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Pablo: Reavivado por una pasión. Bruno Raso
Читать онлайн.Название Pablo: Reavivado por una pasión
Год выпуска 0
isbn 9789877982824
Автор произведения Bruno Raso
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
Al respecto, esto narra Elena de White: “Las pruebas y las penalidades sufridas por Pablo habían agotado sus fuerzas físicas. Padecía los achaques de la vejez. Comprendía que estaba realizando su postrera labor; y a medida que se le iba acortando el tiempo, eran más intensos sus esfuerzos. Su celo no tenía límites. Resuelto en el propósito, rápido en la acción, firme en la fe, pasaba de iglesia en iglesia por diversos países, y procuraba por todos los medios a su alcance fortalecer las manos de los creyentes para que actuasen fielmente en la obra de ganar almas para Jesús, y que en los tiempos de prueba que ya se iniciaban permaneciesen firmes en el evangelio y testificasen fielmente por Cristo” (Los hechos de los apóstoles, p. 389).
Los esfuerzos de Pablo eran cada vez más intensos. Su propósito misionero era innegociable. Su accionar era urgente y prioritario. Su pasión y su coraje para cumplir la misión no tuvieron límites. “El coraje no es tener la fuerza para seguir, es seguir aun cuando se acaban las fuerzas”, dijo Napoleón Bonaparte.
¿Puede decirse lo mismo de nosotros?
25 de enero
Un pecador espantado
“Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete, y cuando tenga oportunidad, te llamaré” (Hechos 24:25).
Félix, ex esclavo liberto, era un gobernador corrupto y sin escrúpulos. Se había enamorado de Drusila, hija de Agripa II, una judía de Jerusalén, que estaba casada con Azizus, rey de Emesa. Esto produjo una guerra en la que Azizus fue derrotado por las legiones romanas. Cuando Félix volvió de la batalla, se encontró con este gran misionero y apóstol llamado Pablo.
El gran apóstol no actúa en carácter de acusado. Más que defenderse, defiende el mensaje del cual es portador. No ve en Félix a un gobernante, sino un pecador inquieto asombrado, asustado, aterrorizado y espantado. Considerando que en su vida antigua Félix había sido un esclavo tratado de manera injusta y había llegado a ser gobernador por maniobras y mentiras, Pablo le habla de la justicia de una conducta correcta hacia Dios y el prójimo.
Desde luego que, al no verse reflejada su vida en las palabras que escuchaba, Félix temblaba pensando en el juicio divino. Entonces, Pablo le habla del dominio propio, algo totalmente opuesto a la vida del gran culpable, quien pensaba que podía vivir sin rendir cuentas a nadie. Ahora, Pablo (el acusado) le habla a quien en ese momento era su juez, brindando tanto para él como para su esposa una oportunidad de salvación frente al gran Juicio ante el Juez del Universo.
Sin duda, el Espíritu Santo estaba obrando en aquel hombre, pero él se resistió. Quedó perturbado por su conciencia culpable; incluso buscó sobornar a Pablo para dejarlo libre. Mientras tanto, él se hacía más y más prisionero de sus pecados. Félix no lo rechazó abiertamente, sino que disfrazó su rechazo, posponiendo. Así, prefirió atrasar el momento de su decisión y esperar otra oportunidad. Desde ya, esta no llegó porque el “después” es pariente del “nunca”.
El gran culpable seguía temblando. Es que una conciencia culpable siempre incomoda. Cuando Félix extendió su mano para pronunciar una sentencia contra Pablo, también la pronunció contra sí mismo. “Vete, y más adelante te llamaré”, expresó.
Ante el Trono de Dios no habrá excusas, mentiras, demoras o indiferencias que justifiquen nuestra indecisión. El único tiempo aceptable es hoy, ahora. ¿Durante cuánto tiempo has estado demorando tu decisión de entrega y de compromiso? Nada resuelve y nada justifica una tardanza. “Esta vida es el tiempo concedido al hombre a fin de prepararse para la vida futura. Si descuidara los actuales privilegios y oportunidades, sufriría una pérdida eterna; no se le daría un nuevo tiempo de gracia” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 338).
26 de enero
Para que abras sus ojos
“[...] Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18).
Helen Keller fue una escritora y oradora estadounidense. A los 19 meses sufrió una grave enfermedad que le provocó la pérdida total de la visión y la audición. Su incapacidad para comunicarse fue una realidad muy difícil para Helen y su familia. Cuando cumplió 7 años, sus padres decidieron buscar una instructora, una joven especialista, Anne Sullivan, que se encargó de su formación y logró un avance en la educación especial. Así, Helen logró graduarse y convertirse en una oradora y escritora muy reconocida. Escribió 14 libros y publicó más de 475 artículos y ensayos.
Las dificultades nunca fueron un obstáculo para que transmitiera sus mensajes positivos animando y motivando a tantas personas. Nunca es fácil llegar donde vale la pena llegar. Aun cuando sus ojos y sus oídos físicos estaban cerrados, sus ojos intelectuales, emocionales, espirituales, estaban bien abiertos para percibir y valorar la vida y sus desafíos.
Como Pablo, todos somos llamados a abrir los ojos de las personas, a fin de que puedan salir de las tinieblas a la luz, del poder del enemigo al poder de Dios, de la culpa al perdón, de esta vida limitada a la herencia eterna. Pablo sabía que el pecado había cegado los ojos espirituales del ser humano. Él mismo contó, en su testimonio, que al encontrarse con Cristo pudo ver cosas que antes no había visto. Dejó de mirar hacia la Tierra para mirar hacia el cielo; dejó de estar centrado en su yo para centrarse en su Salvador.
Antes daba la espalda a la luz y a Dios, y caminaba hacia la oscuridad y la muerte. Desde ese encuentro, dio la espalda a las sombras y al pecado, para caminar hacia la luz y la vida. Antes vivía para el reino de este mundo, ahora vivía para el Reino de Dios.
“Únicamente aquellos que se dedican a servirlo diciendo: ‘Heme aquí, envíame a mí’, para abrir los ojos de los ciegos, para apartar a los hombres ‘de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe [...] perdón de pecados y herencia entre los santificados’ solamente estos oran con sinceridad: ‘Venga tu reino’ ” (Elena de White, La oración, p. 294).
No hay opción intermedia. Tan solo los que cada día renuevan su compromiso, oran, estudian la Biblia, testifican, se preparan y preparan a otros para el cielo, y los que por la gracia de Dios se dedican a “abrir los ojos” de los demás, son los que de verdad anhelan la segunda venida de Cristo.
“Dios no manda a los pecadores a buscar una iglesia, ordena a la iglesia buscar a los pecadores” (Billy Graham).
¿Vamos juntos?
27 de enero
El loco
“Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura” (Hechos 26:24, 25).
El mote de “loco” se ha adjudicado a muchas figuras eminentes, tanto religiosas como políticas y científicas. El gran predicador y reformador Juan Wesley fue tildado así. Guillermo Carey, fundador de las misiones modernas, fue tratado de loco en el mismo Parlamento inglés. Bacon, a quien se lo ha llamado el mayor genio en ciencias exactas, fue también llamado “loco”, y los “sabios” eminentes de Salamanca consideraron insano a Cristóbal Colón, por sus dichos sobre la forma del planeta Tierra.
Sin embargo, miles de años antes, un apasionado apóstol de Jesucristo que estaba delante de Festo dando su testimonio de fe y conversión (y contando cómo el encuentro con Dios lo había cambiado para siempre y cómo el Resucitado había otorgado significado a su vida) también fue catalogado como “loco”.