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Sin miedo al fracaso. Tompaul Wheeler
Читать онлайн.Название Sin miedo al fracaso
Год выпуска 0
isbn 9789877982893
Автор произведения Tompaul Wheeler
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
¿Qué había en ellas que influyeron tanto en ti?
¿Qué sientes que te transmite más: la música cantada o la instrumental? ¿Por qué?
8 de marzo - ESPIRITUALIDAD
La misericordia no es forzada
“¿Cómo podremos ser salvos? Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia” (Isa. 64:5, 6, NVI).
A mi hermana y a mí nos encantaba visitar la casa de nuestra abuela. El patio era grande y tenía armarios llenos de ropa y baratijas que nos mantenían entretenidas durante horas. Había una misteriosa escalera desde el dormitorio de atrás hasta el ático, y un día reí con horrorizado deleite cuando mi abuela me contó una historia ocurrida en aquel ático. Resulta que afuera de la casa había un pino cuyas ramas llegaban hasta la ventana del ático. Una cálida noche de verano, un gato trepó al árbol, saltó por la ventana y depositó un ratón junto a la hija menor de mi abuela. La niña gritó, horrorizada por el trofeo que el felino le había ofrecido.
Art Linkletter, famoso por sus divertidas charlas con niños, cuenta la historia de una niña de nueve años que quería hacer algo por su madre, que tenía dolor de cabeza: “Ante su insistencia, la madre le dijo que podía prepararle un té de hierbas. Después de un buen rato, la niña le llevó un té a su madre, que lo bebió agradecida.
“–Gracias por tu ayuda –le dijo–. Quedó muy rico.
“La niña sonrió con orgullo y dijo:
“–No pude encontrar el colador, así que tuve que usar el matamoscas.
“Al notar la expresión horrorizada en el rostro de su madre, la niña la tranquilizó:
“–No te preocupes, mamá, no utilicé el matamoscas nuevo. ¡Usé el viejo!”
Seguramente has intentado muchas veces complacer a tus padres, impresionar a tus amigos o llamar la atención de alguien. ¿Y de Dios? ¿Es posible ganarse su favor? ¿Hay algo que puedas ofrecerle que sea lo suficientemente bueno? Lutero, con las rodillas ensangrentadas de tanta penitencia, meditó en esta pregunta y concluyó que no es posible. Ninguna cantidad de buenas obras o de penitencias borrará las manchas de pecado de nuestro ser. Romanos 3:22 al 24 dice: “Por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia: todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús”.
Shakespeare escribió: “La misericordia no es forzada”, lo que significa que no es una obligación o algo producido por el esfuerzo. Esta es una buena noticia para cualquiera que haya intentado preparar un té con un matamoscas.
CR
9 de marzo - Vida
El peor trabajo del mundo
“Y todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo empeño” (Ecl. 9:10).
Una vez tuve el peor trabajo del mundo, y no me refiero a los veranos que tuve que trabajar de noche en un almacén a 30 grados centígrados empacando 700 hogazas de pan. Apenas pasaba diez minutos trabajando y mi ropa ya estaba empapada. Después de engrapar todas las bolsas, me iba a casa y metía las manos en agua caliente solo para poder mover los dedos.
Mi peor trabajo no fue lavar inodoros, aunque también lo hice; ni ser vigilante nocturno o conserje en los años de universidad. El trabajo más desagradable que hice fue limpiar mesas en la cafetería de la academia cuando tenía dieciséis años. Tres comidas al día, siete días a la semana: mi hermana y yo nos rotábamos con otra pareja de estudiantes.
Los chicos más atractivos se convertían en auténticos cerdos cuando se sentaban a la mesa. Simplemente no les importaba ensuciar. Dejaban papas fritas regadas y aplastadas; frijoles pisados; restos de verduras pegados al tenedor... por no hablar de las chicas más populares de la escuela que, a pesar de su simpatía, sus agradables sonrisas y su multitud de amigos, derramaban salsa y refresco como quien más.
Odiaba ese trabajo. Odiaba cuán fría y sucia se ponía el agua tras limpiar unas pocas mesas. Odiaba el jugo rojo que se servía en la cafetería, cuya mancha resistía el detergente y el cepillo más fuertes. Pero, sobre todo, odiaba la mancha de arvejas que se pegaba en las mesas al menos una vez a la semana. En comparación con el olor a comida vieja y el esfuerzo que me tocaba hacer para limpiar los manteles de plástico, fregar inodoros era preferible; y eso que se supone que los baños son los asquerosos.
Cinco meses después de comenzar, me salieron verrugas en las manos de tenerlas mojadas tanto tiempo. ¿Ya se habían inventado los guantes? Por supuesto, pero ni yo ni mis jefes pensábamos en eso. Dos veces al día limpiábamos mesas. ¿Ir a patinar el martes por la noche? No hasta que hubiéramos terminado. ¿Jugar al béisbol? ¿Al fútbol? Ni pensarlo hasta que no hubiera salido la última mancha de arvejas.
Afortunadamente, ese trabajo trajo un beneficio duradero para mí, y supongo que tengo suerte de haberlo recibido cuando era tan joven. Después de esa experiencia, pude trabajar en cualquier cosa. Ya había hecho lo peor. Ningún trabajo que he tenido desde entonces se le ha acercado.
PW
10 de marzo - Misión
No la des por sentada
“Le preguntó: ‘¿No tienes más hijos?’ ‘Falta el más pequeño, que es el que cuida el rebaño’, respondió Isaí. ‘Manda a buscarlo –dijo Samuel–, porque no comenzaremos la ceremonia hasta que él llegue’ ” (1 Sam. 16:11).
Ser joven en tu iglesia puede ser frustrante. Como no tienes dinero, no tienes voz. Como no tienes antigüedad, no te toman en cuenta. Como no tienes los mismos gustos, no quieren que participes en nada.
Muchas iglesias han descubierto que involucrar a los grupos de todas las edades ayuda a que las congregaciones sean más saludables; pero tal vez no tienes la fortuna de ir a una iglesia así. Y aunque la tengas, es posible que aún carezcas del apoyo necesario.
Una cita de Elena de White declara: “Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir!” (La educación, cap. 31, p. 271). Lamentablemente, esto no siempre se ha comprendido, y muchas veces damos por sentada a nuestra juventud. ¿Cómo puedes ayudar a tu iglesia a que permita a los jóvenes participar más?
La unión hace la fuerza. No podrás efectuar el cambio en tu iglesia tú solo, pero sí con amigos que piensan igual. Reúnanse, oren y compartan opiniones. ¿Qué actividades disfrutarían juntos? ¿Qué necesidades de la iglesia y la comunidad pueden satisfacer? ¿Qué talentos tienen con los que podrían contribuir? ¿Qué necesidades tienen que la iglesia no satisface? ¿Qué se necesita para involucrar a más jóvenes en la iglesia?
Comienza desde cero. Elije tres objetivos (más actividades, recaudar dinero para proyectos educativos o misioneros, compartir los talentos de los jóvenes en el servicio de adoración). Comunícale a la iglesia la existencia del grupo e infórmale qué parte debe cumplir para que su objetivo sea exitoso.
Busca aliados. Tus padres u otros adultos pueden ayudarte, así como el director de Escuela Sabática. Necesitas apoyo y sabiduría, especialmente si vas a trabajar con una iglesia que aún “no lo entiende”.
Hazte cargo de tu propia vida espiritual. Incluso una buena iglesia puede obstaculizar tu vida espiritual si dejas que sus programas sustituyan el desarrollo de tu espiritualidad. Comprométete a leer la Biblia todos los días. Mantente en contacto