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Es una cuestión de vida o muerte.

      Ayuda en el extranjero

      “El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron’ ” (Mat. 25:40).

      Residuos de sangre y huesos flotan en el ambiente mientras sostengo una linterna en una pequeña escuela de un lejano país. El sudor se me acumula en los guantes, a pesar de habérmelos cambiado unas cincuenta veces en el día. Mientras tanto, Sean, el dentista al que ayudo, está en proceso de salvar un par de dientes de una niña de doce años.

      Un equipo de ocho dentistas y asistentes dentales misioneros se instalaron en la capilla de una pequeña escuela, que se convirtió en una clínica dental. Se sacaron las bancas y se colocaron sillas dentales, aunque llamarlas sillas dentales es un chiste. Eran, de hecho, cuatro sillas plegables viejas, desvencijadas y raídas, que podían reclinarse. Las equipamos con un par de “esquís” de aluminio soldados rudimentariamente, que aseguraban los pasadores para evitar que las sillas se plegaran sobre el paciente. La desinfección dependía completamente del agua de la llave y de unos pocos frascos de desinfectantes con nombres impronunciables. Sean me explicaba cómo y dónde quería que lo ayudara. Dos días antes, yo había sido un patán en un avión al insistir en que me dieran otra bolsa de pretzels. Ahora era un asistente dental sin medios, muy lejos de casa.

      La niña se quedó petrificada cuando comenzaron a taladrarle el diente, mientras yo alumbraba su boca con una linterna del tamaño de un bolígrafo. Tenía dos manchas grises en sus dos dientes frontales. Sean continuó taladrando. En segundos, llegó al núcleo de ambos dientes, que estaban completamente podridos. El interior se veía arenoso y mugriento, con una consistencia parecida a carbón humedecido. Eran sus dientes permanentes, y probablemente llevaba semanas con dolor. Sean raspó toda la caries, dejando un hoyo circular limpio en cada diente. Intenté encontrar el color de relleno adecuado para colocarlo en el aplicador. Torpemente, con mis guantes pegajosos, logré cargar el cartucho de llenado y se lo entregué a Sean, que se mostraba muy paciente conmigo.

      Finalmente, terminó. Sean le dijo a la niña que no comiera hasta que se le pasara el efecto de la anestesia. Ella sonrió y saltó del sillón reclinable mutante. El siguiente niño se subió de un salto. Sus dientes estaban peor.

      Ah, por cierto, bienvenido al campo misionero. Aquí encontrarás sangre, saliva y pus. No hay respuestas sencillas, solo estás ahí para ayudar. ¿Y adivina qué? Jesús podría estar llamándote a ti. ¿Te animas?

      BP

      Miss Independencia

      “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir” (Rom. 12:2).

      La independencia y la comodidad están llenas de contradicciones.

      Desde que tengo uso de razón, la gente se ha asombrado de lo independiente que soy. Siempre tuve un carácter marcado y me gustó que todo se hiciera a mi manera. Mi independencia muchas veces era algo positivo, como cuando aprendí a cocinar sola. Otras veces, parecía más negativa: “El mundo no gira en torno a ti”, me decían. En la escuela aprendí que la cultura estadounidense es individualista, en contraste con culturas asiáticas, que son colectivistas. En otras palabras, los estadounidenses se desviven por ser el número uno (yo), mientras que las sociedades colectivistas velan por el bienestar grupal (nosotros). Cuando me enteré de que mi actitud era típicamente estadounidense, me sentí mejor. Era normal. Estaba bien ser independiente. De hecho, esta característica produjo una era de innovación e invenciones en mi país. Pero había un problema: el cristianismo consiste en poner a los demás antes que uno, ¿verdad? Poner la otra mejilla. Ir más allá de lo que se requiere de nosotros. Somos parte del cuerpo de Cristo. De repente, el hecho de ser independiente nuevamente se sentía como algo malo.

