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minigolf en su interior. [11/08/2019]. Disponible en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/minigolf-invade-catedral-rochester/5364718/

      COMPETENCIAS A DESARROLLAR POR LOS ESTUDIANTES DEL GRADO DE ENFERMERÍA PARA CAPACITARLOS PARA PRESTAR UN CUIDADO EMOCIONAL Y ESPIRITUAL

       Universidad Francisco de Vitoria

      INTRODUCCIÓN

      Una revisión de los modelos enfermeros (Raile y Marriner, 2010) nos muestra que la espiritualidad de la persona cuidada está presente en el cuidado enfermero: Virginia Henderson se refiere al bienestar físico, emocional y espiritual, e incluye la necesidad espiritual dentro de las necesidades que la enfermera debe valorar en la planificación de los cuidados. Otras autoras, como H. Peplau, incluye lo espiritual junto con lo emocional, como elementos de la relación enfermero-paciente.

      En algunos casos, la espiritualidad es un concepto esencial de sus teorías y modelos, cabe destacar Jean Watson, que concibe a la persona como un ser global de cuerpo y espíritu, y define los cuidados enfermeros como «estar presente y constituirse en apoyador de la expresión de los sentimientos positivos y negativos en una conexión con la espiritualidad más profunda del ser que se cuida» (Watson, 1985).

      Toda práctica de cuidado tiene, en mayor o menor medida, un aspecto en la incursión en la intimidad del paciente, ya sea en el aspecto físico, en el psicológico o en el espiritual. El receptor de los cuidados está obligado a «ponerse al descubierto». Pero, para que esta situación sea lo más confortable para el paciente, es necesario que se establezca una relación basada en la confianza y el respeto, entre la persona cuidada y la enfermera, que, a su vez, tiene que ser capaz de comprender su situación.

      Los conceptos de cuidado, persona e intimidad están íntimamente relacionados y la visión de este último incidirá claramente en los otros dos. Se hace, pues, necesario partir de la aproximación al concepto de persona, ya que ello nos llevará a proponer las pautas de ese acto de relación interpersonal que es el cuidado de lo íntimo.

      La concepción de persona como un ser bioespiritual hace que no se puedan separar estos dos aspectos, formando así dos dimensiones constitutivas del ser, en el que además identificamos otras tres dimensiones consecutivas de las primeras que son la psicológica intelectiva y la relacional en sus dos vertientes: la social y la de relación con la transcendencia.

      Así, entendemos como cuidado de lo íntimo el cuidado de aquellas dimensiones de la persona que afectan a aspectos tan importantes como sus sentimientos, su modo de pensar, sus creencias y valores y su religiosidad. Todos estos aspectos dan a la persona valor e identidad, la hacen ser lo que es y responder ante los acontecimientos definiendo su actitud vital (Sarrión y Muela, 2017).

      LA NECESIDAD DE ABORDAR EL CUIDADO DE LO ÍNTIMO EN LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA ENFERMERA

      Bath (1992), en su estudio realizado a principios de la década de 1990 —que evaluaba la habilidad para prestar cuidados espirituales—, identificó que, aunque los estudiantes reconocían el cuidado espiritual como un elemento importante del cuidado, señalaban como principales problemas para su prestación la falta de tiempo, la incertidumbre sobre sus propias creencias y la falta de conocimiento del significado de espiritualidad.

      Por otro lado, estudios como el de Meyer (2003) recogen como un importante predictor la capacidad para el cuidado espiritual, el énfasis en la espiritualidad durante su formación y, junto a ella, identifican que la espiritualidad del alumno es otra fuente predictora de su habilidad percibida para este cuidado.

      Por ello parece que hay dos componentes que tienen una gran influencia en la adquisición de competencias para el cuidado espiritual: la importancia que se dé a este aspecto durante el periodo formativo y la potenciación de la espiritualidad del alumno.

