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Sin miedo al fracaso. Tompaul Wheeler
Читать онлайн.Название Sin miedo al fracaso
Год выпуска 0
isbn 9789877982893
Автор произведения Tompaul Wheeler
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
Levántate y destaca
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo” (1 Juan 4:18, LBLA).
Actuar mal es fácil. Si no fuera así, no sería tan popular. En el campo de batalla, en el patio de recreo, en el cine… actuar mal es atractivo. Actuar mal es divertido. Actuar mal puede traer mucho dinero.
Ahora, actuar en contra del mal, eso sí que requiere creatividad y agallas. Nadie se arriesga a eso. Cuando Pablo escribió: “Porque nadie odia su propio cuerpo” (Efe. 5:29), estaba diciendo una gran verdad. Hasta que no hayamos caído en las profundidades de la desesperación, haremos todo lo posible por seguir buscando el mal, independientemente de las consecuencias físicas o espirituales que pueda traernos.
El mal es nuestra segunda naturaleza, y está tan arraigado que olvidamos fácilmente que en verdad es nuestra segunda naturaleza. Dios nos creó nobles, amorosos y sabios, pero nos tragamos una píldora amarga astutamente recubierta de azúcar. Desde entonces, hemos batallado o aceptado la situación.
Si actuar mal es fácil; si actuar mal es un gran negocio, ¿qué se necesita para que alguien se levante, hable y desafíe el status quo? ¿Qué hace que alguien esté dispuesto a levantar la voz?
Samuel y Pearl Oliner decidieron averiguarlo, estudiando a varias personas que arriesgaron sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial para rescatar judíos. Querían saber por qué, a pesar del entorno dictatorial, decidieron no permanecer pasivos. Los Oliner descubrieron que todos aquellos valientes tenían algo en común: sus padres no los habían castigado físicamente. En lugar de azotarlos, sus padres hablaban con ellos, animándolos a razonar.
Los padres de estos rescatistas “razonaban en vez de amenazar”, nos dice Eva Fogelman en su libro Conscience and Courage: Rescuers of Jews During the Holocaust [Conciencia y valor: rescate de judíos durante el Holocausto]. En lugar de motivar a sus hijos por temor al castigo, les enseñaron a pensar bien y a hacer lo correcto por el hecho de ser lo correcto.
El psicólogo Martin Hoffman ha estudiado qué hace que una persona sea compasiva. Descubrió que “los padres que explican las normas y utilizan el razonamiento en lugar del castigo, tienden a tener hijos que se preocupan por los demás. Los padres que renuncian voluntariamente al uso de la fuerza en favor del razonamiento, envían a sus hijos un mensaje sobre cómo los poderosos deben tratar a los débiles”.
Actuar mal es fácil. Pero el amor es eterno.
12 de marzo - Adventismo
El hombre que amaba el mar – parte 1
“Surcaron las aguas con sus barcos, y allí, en alta mar, vieron la creación maravillosa del Señor” (Sal. 107:23, 24).
Haber crecido a principios del siglo XIX en la que para ese entonces era la capital de la caza de ballenas del mundo (New Bedford, Estados Unidos), hizo que Joseph Bates se obsesionara con el mar. Anhelaba ver el mundo. Finalmente, sus padres lo dejaron ir con su tío en un barco de carga; pensaban que el mareo y las dificultades de la navegación le quitarían las ansias, pero no fue así.
Tiempo después, su padre conoció a un capitán que estaba a punto de zarpar hacia Inglaterra. El capitán Terry se comprometió a cuidar del bienestar de su nuevo chico de cabina. El barco navegó a Nueva York para recoger un cargamento de trigo y luego cruzó el Atlántico. El viaje a Londres fue tranquilo y sin incidentes, pero un domingo en la mañana, a los dieciocho días de haber zarpado de regreso, la tripulación vio un tiburón.