      Entonces, aprendí cómo es que los cristianos deben estar separados del mundo: deben estar en el mundo, pero no ser parte de él. Jesús dijo: “Si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como ama a los suyos. Pero yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo, y por eso el mundo los odia” (Juan 15:19). ¿Podía entonces sentirme orgullosa de ser única? ¿Significaba que debía enorgullecerme de ir a la iglesia los sábados y de todo aquello que me diferenciaba de los otros niños de mi vecindario?

      Pablo escribió: “Todavía no siguen al Espíritu. Aún hay envidias y peleas entre ustedes, ¿no demuestra eso que todavía no han crecido espiritualmente y que actúan como cualquier otro del mundo?” (1 Cor. 3:3, PDT). Entonces, ¿es el amor fraternal lo que realmente hace a los cristianos diferentes del mundo? Al leer ese texto bíblico, finalmente lo entendí: los demás son más importantes que yo. La independencia es tontería comparada a la interdependencia.

      Así como hay un colesterol bueno, hay una independencia buena. No te limites únicamente a digerir las doctrinas de la iglesia: estudia la Biblia por ti mismo. Defiende lo que crees. Sé fiel a tus convicciones. Y no tengas miedo a destacar.

      KW

      El clamor de medianoche

      “Daniel, mantén en secreto esta profecía; sella el libro hasta el tiempo del fin” (Dan. 12:4, NTV).

      “En ese momento, el cielo será destruido con fuego y todo lo que hay en él será consumido por el calor” (2 Ped. 3:12, PDT).

      Aunque William Miller fue el predicador más famoso sobre el inminente regreso de Jesús en el siglo XIX, otras personas en todo el mundo también habían descubierto las predicciones de Daniel y Apocalipsis relacionadas con el tiempo del fin. En ese tiempo se despertó un inusitado interés en estos dos libros proféticos que habían sido largamente ignorados durante siglos, y se comenzaron a hacer interpretaciones. De 1821 a 1845, el misionero Joseph Wolff, converso cristiano hijo de un rabino alemán, viajó por Oriente Medio, África y la India proclamando que Jesús pronto regresaría.

      En Secretos de Daniel: Sabiduría y sueños de un príncipe judío en el exilio, Jacques Doukhan escribe: “Los judíos y los musulmanes habían alcanzado el mismo fervor religioso. Por el lado judío, en los movimientos jasídicos de Europa del Este, muchos esperaban que el Mashiah viniera en 1843/1844. Algunos musulmanes llegaron a la misma conclusión. […] Cualesquiera que sean las razones que pueden explicar este fenómeno histórico, es interesante que sucedieron en armonía con la profecía. Fue una señal de intenso anhelo y espera” (p. 190).

      En los Estados Unidos, y aunque Miller no se promocionó a sí mismo, en iglesia tras iglesia y pueblo tras pueblo fueron invitándolo a predicar. Fue explicando a cada audiencia cómo las profecías de Daniel 8 se extendían durante 2.300 años a partir del 457 a.C.; entonces el santuario sería purificado. Si el santuario era el planeta Tierra y la purificación era el regreso de Jesús, la Segunda Venida ocurriría entonces alrededor del año 1843.

      Sin embargo, para que el mensaje de Miller realmente se propagara, necesitaba un poco de mercadeo. Aquí es donde entra en escena Joshua V. Himes, uno de los primeros y mejores relaciones públicas de la historia. Este pastor de Boston siguió el ejemplo de Mateo 25:6: “Cerca de la medianoche, se oyó gritar: ‘¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!’ ” Himes imprimió millones de ejemplares de Signs of the Times [Señales de los tiempos] y Midnight Cry [El clamor de medianoche], y consiguió la tienda de campaña más grande de los Estados Unidos para que Miller predicara.

      Más de medio millón de personas de todo el país fueron a escuchar a Miller. Y gracias a las publicaciones periódicas, su mensaje llegó a todo el mundo.

      Dios

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