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y la regresión.

      Fig. 1a. Los pacientes se arraciman en derredor del terapeuta que asume un liderazgo no directivo y sobre el que confluye una gama de sentimientos resultantes de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales.

      Fig. 1b. Cuando aparece un vínculo con otro miembro del grupo, esto se interpreta como una transferencia horizontal.

      b) Modelo de psicoterapia del grupo. (Fig. 2)

      Sus exponentes son, en gran parte, psicoanalistas de la escuela inglesa y latinoamericanos: Foulkes-Anthony (1964), Bion (1963), Grimberg-Langer-Rodrigué (1961) Zimmermann (1969). El esquema referencial básico de este modelo es el psicoanálisis en su vertiente kleiniana. Al igual que en el modelo anterior, opera con los conceptos psicoanalíticos clásicos como regresión, resistencia y transferencias. Raúl J. Usandivaras (1960) propone la hipótesis de que en la filogenia del ser humano existía un tipo de agrupamiento con las características del grupo terapéutico; y que este “regresa” a esa etapa de los comienzos de la aparición del hombre. Cabe señalar que de esta forma se asimila la idea de grupo con la idea de que cada individuo que lo conforma pierde los límites de su individualidad. No muy alejada de esta concepción, José Bleger postula la persistencia variable como matriz o estructura básica en la vida de un grupo de una modalidad de relación (o no-relación en el sentido de no-individuación) a la que llama sociabilidad sincrética para diferenciarla de la sociabilidad por interacción discreta, es decir entre individuos diferenciados. Esta desindividuación de los miembros del grupo explicaría el proceso por el cual el sujeto pasa a integrar como objeto o parte, una mente del grupo. Dada, de tal manera, esta mente unitaria produce fantasías inconscientes del grupo que el terapeuta detecta y decodifica del conjunto de las manifestaciones de los pacientes, tomadas ellas como las asociaciones libres de las terapias individuales. De ahí se deducen su contenido, los mecanismos de defensa actuantes y el tipo de transferencia, neurótica o psicótica, prevalente en cada momento de acuerdo con el nivel regresivo alcanzado. Bion, a los fines de tomar indicios evolutivos de las vicisitudes de un grupo describió fantasías inconscientes prototípicas: son sus conocidos supuestos básicos. Éstos, en arreglo a su contenido se denominan de dependencia, de lucha y fuga, y de apareamiento. Guillermo Ferschtut (1969), a su vez, afirma que “Integrar un grupo presupone en mayor o menor grado la perdida momentánea de algunos rasgos de la identidad individual y simultáneamente la asimilación de otros de la identidad grupal”. Este autor postula, en ese trabajo, la constitución de una mentalidad grupal que produciría un pensamiento grupal. Este pensamiento tendría características peculiares, similares al funcionamiento del pensamiento de un sujeto psicópata.

      Fig. 2. Los miembros participan en 1a formación de una superestructura llamada mente del grupo, que produce fantasías inconscientes. La cohesión es intensa y mantenida merced a la desindividuación

      c) Modelo de psicoterapia centrada en el grupo. (Fig. 3)

      Este modelo está inspirado en los trabajos pioneros de Enrique Pichón Rivière (1971) sobre los grupos operativos surgidos de la llamada experiencia Rosario (1958), experiencia que se nutre de esquemas referenciales provenientes de la sociología, de la teoría del campo (K. Lewin 1978), de la teoría de la comunicación (Ruesch, J - Bateson, G., 1951) y de la teoría psicoanalítica en sus diversas versiones (Freud-Klein-Fairbairn). De la integración y síntesis de esa diversidad de fuentes realizada por el gestor de los grupos operativos surge este modelo, ahora aplicado a la terapia en pequeños grupos que, dado su objetivo terapéutico, apunta a la tarea de la curación. Partiendo de la crítica del hombre aislado (Bleger, J.) y, asumiendo una concepción que admita la inclusión indisociable del hombre en el contexto social formando parte de sus diversos grupos de pertenencia, se entiende que los grupos terapéuticos no son una “especie” distinta de los demás grupos sociales. Por lo tanto el grupo terapéutico es considerado una experiencia social in vivo, donde sus participantes pueden experimentar, vivenciar, apreciar y ensayar la diversidad de maneras de establecer operaciones de contacto (George Bach, 1959) con los demás dentro de un encuadre adecuado. Este último apunta debe privilegiar la visualización de las conductas de sus miembros. Por lo tanto, adhiero a la máxima de Marsh citada y, a su vez objetada por Grimberg-Langer-Rodrigué (1961, p. 29) que reza: “El enfermo mental no debe ser considerado como un paciente sino como un estudiante que ha fracasado en el gran tópico de la civilización”. Los autores que objetan esa máxima argumentan, por su parte, que ésta contiene “una negación de la envidia y la rivalidad”.

