios, que requieren específicas instituciones, mecanismos o políticas.

      Sin embargo, más allá de estas carencias —que marcan un cierto panorama desolador que se agrega a los resultados de los procesos de evaluación, en términos de la efectiva ejecución de los planes de mejora recomendados—, se constata que en los últimos años estas instituciones han representado el inicio de cambios significativos en la región, entre los cuales cabe destacar la formación de una cultura de la evaluación (Colombia), el establecimiento de requerimientos mínimos (Cuba), la obligatoriedad de la acreditación (Ecuador y Panamá), la existencia de un organismo único que autoriza a los órganos acreditadores (México), el alto nivel de evaluación de los postgrados (Argentina), el establecimiento de un sistema que cubre a todos los niveles educativos (Perú), o un sistema de acreditación asociado al acceso a recursos financieros (Chile).

      El escenario de los próximos años, además de continuar la consolidación y la profesionalización de estas instituciones, estará marcado por nuevos desarrollos conceptuales y mecanismos evaluativos que propendan a una mayor eficiencia, así como a una mayor garantía en la transparencia de los procesos. El consenso respecto a anular las representaciones partidarias en Argentina en una futura nueva ley de acreditación, la incorporación de estudiantes en la agencia de Chile, o la decisión en la Constitución de Ecuador de que la agencia no incluya representantes de las propias universidades, para que no sean juez y parte, apuntan en esas direcciones. En este sentido, además, parece estarse pasando desde agencias de aseguramiento de la calidad hacia sistemas más complejos y completos de aseguramiento en los cuales una multiplicidad de instituciones y organismos colaboren con distintos roles en ese proceso. Igualmente se constata el lento pasaje desde procesos basados en la voluntariedad de la acreditación hacia su obligatoriedad, directa o indirecta, como por ejemplo como requisito para la obtención

Скачать книгу