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fue una derivación de la diferenciación institucional que promovió distintos tipos de instituciones, de la expansión del modelo binario público-privado, de la diferenciación pedagógica en términos de niveles de calidad, de las diversidades disciplinarias que se incentivaron ante la expansión de nuevos saberes, de la irrupción de las TIC —que posibilitó la existencia de nuevas modalidades de educación presencial y no presencial—, de la diferenciación entre tipos de saberes entre las instituciones universitarias y las instituciones no universitarias. Finalmente, cabe destacar la aparición de otra desarticulación con la expansión de los postgrados como educación de la sociedad del conocimiento, que promovió una diferenciación entre el tercer y el cuarto ciclo así como al interior mismo de los postgrados, por la existencia de varios niveles a su interior. Todo el sistema, que ya tenía una fuerte entropía, sufrió un sensible incremento de los niveles de desarticulación de sus diversos componentes. La propia masificación en condiciones de mercado promovió la diferenciación y, en el contexto de globalización, de las nuevas tecnologías y de la expansión de saberes, ello elevó los grados de desarticulación.

      Ha sido una derivación de la existencia de marcos normativos que establecen la autonomía de las universidades públicas y la libertad de mercado de las instituciones privadas, al tiempo que los institutos de educación media y los no universitarios sí están sujetos a decisiones políticas de los gobiernos, dificultándose el establecimiento de políticas de coordinación y articulación.

      La desarticulación de la educación significa que esta no funciona como un sistema, sino como una secuencia de rupturas con distintos niveles autónomos y desconectados en términos pedagógicos y administrativos, los cuales inciden significativamente sobre los índices de deserción y de abandono; ello genera altos niveles de ineficiencias económicas para las familias y los países, y junto a la propia existencia de estudios terminales, limita los recorridos continuos que requiere la demanda de educación permanente. Sin embargo, más allá de las diversas barreras interinstitucionales, uno de los centros de la desarticulación está asociado a niveles de calidad no homogéneos. La educación carece de una lógica sistémica como servicio público de educación, y funciona a través de un conjunto desarticulado de instituciones con prácticas y modalidades autárquicas en una dinámica de funcionamiento desconectada y, a su vez, con múltiples centros de regulación.

      La articulación no significa una homogeneidad de las modalidades educativas ni institucionales, sino la posibilidad de conciliar las libertades institucionales para responder a las distintas demandas educativas con individualizados recorridos académicos en función de las capacidades e intereses de las personas, con roles y características propias y específicas de cada nivel o modalidad, junto con la posibilidad de transferir los aprendizajes en los otros componentes del sistema. No se refiere a meros conectores entre las múltiples instancias del panorama educativo, sino a vías de doble tránsito que puedan permitir múltiples interacciones entre los distintos niveles, sectores y modalidades educativas, cada una con sus propias especificidades y necesidades, pero reconociendo mutuamente los estudios. La articulación, sin embargo, no se reduce a redes y nodos al interior de los sistemas educativos, sino también a su exterior, en relación a la praxis, al mundo del trabajo, a la investigación, a la acción social, o a las infinitas posibilidades de conexión entre la sociedad y las instituciones educativas.

      La articulación es el medio para permitir la existencia de múltiples recorridos académicos de aprendizajes personales. Es el mecanismo para reducir la tasa de deserción y de abandono que mayoritariamente se produce, tanto al inicio de un nuevo ciclo, como durante su recorrido —dado que casi no existen salidas intermedias en los sistemas de educación en la región—, así como para favorecer la educación permanente en el contexto de creciente flexibilidad laboral, dando libertad a las personas en la escogencia de sus opciones educativas. En las nuevas concepciones y prácticas educativas, la movilidad estudiantil es la base de nuevas modalidades pedagógicas de aprendizaje en entornos globales, en tanto los recorridos no son solamente disciplinarios sino que hay otros abordajes, de tipo transdisciplinarios o integrados a la práctica, que solo son posibles en el marco articulaciones interinstitucionales.

      La formulación de políticas y mecanismos de articulación al interior de los diversos ciclos y niveles educativos y la creación sistemas con múltiples articulaciones está en el centro mismo de las políticas educativas, así como de las tendencias más dominantes de las regulaciones públicas en educación superior. Tales políticas permiten visualizar concepciones diferenciadas sobre las relaciones entre el Estado y la sociedad, sobre la autonomía de las instituciones y sobre el rol de la educación respecto a las demandas laborales de la sociedad. Asimismo, las diversas políticas públicas están asociadas a modelos de gestión sistémicos de consenso, o basados en la autorregulación de los actores, o en un funcionamiento a partir de normas impuestas para los diversos actores. Entre las modalidades más significativas podemos encontrar:

      » Esquemas de articulación con alta flexibilidad y libertad de las instituciones educativas sobre la base de estándares comunes de calidad, pero en los que cada institución establece los ingresos por la vía de exámenes.

      » Esquemas de articulación sobre la base de la legalización de las opciones y de las decisiones que crea el mercado, fundamentalmente entre acuerdos entre las instituciones.

      » Esquemas de articulación sobre políticas públicas que establezcan los procedimientos claros de articulación, muchas veces sobre la base de la creditización de los aprendizajes.

      » Esquemas de creación de ámbitos institucionales de evaluación y autorización como conectores y puertas que producen el reconocimiento, reválida u homologación de saberes adquiridos en los distintos niveles y modalidades educativas.

      La creación de sistemas de educación superior a partir de claras articulaciones no excluye los niveles de diferenciaciones para atender a los mercados laborales en sociedades altamente heterogéneas. En el sistema estadounidense las diferenciaciones son la base de un funcionamiento altamente competitivo y diferenciado, siguiendo el sistema europeo, las homogeneidades son la base de un sistema igualitario. Sin embargo, más allá de esa macroorientación, el desafío de la política de regulaciones es conciliar la diferenciación institucional y pedagógica con la necesidad de promover la articulación, los saberes especializados con los saberes básicos, los ámbitos disciplinarios con los enfoques transdisciplinarios, los saberes técnicos con los saberes académicos. Las áreas de las potenciales articulaciones son múltiples: entre la educación y el mundo del trabajo que asume la forma de pertinencia; en la transición de la educación básica a la media y de esta a la superior —que son los momentos de mayor repetición y abandono— y que remite a los sistemas de admisión entre unidades académicas de una misma institución; entre instituciones tanto públicas como privadas a nivel de pregrado y postgrado; entre niveles de saberes especializados, técnicos o académicos; entre las instituciones no universitarias y las universitarias; entre instituciones nacionales y extranjeras; entre las distintas modalidades pedagógicas (presencial y virtual), así como entre los distintos niveles del postgrados (diplomado, especialización, maestría, doctorado, etc.). El grado de coherencia de un sistema de educación superior está dado por el mayor nivel de articulación entre los diversos subsistemas.

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