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      La Palabra se hizo hombre, ¿o piedra? – parte 2

      “Pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil” (Eze. 36:26).

      ¿Qué ocurriría si tratáramos de usar a Dios para dar una buena imagen de nosotros mismos? No podríamos ver a Dios ni aunque lo tuviéramos enfrente. Una de las cosas más sorprendentes del libro de Juan es cuántas conversaciones tiene Jesús con los dirigentes religiosos que no lo entendían. Juan 5 describe uno de esos encuentros.

      Un sábado, en Jerusalén, Jesús se acercó a un hombre de la multitud y lo sanó. Cuando los dirigentes religiosos judíos vieron al hombre llevando su estera, lo acusaron de transgredir el sábado. El hombre dijo: “El que me curó me dijo que la llevara”. Los dirigentes estaban furiosos; sabían que Jesús estaba detrás de lo ocurrido, así que lo localizaron para hacerle pasar un mal rato. ¡Y es que Jesús estaba saboteando su manera de entender la religión! Jesús les dijo que podían estudiar la Biblia todo lo que quisieran, pero que si no tenían amor, su religión no tenía sentido. “Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque esperan encontrar en ellas la vida eterna; sin embargo, aunque las Escrituras dan testimonio de mí, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida” (Juan 5:39, 40).

      Los oponentes de Jesús utilizaban las Escrituras como si fueran una caja ciega de un concurso de televisión, en la que metían la mano, sacaban textos, encontraban los que les gustaran y desechaban los que no se ajustaban a sus propósitos. Su colección de versículos les daba una palmadita en la espalda, los felicitaba por su celosa religiosidad, mimaba su arrogancia y respaldaba sus prejuicios. Jon Paulien dice: “Jesús violó las reglas impuestas por los hombres sobre la observancia del sábado para sanar a un hombre. Los fariseos estaban más preocupados por sus reglas mezquinas que por la salud y el bienestar de un ser humano” (The Abundant Life Bible Amplifier: John, p. 128).

      Un amigo mío regresó a la iglesia. Aunque aún rechazaba parte del adventismo, discutimos sobre doctrina. Él había crecido en la iglesia y durante años había estudiado la historia de la Iglesia Adventista, por lo que conocía las doctrinas mejor que yo. Sin embargo, carecía del aspecto relacional, que es lo que les da vida. La Palabra de Dios hecha carne nos llama a vivir vidas de acción, a romper ataduras de sufrimiento, dudas y superstición. La Palabra hecha piedra lleva a un fundamentalismo egoísta.

       La Palabra hecha carne nos toca con su amor y su gracia.

      Las buenas noticias pueden matarte

      “Se levantaron, lo expulsaron del pueblo […], para tirarlo por el precipicio” (Luc. 4:29, NVI).

      ¿Qué puede convertir a una multitud de adoradores en una turba asesina?

      Cuando regresó a la civilización después de soportar las tentaciones en el desierto, Jesús atravesó Galilea enseñando y sanando. Cuando llegó a su ciudad natal, la noticia se había extendido por todas partes. La sinagoga de Nazaret se llenó de gente ansiosa por ver lo que Jesús diría y haría. Jesús tomó el pergamino y comenzó a leer en Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres”.

      “¿No es este el hijo del carpintero? Cómo ha crecido. ¡Con qué seguridad expone las Escrituras!”, comentaba la gente. Entonces, Jesús soltó esta perla: “Seguramente ustedes me dirán […]: ‘Lo que oímos que hiciste en Capernaúm, hazlo también aquí en tu propia tierra’. […] Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente, había muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, […] pero Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón [te doy un dato: Sidón no es Israel]. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero no fue sanado ninguno de ellos, sino Naamán, que era de Siria” [otro dato: Siria e Israel son mundos opuestos]. Seguidamente, Jesús es expulsado de la sinagoga por una multitud asesina que intenta matarlo. ¿Qué pasó aquí?

      Esto era lo que Jesús quería transmitir: La obra divina de sanación y liberación se extiende más allá de las fronteras de Israel. Tal vez a ti esto no te suena extraño, pero sería como sugerir hoy que la gracia de Dios se extiende por igual a musulmanes, budistas y ateos (idea que, te aseguro, no cae bien a muchos). Jesús se remontó a la misma historia de Israel para decir que, en tiempos de dos de sus más importantes profetas, Dios prefirió a los gentiles.

      Imagina a tu pastor diciendo: “Nadie de esta iglesia es más bendecido por Dios que un musulmán”. Me atrevo a decir que eso frunciría algunos ceños. Tal vez el pastor terminaría expulsado de la iglesia por una membresía enojada. Sin embargo, uno de los ejes de la fe de Israel, y por tanto de la fe cristiana, es que el Señor es el Dios de todas las naciones. Millones de personas afirman tener acceso exclusivo a la verdad, o incluso a Dios. Pero Dios no está dispuesto a limitarse a un solo grupo.

      RB

      Los discípulos: fieles a su Maestro desde el 30 d.C.

      “Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios. No busco quedar bien con los hombres. ¡Si yo quisiera quedar bien con los hombres, ya no sería un siervo de Cristo!” (Gál. 1:10).

      Vender muebles no era precisamente el trabajo que más me gustaba, pero no quería perder más tiempo buscando empleo y esperando a que me llamaran de alguno. Al principio, mi jefe aceptó darme los sábados libres, pero cada vez que comenzaba una nueva semana, veía que intentaba programarme para que trabajara el sábado.

      Ya sea por conflictos en el horario o por “olvido” por parte del jefe, a la tercera semana me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Así que le pregunté por qué siempre me reprogramaba, a pesar de que habíamos acordado que me daría los sábados libres. Finalmente, me dijo que si quería mantener el trabajo, debía dejar ese fanatismo religioso.

      –Esto es un negocio –me espetó–. No tenemos tiempo para ese tipo de tonterías.

      Admitió que esperaba que finalmente cediera a su exigencia y que descartara nuestro acuerdo inicial.

      –Bueno –le respondí–, creo que le va a tocar lidiar con eso.

      Así como lo oyes. Le dije a mi jefe, mi única fuente de ingresos, que tendría que “lidiar con eso”. Me había tomado varias semanas conseguir adaptarme a un trabajo que no me gustaba. Perderlo, significaba perder mi automóvil; dejar de pagar mis préstamos y no tener dinero para cosas básicas como la comida.

      Hubo silencio durante unos segundos. Finalmente, se marchó mirándome con cara de querer matarme. A partir de ese momento, no tuve más problemas por el sábado. El Espíritu Santo intervino a mi favor y tomó el yugo cuando yo más lo necesitaba.

      “En esta vida no podemos complacer a todos”. “Nadie puede servir a dos amos”. “¿Vas a saltar de un puente porque todos los demás lo hacen?” Etcétera, etcétera, etcétera. Seguramente has escuchado estas frases desde que eras niño, que significan que elegiste servir a un Dios que no siempre es bienvenido en los asuntos humanos.

       No puedes perder tiempo tratando de complacer a todos. Dios tiene cosas mucho más grandes preparadas para ti. Sí, en serio. Por eso, te llama a seguir sus instrucciones. Cada vez que hagas algo por él, verás cómo otros se acercan a ti en busca de tu aprobación. Cuando eso ocurra, remítelos a tu Jefe celestial.

      BP

      Indigna

      “Porque

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