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ovalado, gafas redondas y una nariz prominente. Picasso no podría haber estado más emocionado que yo con mi musa.

      Christine se sentó a mi lado y empezó a posar mientras yo comenzaba a dibujarla. Exageré sus rasgos, convirtiendo su rostro en un revoltijo de curvas y ángulos, que era exactamente lo que yo estaba buscando. Seguí el famoso estilo de arte conocido como caricatura. Cuando terminé, a Christine le encantó, y solo faltó haber tenido una cámara a mano para capturar su sonrisa. La señora Zane, por el contrario, se mostró horrorizada.

      –¡Qué dibujo tan horrible! –exclamó–. ¿Por qué hiciste una imagen tan fea de una chica tan linda?

      –Es una caricatura –traté de explicarle–. Como las que hacen los que dibujan a los políticos o a ciertos personajes famosos. Exagera los rasgos físicos de la persona para lograr un efecto gracioso. Es como dibujar a Abraham Lincoln como un hombre exageradamente alto y delgado con un gran sombrero negro.

      La maestra Zane refunfuñó, poco convencida. Si alguna vez me habría sentido orgulloso de haber obtenido la calificación más alta, habría sido ese día.

      Aunque la señora Zane solo vio fealdad en mi caricatura, la fea verdad es que la vida está llena de caricaturas. Y las peores caricaturas son las palabras: palabras degradantes, humillantes y deshumanizantes. En el mundo de los negocios, los hombres veían a las mujeres en las oficinas como simples “faldas”. Los fanáticos de hoy lanzan improperios que se burlan de las personas por sus rasgos o sus acciones. El chino, el negro, el ilegal, el mocho… Cuando etiquetamos a las personas con motes burlones que las humillan, todos perdemos. Perdemos su valioso aporte. Y perdemos un poco de nuestra propia humanidad al negar la de ellos.

      Los Estados Unidos despiertan

      “¡Yo estoy por encima de las naciones!” (Sal. 46:10).

      ¿Cómo entretener a un país nuevo y en constante crecimiento? ¿Me creerías si te digo que con religión? No, no es falta de respeto, es lo que sucedió en los Estados Unidos poco antes del nacimiento de la Iglesia Adventista.

      Verás, antes de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, los habitantes de esa nación adoptaron una actitud de “lo tomas o lo dejas” hacia el cristianismo. La gente había emigrado desde Europa, donde los gobiernos llevaban siglos discutiendo qué versión del cristianismo imponer a la gente, y la mayoría estaba feliz de haberse sacudido a la Iglesia Católica de encima. La mayoría de los fundadores de los Estados Unidos eran “deístas”, pensaban que Dios lo creó todo en el principio, pero que tenía mejores cosas que hacer que mantener este planeta.

      El absurdo extremismo antirreligioso de la Revolución Francesa de 1789 aplacó un poco el deísmo, y la neutralidad religiosa oficial de los Estados Unidos inspiró a sus ciudadanos a darle un nuevo giro a la religión. Luego, el Segundo Gran Despertar hizo que los estadounidenses buscaran nuevamente la espiritualidad, así que muchos curiosos se mostraron dispuestos a probar algo nuevo.

      Esa nueva nación independiente inspiró decenas de nuevas denominaciones, ya que muchos comenzaron a fundar iglesias. Las iglesias metodistas y bautistas se multiplicaron debido a que la gente acudía en masa a algo novedoso y divertido llamado “campestres”. Los campestres eran reuniones de reavivamiento que se celebraban al aire libre, en grandes espacios abiertos y con cantos, gritos y alboroto. Los predicadores les recordaban a sus oyentes cuán miserables pecadores eran, pero les aseguraban que Jesús les ofrecía una nueva vida. Y para demostrar que su religión era más que blablablá, comenzaron a trabajar para acabar con la esclavitud y con otros males que los deístas habían permitido. Incluso la creciente población de esclavos de los Estados Unidos adoptó el cristianismo al descubrir que aquello que sus amos hipócritas seguían podía liberar sus mentes y sus cuerpos de tanto sufrimiento.