Los marineros ataron un trozo de carne a una soga y lo colgaron por el costado del barco, con la esperanza de atrapar al animal. El tiburón ignoró la carne y siguió al barco. Los marineros comenzaron a contar historias de tiburones: de cómo podían partir en dos a una persona y comérsela; o cómo seguían durante días a los barcos con marineros enfermos, esperando pacientemente para darse un festín en el próximo “entierro”. Joseph escribió en su autobiografía: “Los marineros por lo general son hombres osados y valientes, que se atreven a enfrentar casi cualquier conflicto, y desafían las furiosas tormentas del mar; pero la idea de ser tragados vivos por un tiburón […] los pone a temblar”.
Finalmente dejaron de intentar atrapar al tiburón, que se quedó siguiendo al barco. Esa noche, Joseph subió al mástil para comprobar si había otros barcos a la vista. Pero al solo ver mar abierto, comenzó a bajar. Calculó mal un peldaño y cayó hacia atrás. Durante la caída golpeó una cuerda, lo que evitó que terminara en la cubierta del barco. Siguió de largo, casi 20 metros, hasta caer al espumoso mar.
Joseph luchó por contener el aliento y mantener la cabeza a flote. Mientras tanto, el barco se iba alejando cada vez más. La ropa empapada le impedía moverse con soltura. El capitán Terry y la tripulación corrieron hacia la popa del barco. El contramaestre arrojó una cuerda. Cuando Joseph logró asirse de ella, el contramaestre gritó: “¡Agárrate fuerte!”
Continuará…
13 de marzo - Adventismo
El hombre que amaba el mar – parte 2
“En su angustia clamaron al Señor, y él los sacó de la aflicción; convirtió en brisa la tempestad, y las olas se calmaron” (Sal. 107:28, 29).
Joseph se aferró a la vida mientras el capitán, la tripulación y otros marineros se esforzaban por llevarlo de regreso a bordo. Finalmente, lograron subirlo a cubierta y todos volvieron a respirar.
–¿Estás herido? –preguntó uno.
–No –jadeó Joseph, temblando y con la ropa empapada.
–¿Qué pasó con el tiburón? –preguntó otro.
Joseph se acordó de repente del tiburón y comenzó a temblar de nervios por lo que pudo haber sido. ¡El tiburón! Se había olvidado completamente del tiburón. Joseph y la tripulación corrieron al otro lado del barco y, sorpresa, ¡allí estaba el tiburón, nadando tranquilamente junto al barco! Se quedaron atónitos, y nadie volvió a meterse con el animal. Pero no podían entender cómo era que el tiburón se había movido a un lugar donde no estaba pasando nada emocionante como, por ejemplo, que se hubiera caído un hombre al agua.
A pesar de haberle visto la cara amarga al mar, el amor de Joseph por la navegación no hizo más que aumentar. Siguió navegando en buques de carga, en viajes de unos pocos meses cada vez. Pero cuando tenía diecisiete años, un viaje de Nueva York a Rusia le dio más aventura de la que jamás hubiera imaginado.
A medianoche, el barco golpeó hielo en la costa de Terranova. El choque lanzó a Joseph al otro lado de la habitación, dejándolo momentáneamente aturdido. Joseph y el Sr. Palmer estaban atrapados en la proa. Se prepararon para hundirse en las gélidas aguas del Atlántico. De repente, la escotilla que había por encima de ellos se abrió.
–¿Hay alguien ahí abajo? –gritaron en la oscuridad.
–¡Sí, aquí estamos! –respondieron ellos.
Joseph y el señor Palmer treparon entonces hasta la cubierta, donde encontraron al capitán y al segundo al mando de rodillas, orando por sus vidas, mientras la tripulación luchaba por controlar el barco.
Estaban rodeados de hielo y el viento los empujaba hacia adelante. Palmer amenazó con tirar al capitán por la borda. Aunque se trataba de un motín bastante tardío, dijo que enviar al capitán a la eternidad unos minutos antes sería igual de satisfactorio. Joseph agarró a Palmer, y gritó:
–¡Déjenlo en paz! Ayúdenme con la bomba de achique.
Continuará…
14 de marzo - Adventismo
El