      En esa misma línea, otros autores como Van Leeuwen (2008) concluyen que la actitud de la enfermera hacia la espiritualidad del paciente es un elemento importante en la provisión del cuidado espiritual, y que el modo en que esta relata su propia espiritualidad es un predictor de la calidad del cuidado espiritual que prestará.

      Por lo que a la formación de estudiantes de Ciencias de la Salud se refiere, podemos encontrar ejemplos en los que se trabajan el desarrollo de competencias concretas que ayudan al futuro profesional a afrontar situaciones de estrés y ansiedad, y alcanzar un bienestar emocional en programas como el de Yazdani en la Universidad de Isfahán (Yazdani, Rezaei y Pahlavanzedeh, 2010), en el que se desarrolla un programa de entrenamiento para el manejo de la depresión, el estrés y la ansiedad en estudiantes de enfermería. Para ello, se puso en marcha un programa de reducción del estrés que incluía técnicas de relajación, asociación de pensamientos y emociones o pensamiento lógico. Los resultados del estudio revelan una reducción de los niveles de ansiedad de los estudiantes.

      En el trabajo publicado por Mills y Chapman (2016) sobre compasión y autocompasión en medicina y autocuidado de los cuidadores, plantean cómo la exposición a comportamientos autodestructivos y déficit en el autocuidado de los profesionales contribuye a elevar los niveles de estrés, depresión y burnout en los estudiantes. Reseñan la importancia de la autocompasión y cómo esta puede ser aprendida a través de ejercicios y servir de factor de protección frente al estrés.

      Otros autores plantean que la compasión no puede ser un extra en la formación de los alumnos y que debe ser valorada y tenida en cuenta en la formación de los profesionales responsables del cuidado (Hassed, De Lisle y Sullivan, 2009).

      En esta línea se han desarrollado programas de formación para estudiantes de la rama sanitaria que, tomando como base el mindfulness, pretenden reducir factores tan importantes como la fatiga por compasión, el estrés o la ansiedad que conducen al burnout profesional, con unos resultados que demuestran la efectividad de estos programas (Krasner, Epstein, Beckman y Suchman, 2009; Dobkin y Hutchinson, 2013; Hutchinson y Dobkin, 2009).

      Entre los objetivos de estos programas, podemos destacar (Hassed et al., 2009):

      •Aprendizaje de estrategias de autocuidado para el manejo del estrés.

      •Integración de las ciencias biomédicas, psicológicas y sociales.

      •Aproximación holística al cuidado de la salud.

      •Relación cuerpo y mente.

      •Conocimiento de la importancia de la espiritualidad en la salud y la enfermedad.

      •Estilo de vida: importancia del ejercicio, la nutrición y la creación de un entorno social y emocional saludable.

      Para adquirir esta formación, es necesario considerar los siguientes puntos clave del proceso formativo (Sarrión y Muela, 2017):

      •Formación en Humanidades, Filosofía, Antropología y Ética, que ayuden a la comprensión de la persona —sus condicionantes factores sociales, culturales, espirituales y psicológicos— y al análisis de sus comportamientos.

      •Fomento del desarrollo y de la afirmación de sus propios valores, juicios y sensibilidad, ayudándoles a desarrollar los valores humanísticos que se adquieren de manera temprana, por lo que el periodo de formación de las enfermeras es vital para su desarrollo y afianzamiento.

      •Fomento del desarrollo espiritual. Para entender los sentimientos de los otros, es necesario conocer los propios. El estudiante debe aprender a conocerlos, reconocerlos e integrarlos en su desarrollo vital. Para afianzar unas relaciones maduras y satisfactorias con los otros, es necesario afianzar una filosofía de vida. Para ello, el estudiante debe aprender a conocerse a través de un proceso de introspección.

      •Fomento de las virtudes básicas del cuidado: compasión, competencia, confidencia, confianza y consistencia.

      •Uso del método científico.

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