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Sin miedo al fracaso. Tompaul Wheeler
Читать онлайн.Название Sin miedo al fracaso
Год выпуска 0
isbn 9789877982893
Автор произведения Tompaul Wheeler
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
¿Qué peligros crees que puedes enfrentar en tu experiencia espiritual?
¿En qué momentos te has sentido más cerca y más lejos de Dios?
¿Cómo te visualizas a nivel espiritual en el futuro?
10 de febrero - Misión
Un lugar especial – parte 1
“Cuando te llamé, me respondiste, y aumentaste mis fuerzas” (Sal. 138:3).
“¡¡¡Doctor!!!”, gritaron. Aún medio dormido, Eric se asomó por la ventana y vio a tres hombres. Cada uno llevaba una espada y una lámpara de aceite, y uno le entregó una nota que decía: “Un hombre drogado cortó a una mujer y a su hijo. Por favor, traiga todas sus agujas”. Eric se puso nervioso y un recuerdo llegó a su memoria.
Se vio arrodillado junto a su madre, repitiendo las palabras que ella decía en su oración: “Y cuando crezca, y cuando crezca, que pueda ser un misionero, que pueda ser un misionero, en los cuatro rincones de la tierra, en los cuatro rincones de la tierra”. A menudo ella añadía: “Recuerda, Dios tiene un lugar especial en el que puedes servirle mejor que nadie”.
Tras licenciarse, Eric tomó un curso de enfermería. Luego, él y su esposa aceptaron un llamado a cumplir la obra médico misionera entre los habitantes del pueblo Karen, una etnia adoradora de espíritus en Birmania. Eric atendía todo tipo de casos, desde úlceras, hasta dolores de muelas y de estómago, incluyendo ataques de elefante. Pero no sabía si estaba preparado para aquella caminata de medianoche ni para lo que vio cuando abrió la puerta de la casita.
“¡Es terrible! No sé si aún están vivos”, dijo uno de los hombres, entrando apresuradamente. A la luz de la linterna, Eric vio dos cuerpos ensangrentados. En ese momento, el niño dio un grito; al menos él estaba vivo. Eric se acercó a la mujer, que estaba en un charco de sangre. Probablemente estaba muerta. En ese momento sintió que iba a desmayarse.
“No te vas a desmayar –se dijo a sí mismo–. Tienes que ser fuerte”. Sus palabras lo reanimaron y se arrodilló sobre la sangre del niño, haciendo todo lo posible para consolarlo. Tenía una herida grave en el cuello, pero el atacante no había tocado las venas principales. Rápidamente, Eric lo suturó. Llevando al niño hasta la puerta, se lo entregó a uno de los hombres y luego pidió ayuda. El hombre que vino a ayudar se desmayó en brazos de Eric.
Una abuelita llegó al lugar. “Vengo a ayudar –dijo–. Soy tan vieja y flaca que los espíritus malignos no me harán daño”. Ambos se arrodillaron junto a la mujer, que tenía la frente abierta y un corte en la mejilla que dejaba ver los dientes y la lengua. Tenía el brazo izquierdo cortado por debajo del codo, y brotaba sangre...
Continuará.
11 de febrero - Misión
Un lugar especial – parte 2
“Confía de todo corazón en el Señor […] y él te llevará por el camino recto” (Prov. 3:5, 6).
Al ver la sangre brotando del brazo de la mujer, Eric le hizo un torniquete. Él y la anciana que lo ayudaba le suturaron el corte de la frente. Cuidadosamente, Eric también juntó y suturó la mejilla lo mejor que pudo, e hizo lo mismo en el otro brazo. Inmediatamente, pidió que trajeran leche caliente. Minutos más tarde, colocó una cucharadita de leche en los labios de la mujer casi muerta; ella bebió. Después de haberle dado media taza, abrió los ojos y miró a Eric, que se arrodilló a su lado. “No voy a morir”, le dijo.
Eric le dijo a uno de los hombres que la mujer estaba viva, pero que había que llevarla urgentemente al hospital, a cien kilómetros de distancia. El hombre dudó.
–¿Usted cree que pueda aguantar tanto tiempo? –le preguntó.
