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Pablo: Reavivado por una pasión. Bruno Raso
Читать онлайн.Название Pablo: Reavivado por una pasión
Год выпуска 0
isbn 9789877982824
Автор произведения Bruno Raso
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
2-Presente: Él nos salva de la culpa del pecado, cuando arrepentidos confesamos nuestras faltas, y nos concede la paz del perdón.
3-Futuro: Cuando el Señor venga a establecer su Reino definitivo, él nos salvará de la presencia del pecado, las primeras cosas habrán pasado y todas serán hechas nuevas.
El poder del evangelio libera y rescata. Libera de la esclavitud, de la oscuridad, de la perdición, de la autoindulgencia pecaminosa y de la ignorancia espiritual deliberada. Rescata a la criatura del castigo final por sus pecados, rescatándola para la vida eterna.
Alfred Nobel patentó la dinamita en 1867 con fines pacifistas. La idea original fue usarla como un sistema revolucionario para la construcción, al permitir dividir las rocas, cavar túneles o construir raíles de forma más sencilla, sin necesidad de tanto esfuerzo manual.
Cuando murió, en 1896, Nobel dejó una herencia equivalente a 256 millones de dólares, para establecer los Premios Nobel, que serían concedidos a los que hicieran grandes contribuciones en un amplio campo de conocimiento y progreso. El premio mayor se destinaría a quien lograra el mayor o mejor trabajo para la hermandad de las naciones, y hoy es conocido como el Premio Nobel de la Paz.
El evangelio es el poder de Dios que dinamita nuestros pecados. Todos somos llamados a recibir de regalo el Premio Nobel de la Paz.
6 de febrero
Vivir por la fe
“Pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17).
Pablo comienza la epístola con el seguro “está escrito” y cita el pasaje de Habacuc 2:4 (“El justo por la fe vivirá”) tres veces: a los Romanos, a los Gálatas y a los Hebreos. Este es el texto que Dios usó para abrir los ojos de Martín Lutero y producir el gran movimiento de la Reforma protestante. Lutero entendió que no era por sus penitencias, esfuerzos, obras, méritos, que podría alcanzar la salvación. Él, como muchos, pensaba que Dios es justo y obra justamente al castigar al injusto hasta que entendió que la justicia de Dios es la capacidad de Dios, por su gracia y misericordia, de justificar al pecador por medio de la fe.
Ser justo, entonces, significa que un pecador que confía en Jesús recibe el perdón y experimenta no solo la sustracción del pecado sino también la adición de la justicia de Cristo. Ya Isaías lo había dicho en su capítulo 53. Él lleva nuestros pecados para que nosotros llevemos su justicia. Fue en la Cruz que el Señor adquiere derecho legal de perdonar y seguir siendo justo. “Mire la cruz del Calvario, y vea cómo allí la misericordia y la verdad se encontraron, cómo la justicia y la paz se besaron. Allí, por medio del sacrificio divino, el hombre puede ser reconciliado con Dios” (Elena de White, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 191).
Dios no nos pide buena conducta para salvarnos; nos pide que creamos, y aceptemos por fe su regalo. Y entonces que vivamos agradecidos y comprometidos con ese regalo.
La palabra “justicia” se usa más de 60 veces en Romanos. La justicia de Dios se muestra en el evangelio, porque, en la muerte de Cristo, Dios reveló su justicia al castigar el pecado; y en la resurrección de Cristo, Dios reveló su justicia poniendo la salvación al alcance del pecador que cree. En la epístola hay más de 45 referencias a la fe, porque la única manera en que el pecador puede llegar a ser justo ante Dios es por la fe.
En el evangelio tenemos la justicia de Dios en acción. Es una justicia que, en lugar de perseguir al pecador para condenarlo, está empeñada en perseguirlo para salvarlo. El justo no vivirá por confiar en sus propias obras y en sus méritos, sino por su confianza y su fe en Dios.
Nuestra oración agradecida puede ser la misma de Lutero:
“Señor Jesús: Tú eres mi Justicia, así como yo soy tu pecado. Has tomado sobre ti todo lo que soy, y me has dado y cubierto con todo lo que tú eres. Tomaste sobre ti lo que tú no eres y me diste lo que yo no soy”.
7 de febrero
Cuando Dios tiene ira
“La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18).
¿Sufriste alguna vez un ataque de ira? ¿Fuiste la víctima o el victimario? Algunos hasta lo consideran un asunto normal, de supervivencia y universal; es decir, algo que todos experimentan.
Pero, la ira de Dios es más difícil de entender y de aceptar. ¿Cómo es que un Dios bueno puede tener ira? La Biblia habla de la ira del hombre, y nos advierte de toda ira desenfrenada o arrebato de furor, y de la ira de Dios. Así como la justicia de Dios se revela, la ira de Dios también “se revela”.
El destinatario de la ira de Dios es la impiedad y la injusticia de los pecadores. No se trata de un sentimiento, una emoción o un enojo de parte de Dios; sino un acto de retribución y justicia divinas. Es un hecho contra la impiedad y la injusticia. La impiedad es el mal hacer contra Dios y la injusticia es el mal hacer contra los hombres. La impiedad es el mal en el corazón (o sea, la semilla) y la injusticia es el mal en la acción (es decir, la planta y el fruto).
Dios ama al pecador, pero odia al pecado; porque el pecado ha dañado a su criatura y un día su ira (es decir, su justicia) será manifiesta. “Los hombres se están dejando adormecer en una seguridad fatal y solo despertarán cuando la ira de Dios se derrame sobre la Tierra” (Elena de White, Consejos para la iglesia, p. 47).
¿Qué es lo que apacigua la ira de Dios? La muerte y el sacrificio de Cristo apaciguan la ira de Dios. Cuando aceptamos ese sacrificio en nuestro lugar, estamos “huyendo” de la ira de Dios. En la historia de Jonás y su envío a Nínive resulta claro el propósito divino. Dios envió al profeta a salvar Nínive. Él quería destruir a esa gente. El Señor le dio a Jonás un mensaje para transmitir: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida”. El tiempo otorgado era un llamado al arrepentimiento y la vida. El mensaje fue oído; las oportunidades, aprovechadas; y las personas fueron alcanzadas por la salvación. Eso muestra que Dios no quería destruir sino salvar.
El gran día de la ira de Dios está cercano. Él no quiere la muerte del que muere, sino que todos procedan al arrepentimiento. Vivimos con un dilema: por un lado, anhelamos que Dios haga justicia y, por otro, reclamamos porque hace justicia.
La promesa es segura: Dios hará cielos y Tierra nuevos, en los cuales mora la justicia. Quien no acepta a Jesús como su Abogado lo enfrentará como Juez. Puedes quedar afuera de la ira de Dios, si tan solo quedas adentro del amor del Señor.
8 de febrero
Un juicio justo
“Pero sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad” (Romanos 2:2).
Cierta vez, en una ciudad, estábamos pasando frente al Ministerio de Justicia y escuché que se referían a ese edifico público como “el Ministerio de Injusticia”. Esto es algo natural que suele suceder en el imaginario colectivo. El ser humano se ha desviado tanto del camino de Dios que muchos de sus actos son el reflejo de su inconducta y de su falta de valores.
Al contrario de lo que sucede en este mundo, Pablo dice que el Juicio de Dios no será sobre supuestos, engaños, pruebas fraguadas o falsos testigos; sino según la verdad.
El Juicio de Dios es universal; es para todos y a la vez es para cada uno, sea judío o gentil, creyente o ateo.
El Juicio de Dios será ecuánime, ya que todos serán juzgados sobre la misma base: el metro tendrá 100 centímetros para todos.