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vínculos internos, y que reproducen en el ámbito del yo relaciones grupales o ecológicas. Estas estructuras vinculares que incluyen al sujeto, el objeto y sus mutuas interrelaciones, se configuran sobre la base de experiencias precocísimas, por eso excluimos de nuestros sistemas el concepto de instinto, sustituyéndolo por el de experiencia. Asimismo, toda la vida mental inconsciente, es decir, el dominio de la fantasía inconsciente debe ser considerado como la interacción entre objetos internos (grupo interno) en permanente interrelación dialéctica con los objetos del mundo exterior”.

      De este condensado párrafo se podrían subrayar los siguientes puntos: a) una teoría del desarrollo evolutivo que se diferencia de las clásicas freudiana y kleiniana. Ya no se trata de que el psiquismo se construya con la internalización de representaciones (Freud de la primera tópica) o con objetos (Freud de la segunda tópica y Klein) sino con la internalización de vínculos; b) una definición de vínculo como organización compleja que pone en juego no solo al sujeto y al objeto, sino el contenido de esas mutuas interrelaciones que se incorporan como experiencia en las etapas más tempranas de la vida humana; c) consecuentemente con un diseño grupal o ecológico (espacial) del aparato psíquico a fin de dar cuenta la permanente interacción entre el psiquismo, así configurado, y los diversos grupos humanos de la realidad fáctica. El grupo interno consistiría, entonces, en concebir la subjetividad como un repertorio unificado (en el mejor de los casos) de vínculos internalizados a lo largo del desarrollo evolutivo que servirían para nuestro mejor o peor desempeño en los vínculos de la realidad.

      ECRO (Esquema Conceptual, Referencial y Operativo)

      Tratando de desglosar la sigla, cuando Pichon Rivière se refiere al término ‘esquema’ alude a un conjunto articulado de conocimientos; lo de ‘conceptual’ es porque ese conocimiento está expresado en forma de enunciados con un cierto nivel de abstracción y generalización propios del discurso científico; el aspecto ‘referencial’ atiende a trazar los límites jurisdiccionales del objeto de indagación; y finalmente la noción de ‘operativo’ pretende no limitar sólo al criterio epistemológico tradicional de verdad nuestros esfuerzos sino que conlleva la producción de cambios; de ahí la noción de praxis. En síntesis: se puede decir que su ECRO se define no sólo como instrumento de indagación de un sector de la realidad, sino que conlleva la idea de que la tarea misma opera como un proceso dinámico y constante de transformación, tanto del objeto de la indagación como del sujeto que indaga. A mi entender la noción de ECRO aboga a favor de una revisión crítica permanente de nuestro conocimiento de la realidad interna y externa, previniendo contra la fosilización de las cosmovisiones que conducen al dogmatismo. También aboga, a mi entender, por superar la oposición entre el aprendizaje por los libros versus el aprendizaje por la experiencia vital; si se me permite un término coloquial, “la calle”: en condiciones ideales ambos aprendizajes deberían retroalimentarse mutuamente.

      1 Ver “Técnica de los grupos operativos” en colaboración con José Bleger, David Liberman y Edgardo Rolla, Acta neuropsiquiátrica (1960) y Del psicoanálisis a la psicología social (1971).

      2 He dedicado a este tema gran parte de mis escritos a los largo de los últimos cuarenta años. Para un mayor esclarecimiento de este tópico remito a Arbiser, Samuel (2001 y 2003).

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      Esquemas de psicoterapia con grupos1

      En este trabajo me propongo exponer en forma esquemática y representar gráficamente, tratando de subrayar las diferencias, tres modelos teóricos en los que se basa la práctica psicoterapéutica grupal. Estos modelos son resultado de una labor de discriminación y crítica científica de las corrientes más en boga en nuestro medio.

      Se trata de un aporte que intenta contribuir al esclarecimiento de un campo donde se entrecruzan distintos, abundantes y a veces contradictorios esquemas referenciales, que obstaculizan la práctica y la comprensión teórica de este tipo de tarea correctora.