–Ya es un milagro que todavía esté viva –le respondió Eric–, pero necesita mucha más atención de la que yo puedo darle.
El hombre se apresuró, consiguió la canoa más grande del pueblo y seis hombres fuertes para remar. Eric le escribió una carta al doctor, y luego los vio desaparecer en la oscuridad. Semanas después, una mujer llegó a la clínica con el rostro lleno de cicatrices. Eric la miró.
–¿Sabe quién soy? –le preguntó ella.
–Eres mi paciente de medianoche.
–Si no fuera por usted, estaría muerta –le agradeció ella–. Pero usted no le tuvo miedo a la noche ni al demonio que me cortó. Y ahora tanto mi hijo como yo estamos vivos.
–Era lógico que sobrevivieras –dijo uno de los pacientes que observaban la escena–. Este es nuestro Dr. Liebre, y la liebre es el animal más inteligente y el mejor médico de la selva.
Eric sabía que la pequeña clínica de la selva era el lugar donde Dios quería que él estuviera. Su apellido (Hare) en inglés significa “liebre”, y por eso sus pacientes lo comenzaron a llamar Dr. Liebre.
A medida que pasaron los años, aquellos adoradores de espíritus aprendieron a adorar al Dios verdadero y se establecieron más clínicas y escuelas. Los nativos se convirtieron en enfermeros, pastores y administradores. Y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando todos los extranjeros tuvieron que irse, mantuvieron viva la iglesia. A pesar de las dificultades, el hambre, e incluso la tortura, ningún sábado pasó sin que los creyentes se reunieran. Se aferraron a Dios y no lo soltaron.
12 de febrero - Adventismo
El Gran Chasco
“Tomé el rollito de la mano del ángel, y me lo comí; y en mi boca era dulce como la miel, pero una vez que me lo comí, se me volvió amargo en el estómago. Entonces me dijeron: ‘Tienes que comunicar nuevos mensajes proféticos acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes’ ” (Apoc. 10:10, 11).
Cuando William Miller predicó sobre el inminente regreso de Jesús, otros predicadores ahondaron aún más en la Biblia para descubrir de qué se trataba. En 1840, Josiah Litch señaló que la Biblia afirmaba que el juicio de Dios sobre los pecadores del tiempo del fin sucedería antes de la segunda venida de Jesús. En 1843, Charles Fitch predicó un sermón basado en Apocalipsis 18, instando a los “milleritas” a “salir de Babilonia”, a abandonar, según dijo, esas iglesias que no aceptaban el inminente regreso de Jesús. Más y más seguidores de Miller abandonaron o fueron expulsados de sus iglesias. Aunque a los seguidores de Miller les dolía perder amistades y lazos espirituales, sabían que eso poco importaría en unos meses, cuando estuvieran disfrutando en el cielo.
Pero 1843 llegó y se fue sin que Jesús apareciera. Los milleritas se sentían decepcionados, pero no deprimidos. Finalmente, descubrieron algo que habían pasado por alto en sus cálculos: el año 0 nunca existió (porque el año 1 d.C. siguió inmediatamente al año 1 a.C.). Eso significaba que la profecía se cumpliría en 1844.
En marzo de 1844, un eminente erudito, el Dr. George Bush, de la Universidad de Nueva York, publicó una carta a Miller. En ella, le decía que los cálculos parecían correctos, pero que la profecía no se estaba refiriendo a la Segunda Venida. “Su error, según veo, no está tan relacionado con la cronología. Usted ha confundido completamente la naturaleza de los acontecimientos que ocurrirán cuando estos períodos se cumplan”.
En agosto de 1844, el pastor Samuel S. Snow hizo una apuesta riesgosa. Tras estudiar el calendario ceremonial judío, declaró que la profecía se cumpliría el Día de la Expiación, es decir, el décimo día del séptimo mes del año judío: el 22 de octubre de 1844.
Cuando los milleritas lo escucharon durante un campestre en New Hampshire, quedaron fascinados. ¡Estaba clarísimo! Jesús estaba a la vuelta de la esquina y había que advertírselo al mundo. Ya no tenían que preocuparse por el dinero, la salud o el éxito, solo por