      Fig. 3. La cohesión está dada por el objetivo común. La interrelación se establece a través de una compleja red comunicativa. Coordinador y observador: funciones distintas, labor en equipo.

      A diferencia de los modelos anteriores, en éste el acento está puesto en la interacción de las personas integrantes del grupo. No significa esto asumir una posición radicalmente “interaccionista” en la que las personas se diluyen y pierden la nitidez de sus contornos. Dada la inclusión ‘natural’ del ‘hombre’ en grupos, de lo que se trata, más bien, es de deslindar ordenadamente los distintos niveles de análisis. De este modo podemos considerar un nivel general, otro particular y finalmente uno singular. Lo general alude a los principios generales de todo sistema, en este caso el grupo; lo particular a las manifestaciones concretas que adquieren estos principios en cada una de las situaciones dadas; y lo singular a la conjugación última de estos principios con lo idiosincrásico de cada miembro del sistema, en este caso, lo intrapsíquico. La aludida interacción es la consecuencia de las relaciones de interdependencia que se crean en cualquier grupo humano cuando dicho grupo tiene objetivos comunes y objetivos colectivamente perseguidos. Se destaca intencionalmente en esta definición del grupo la característica de la interdependencia, en vez de definirla por sus características ‘fenotípicas’ (Lewin, K.). Estos objetivos en el grupo terapéutico así concebido pueden ser explícitos o implícitos, siendo uno de ellos, inherente a su misma existencia, a saber: su supervivencia, su conservación y la apropiación del mismo como instrumento de los fines terapéuticos perseguidos por los miembros. De este modo se pueden diferenciar dos diferentes aspectos de la tarea: uno la tarea de mantenimiento y la otra el abordaje mismo de las problemáticas emergentes en la misma interacción (Kurt Lewin, citado en Anzieu D. y Martín J. I). La existencia de objetivos motiva necesariamente una direccionalidad en la tarea determinada por el logro de los mismos. Esta dinámica tiene como resultado la creación de un código particular, cultura del grupo, en arreglo al cual se pueden discriminar las conductas de los miembros en tanto favorecen o entorpecen la tarea. Se llama problema-tarea al relevamiento, clarificación y resolución de los distintos problemas que se presentan como obstáculos para la consecución de los objetivos. Las actitudes cambiantes o fijas de los miembros en los distintos momentos en relación a este devenir, define los diversos liderazgos o roles que apuntan a la consecución de pertenencia, pertinencia y cooperación. Los papeles, roles o liderazgos se reparten en razón del interjuego entre adjudicaciones, asunciones y solicitaciones de roles. En términos provenientes de la lingüística estructural cada rol se materializa en la conjunción de la sincronía, dependiente de los fenómenos del grupo considerado como campo social dinámico y de la diacronía de cada uno de sus miembros, es decir de sus series complementarias. En otros términos: un papel determinado se logra en virtud de la necesidad que surge en el campo social dado y es asumido en función de la historia evolutiva personal propia del miembro correspondiente decodificada por el paradigma psicoanalítico.

      La técnica, por parte del coordinador, consiste en intervenir con indicaciones, señalamientos e interpretaciones a los efectos de facilitar la tarea en un encuadre correspondiente. Se apunta a:

      I

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