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      Pero si te fijas bien, esa es la imagen que pintó Jesús: un mundo en el que la gente está tan satisfecha con su autosuficiencia, que apenas piensa en los asuntos eternos. Comparó el fin del mundo con los tiempos de Noé, cuando “la gente comía y bebía y se casaba” como si todo estuviera perfectamente bien y nada fuera a cambiar. Nos recuerda que, aunque la vida luzca hermosa, el sol brille y las flores florezcan, esta vida va mucho más allá de la mera búsqueda de la felicidad temporal. Hay una eternidad que debemos comenzar a vivir hoy.

      El crecimiento espiritual – parte 1

      “Hijos míos, otra vez sufro dolores de parto, hasta que Cristo se forme en ustedes. ¡Ojalá estuviera yo ahí ahora mismo para hablarles de otra manera, pues no sé qué pensar de ustedes!” (Gál. 4:19, 20).

      Uno de los mejores cristianos que conozco es alguien a quien rara vez veo cara a cara. Lo llamaré señor Juan.

      El señor Juan es dedicado y motivado, y le encanta trabajar para Dios y servir a otros. Sin embargo, aunque se ha vuelto más tolerante y humilde con el paso de los años, su personalidad tiene un lado oscuro. Ve el cristianismo como una lista de lo que se debe y no se debe hacer. Algunos dicen que se apresura en juzgar a los demás por la apariencia o por otras debilidades que pueda percibir. Sin embargo, lo curioso del señor Juan es que antes era un pecador público. Se emborrachaba e insultaba a los demás. Era todo aquello que condena hoy, pero ahora que es cristiano, ha tomado una actitud intolerante y legalista.

      Un amigo al que llamaré Beto me llamó la otra noche para preguntarme:

      –¿Tú crees que en la iglesia le lavan el cerebro a la gente?

      –Bueno –le respondí–, lo que científicamente se conoce como lavado de cerebro, lo cual es muy discutible, es generalmente algo muy intenso en una situación muy controlada y aislada, lo cual es bastante difícil de llevar a cabo a gran escala. ¿Por qué lo preguntas?

      –Es que –respondió–, cuando somos niños, nos enseñan canciones simplistas como: “Cristo me ama”. Canciones como esa, y la enseñanza constante de que debemos confiar en Jesús como nuestro salvador, ¿no te parece un lavado de cerebro?

      –Me parece que enseñan una visión del mundo de una manera apropiada para la edad –le dije–. Y creo que la mayoría de la gente no tiene problemas en escoger su propio camino cuando crece.

      –Tal vez –dijo Beto–. Pero no sé, todo me parece muy calculado.

      –Bueno, cuando se cree firmemente en algo, se tiende a querer transmitirlo a los hijos, ya sea la religión, el valor del dinero o el trabajo duro. Lo que no quiere decir que la gente no pueda usar eso como manipulación. La mamá de una amiga se sentaba junto a su cama en la noche y la manipulaba diciéndole que el resto de la familia iría al cielo y que ella esperaba que su hija también fuera con ellos. Actitudes como esa sí me parece que pueden hacer daño psicológico.

      Continuará.

      El crecimiento espiritual - parte 2

      “Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño” (1 Cor. 13:11).

      Beto continuó:

      –En serio. ¡Mi exnovia se volvió loca! Perdió la cordura. Ella fumaba como una chimenea y era súper divertida, pero ahora solo usa faldas hasta los tobillos y se la pasa contándome un montón de teorías conspiratorias absurdas. Sé que esto puede pasar con cualquier religión, ¡pero es inaudito!

      –Bueno –le dije–. Yo conozco gente así, con una visión del mundo muy en blanco y negro, sin matices. Pero la religión saludable se centra en las relaciones, no en las reglas.

      Lo cierto es que pasar de un extremo a otro es algo normal de la naturaleza humana. E incluso bastante saludable, hasta cierto punto. Alguien que no tiene raíces espirituales, que simplemente hace lo que se siente bien y vive el momento, podría necesitar un respiro y disfrutar de cierta mesura temporal.