      Cuando fue asesinado en 1844 por una mafia, Joseph Smith había afirmado tener visiones angelicales y haber descubierto y traducido revelaciones perdidas desde la antigüedad en unas placas de oro escondidas en las colinas de Nueva York; había fundado la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y dirigía un creciente grupo de seguidores; había intentado fundar una “nueva Sion” y se había postulado para presidente de los Estados Unidos. Pero también estaba un hombre llamado William Miller. Hablaremos de él la próxima vez que tratemos la sección “Adventismo”.

      Y Dios dijo

      “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Gén. 1:1, 2, RVR95).

      Si alguna parte de la Biblia es controvertida, son los versículos iniciales. ¿Son literales? ¿Es una metáfora? ¿Es una mezcla de ambas cosas?

      Génesis 1 narra que Dios tomó una masa oscura, desolada y vacía, le dio forma y la convirtió en el hogar de todo lo que tiene vida, incluyendo la cúspide de la creación: los seres humanos, que diseñó a su propia imagen. Entonces, ¿qué podemos decir objetivamente de esto?

      El relato de la creación que encontramos en la Biblia no es anticientífico, pero tampoco es científico. Génesis no trata de hacer un análisis exhaustivo de todo lo que sucedió. Aborda las preguntas que se hacían los antiguos israelitas, no los problemas y las preguntas que nosotros tendríamos con el texto en sí mismo. Habla en términos teológicos, no en términos científicos del siglo XXI. Tiene implicaciones para la ciencia moderna, pero usa un lenguaje teológico. Necesitamos encontrar primero el mensaje teológico y luego ver cómo se aplica a nuestras preguntas científicas.

      Los prodigios de Dios narrados en Génesis 1 establecen el patrón de lo que hace después. Por ejemplo: Dios divide las aguas cuando crea el mundo, las vuelve a unir en el diluvio y las vuelve a dividir cuando los israelitas cruzan el mar Rojo. En el huerto del Edén, Dios les dice a sus hijos que sean fructíferos y les explica qué pueden comer, y da un mensaje similar a Noé y a su familia después del diluvio. El resto de la Biblia se refiere a estos actos una y otra vez, hasta el Apocalipsis.

      Génesis nos asegura que el Dios eterno está al control de la historia de este mundo.

      Otros pueblos creían que los seres humanos y el mundo habían sido creados por accidente, cuando los dioses se pelearon entre sí. Sus dioses no siempre existieron, sino que aparecieron como resultado de fuerzas naturales (algo parecido a lo que dice la teoría de la evolución). Sus dioses no eran eternos, sino que algún día desaparecerían nuevamente cuando el universo volviera al caos. Muchos pueblos adoraban y temían a las distintas fuerzas de la naturaleza como si fueran dioses, pero Génesis dice que todas las fuerzas naturales están bajo el control de un solo Dios.

       A Dios le encanta crear cosas nuevas y hermosas a partir del caos. Es su especialidad, y está ansioso de hacerlo también en tu vida.

      La imitación religiosa

      “Lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol!” (Ecl. 1:9, NVI).

      La primera vez que vi este fenómeno fue en una actividad juvenil, cuando tenía trece años. Las camisetas mostraban a Sansón derribando un templo pagano, con las palabras “Gimnasio de Dios” en un logotipo sospechosamente parecido al de un gimnasio. De repente, una horda de imitaciones baratas se apoderó del mercado cristiano, en el que aparecieron versiones casi idénticas de carteles de películas famosas, anuncios de refrescos e incluso personajes de dibujos animados. La mayoría de los artículos cristianos de hoy tienen un poco más de identidad propia y originalidad, como gorras que dicen “Yo [corazón] a Cristo” y sandalias de playa que dejan impresa la frase “Jesús te ama” en la arena con cada paso que das. Sí, este tipo de testificación también tiene su público.

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