      Un punto de cierta relevancia en la configuración de este problema lo constituye la no totalmente agotada discusión acerca de la relación entre la psicoterapia grupal y e1 psicoanálisis. El empuje arrollador con que esta última disciplina impregno la psicología contemporánea, desbordando en ocasiones, en e1 campo de la ciencia social (Roger Bastide, 1961, Enrique Pichon Rivière, 1971) por una parte, y por la otra, el hecho de que gran número de terapeutas tienen formación psicoanalítica individual, explicaría el hecho de que se intentara “adaptar” el grupo a su corpus conceptual. Acuerdo, entonces, con Carlos Sluzki en (Watzlawick, 1971) cuando afirma “pero en razón de su óptica fundamentalmente intrapsíquica, las posteriores tentativas de aplicación del modelo psicoanalítico a otros campos (los fenómenos grupales, las conductas sociales, etc.) padecieron de inconvenientes inherentes a toda transpolación. El psicoanálisis, usado como lenguaje e instrumento interdisciplinario, mostraba algunas deficiencias insalvables”.

      Aceptando esta premisa, la posibilidad que cabe explorar es contribuir a formar un corpus teórico propio a partir del objeto concreto de estudio, a saber, el grupo. Esta última posibilidad no impediría que se integren en ese nuevo corpus también los conocimientos provenientes del psicoanálisis. Otro aspecto también relevante en toda actividad psicoterapéutica pero especialmente importante en psicoterapia grupal lo constituye la dotación de presupuestos ideológicos con que se la encara, es decir, la visión comprometida que se tiene de la realidad; por ejemplo: cómo se visualizan las relaciones interpersonales o la relación individuo-sociedad o relaciones de producción y distribución del producto. En fin, decidirse por el ejercicio de este tipo de psicoterapia implica tomar una posición definida; significa optar por sus valores intrínsecos de cooperación y de una conciencia de nuestra interdependencia con los demás y con el conjunto en la tarea común.

      Consecuente con el propósito exploratorio antes mencionado, y siguiendo sugestiones de otros autores (Espiro, N., 1972), se describen tres modelos:

      a) Modelo de Psicoterapia Analítica en Grupo. (Fig. 1)

      Es decir, el paciente en regresión establece una relación histórico-genética con otro miembro.

      Sus exponentes más reconocidos son una parte de 1a Escuela Americana, entre quienes importa mencionar a Paul Schilder por la valiosa influencia que ejerció en amplios medios dedicados a este tipo de terapia. Como trabajo representativo de este modelo para ser discutido se tomó el de S. R. Slavson (1959) de New York: “¿Es verdad que hay dinámica de grupo en los grupos terapéuticos?”. La lectura de este trabajo –en apretada síntesis– permite apreciar que el autor parte del supuesto del “hombre aislado”, como lo definiría críticamente J. Bleger (1971), supuesto incluido en la conocida oposición individuo-sociedad. Partiendo entonces de la premisa de la preeminencia genética del individuo frente a la sociedad argumenta que el individuo para socializarse debe resignar parte de su yo y su superyó en el grupo, representado por su líder; según sus palabras “se desegotiza”. Esta aseveración que explica el conjunto desde el individuo y el individuo desde la teoría psicoanalítica ubica a este autor con aquellos que postulan dicha teoría como ciencia central de la ciencia social (Bastide, R. 1961). Por lo tanto, en este modelo se diferencia tajantemente los grupos sociales habituales de los grupos terapéuticos. Reconoce en los primeros la existencia de dinámicas (sinergia-interacción-interestimulación-inducción mutua, etc.) en razón de la existencia de un objetivo común. En cambio en los segundos –existirían por parte de los pacientes del grupo iguales objetivos (curarse), aunque no objetivo común; cada cual se “cura” como puede–, estas dinámicas deben ser coartadas en status nascendi a los fines de la terapia. De este modo pretende aislar y así poner en evidencia las motivaciones intrapsíquicas incluidas en la esfera histórico-genética individual de cada miembro del grupo, descartando taxativamente la acción determinante del campo social circundante. Dado que, como se ha dicho, deben evitarse las dinámicas que puedan aparecer (sinergia), se entiende que la cohesión entre los miembros forzosamente debe estar a cargo del terapeuta a través de su liderazgo. Se podría concluir sintéticamente afirmando que en este modelo el psicoanálisis es el

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