      Los psicólogos identifican cuatro etapas del crecimiento espiritual que todos pueden experimentar potencialmente, aunque se puede permanecer en una etapa durante muchos años o el resto de la vida. Estamos diseñados para pasar por estas etapas y, mientras no nos estanquemos, es un proceso saludable.

      Los niños pequeños están en la primera etapa: son egocéntricos y caóticos. Piensan que el mundo gira en torno a sus deseos inmediatos de placer y gratificación. Algunas personas nunca abandonan esta etapa. La mayoría regresamos a ella más a menudo de lo que nos gustaría admitir.

      La segunda podría llamarse etapa de la fe ciega. En ella, el individuo ya actúa según las reglas y sabe vivir en comunidad. Piensa en un niño de siete años. Puedes contarle cualquier historia increíble y a menos que sepa que lo han engañado varias veces, la creerá. Es un mundo en blanco y negro en el que las personas siguen a la autoridad y rara vez cuestionan sus creencias. Para muchos, es el mejor lugar de todos.

      La tercera etapa es de escepticismo y curiosidad. Los preadolescentes y los adolescentes por lo general experimentan esta etapa para formar sus propias creencias religiosas, y no sencillamente aceptar las de sus padres.

      En la cuarta etapa, las personas reconocen su ambigüedad espiritual. Al igual que Job al final del libro que lleva su nombre en el Antiguo Testamento, reconocen que no tienen todas las respuestas, pero confían en un Dios que sí las tiene. Están dispuestos a poner su vida en sus manos.

      La calidad es importante

      “Mira, de la tribu de Judá he escogido a Bezaleel, hijo de Uri y nieto de Hur, y lo he llenado del espíritu de Dios, y de sabiduría, entendimiento, conocimientos y capacidad creativa, para hacer diseños y trabajos en oro, plata y bronce” (Éxo. 31:2-4).

      Un sábado en la noche, Lisa, nuestro amigo Josué y yo, decidimos ir a la tienda de videos en busca de una película para ver. Mientras examinábamos los estantes en busca de una portada que nos atrajera a todos, noté una que me pareció patética. La cursi ilustración y el terrible diseño gráfico gritaban: “No pierdas tu tiempo. ¡Solo me hicieron para darle empleo a algunos actores de segunda!”

      Señalé la caja del video, me incliné hacia Lisa y le dije: “Esta parece una película cristiana”. Y ¿a que no adivinas? ¡Era una película cristiana!

      Lisa y yo nos reímos a carcajadas, pero con pesar, reflexionando sobre por qué tantas películas hechas por cristianos parecen pertenecer, en cuanto a calidad, al grupo de películas del tipo: “Zombis mutantes 4: la venganza”. Mientras tanto, Josué, que es judío y, por lo tanto, ignoraba gran parte de lo que los herederos más exitosos de su religión han hecho últimamente, nos miró como si estuviéramos locos.

      Pero, ¿qué es todo esto del “arte cristiano”? No es fácil precisar qué significado tiene la palabra “cristiano” en este sentido, e incluso si debería usarse como adjetivo. Hablar de “película cristiana” o de “música cristiana” es como hablar de un “automóvil cristiano”. El problema surge cuando los cristianos tapan con un “Cristo te ama” su mediocridad intelectual y artística. Peor aún, el arte y la literatura cristianos muchas veces pintan un cuadro poco sincero de lo que realmente significa la vida de un cristiano. A diferencia de la cruda honestidad de la Biblia, nos muestran un mundo feliz poblado de cristianos bondadosos insípidos que ni pecan ni se esfuerzan y que, una vez que aceptan a Jesús, jamás sufren o pasan necesidades. Son lindas historias, pero no dicen la verdad y fallan en conectar con una audiencia atrapada en el mundo real.

      La Biblia es una obra maestra que, a través de sus historias clásicas, su hermosa poesía, sus interesantes

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