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la centralidad de los procesos pedagógicos respecto a las determinaciones del aula o del docente, como se producía en la educación presencial tradicional. Más allá de estos materiales, otros elementos como los requerimientos de ancho de banda y de conectividad, los derechos de autor de los materiales documentales, visuales o auditivos, y los propios equipamientos están alterando la ecuación de los costos y el funcionamiento de la educación, así como el peso del docente en los procesos instruccionales. Además, la centralidad educativa de los materiales instruccionales genera una mayor capacidad de cooperación a través de la compra de materiales de otros, pago de derechos de autor, uso de filmaciones pregrabadas, cesión de acceso a bibliotecas u otros documentos digitales, como nuevos lenguajes de esta cooperación que abre las instituciones educativas, en dinámicas de aprendizaje basadas en equipos multidisciplinarios, a los mercados de bienes y servicios culturales-educativos. Así, ante estos escenarios cada vez más flexibles, e individualizados, se complejiza el proceso de evaluación, que además no se focaliza en transferir información sino en los autoaprendizajes que constituyen un paradigma educativo distinto al del modelo presencial insumo-producto que caracteriza a los sistemas de evaluación. Algunos sugieren poner un “policía académico” en cada campo virtual, hacer presenciales los exámenes, reducir las flexibilidades, auditar los materiales instruccionales, buscando utópica y burocráticamente detener el avance tecnológico, y el cambio del propio paradigma educativo.

      Los procesos educativos, si bien solo existen en contactos de interacción, se producen a nivel individual de cada persona, en sus propios procesos de comprensión y conexión de información en su cerebro. En tal sentido, la individualización de la educación va a reconocer cada vez más que los procesos cognoscitivos son individuales y específicos, así como también las capacidades personales, y por ende los requerimientos de saberes. Antes, la educación era igual para todos, y a partir de allí las personas con esos saberes podían alcanzar la igualdad de oportunidades. Hoy, el cambio hacia la educación permanente determina que “las educaciones” van a tender a ser cada vez más diferenciadas, ya que los recorridos laborales tienden a ser propios de cada persona en el marco de la especialización de los trabajos, lo cual obliga a una mayor especialización educativa que no puede ser alcanzada por las “fábricas” educativas —en tanto sistemas masivos, formales y ritualizados de enseñanza—, sino con la individualización de la educación. Este proceso de individualización no estará basado en los saberes básicos, en los niveles de pregrado, sino en los postgrados, en las áreas de especialización, y obviamente promoverá el pasaje a la fase de la recertificación de competencias profesionales como eje de los procesos educativos.

      En esta nueva realidad, el futuro requerirá la creación de nuevos paradigmas evaluativos de saberes globales, individualizados, especializados y signados por la creación de saberes, que se expresarán más en procesos de evaluación de aprendizajes y de las competencias adquiridas, y en una menor importancia en la evaluación de los insumos y de los procesos, que hoy son el paradigma dominante de las agencias de evaluación. Tal paradigma, sin embargo, empieza a cambiar en Colombia, México, Ecuador y Brasil, que en diversa dimensión incorporan los exámenes finales de egreso y los licenciamientos profesionales ante los colegios profesionales u otros ámbitos. Ello implicará, sin duda, sistemas más eficientes, eficaces y neutros, en el marco de un mayor poder de la sociedad civil y menos de la regulación política institucional burocrática documental. El nuevo paradigma de la individualización de la educación deberá asociarse a un nuevo paradigma evaluativo. Hoy, el paradigma de la evaluación no logra integrar ni la masificación institucional y la diferencia institucional, ni tampoco la educación trasnacional, la educación virtual, o la diversidad de saberes. Como todo discurso en crisis incorpora parches y remiendos conceptuales, con lo cual a su vez expresa la necesidad de pensar en un nuevo paradigma de evaluación de los conocimientos que se requiere para promover una educación de calidad y diferenciada, esa que promueve la sociedad del conocimiento.

      45- Fernández Lamarra, N. (2007). Educación superior y calidad e América Latina. Buenos Aires: IESALC-UNTREF.

      46- Ramalingam, B. (2005). Implementing Knowledge Strategies: Lessons from International Development Agencies. Documento de trabajo n.o 244, edición de abril. Reino Unido: Overseas Development Institute.

      47- González, L. E. (2005). “El impacto del proceso de evaluación y acreditación en las Universidades de América Latina”, en Los procesos de acreditación en el desarrollo de las Universidades. Santiago de Chile: CINDA, IESALC, Universidad de Los Andes. Fernández Lamarra, N. (2004). La evaluación y la acreditación de la calidad de la educación superior en América Latina y el Caribe, situación, tendencias y perspectivas. Estudio Regional. Edición de diciembre. www.iesalc.unesco.org.ve

      48- CINDA (2007). Informe sobre la educación superior en Iberoamérica. 2007. Santiago de Chile.

      49- Fernández Lamarra, Op. cit.

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