Скачать книгу

compartida en ellos de retener conocimientos de los que no es agradable enterarse, y que terminan con abruptas expulsiones. En este mismo orden de cosas, cuando a los cuatro meses de tratamiento empezó a perfilarse una remisión sintomática, coincidiendo con la aparición de un exantema, los padres lograron conseguir que un médico se lo suprimiera con corticoides, situación que me permitió señalarles la actitud poco continente con los excrementos: en realidad con el producto de su desplazamiento, el exantema que había salido por la piel, en el momento en que había empezado a manejar mejor su esfínter anal. Finalmente, y cuando ya el síntoma había desaparecido en forma sostenida, en un momento en que los cuatro miembros del grupo familiar estaban reunidos en un viaje de automóvil, A les relata que la ya aludida señora que los cuidaba a él y a su hermano, reiteradamente “jugaba” con ellos, descubriendo sus zonas pudendas, se las hacía mirar y les pedía que “le besaran los pelitos”. L, el hermano mayor, confirma la veracidad del relato con el rubor de su rostro, bajando la cabeza avergonzado como respuesta ante el reclamo angustioso de la madre. El relato en la sesión de este episodio se realizó en un intenso clima emocional, situación que no me permitió registrar e investigar en todas sus consecuencias el rubor subido de la madre, que asigné a una justificable indignación, sin asociarlo con el exantema de A ni con el rubor de L. Dado que el momento del relato de este episodio iba acompañado de una franca mejoría sintomática, pude señalarles que por lo que me habían contado ya no era necesario “retener” ese secreto, vivido como retener excrementos. Además y aunque no resultara fácil, podían decirse cosas entre ellos y esclarecer episodios que antes sólo aparecían como sospechas; que se podían equiparar a las manchas del calzoncillo, consecuencias de la retención.

      Previamente a este episodio, A, que había mostrado una sorprendente actitud de cooperación con el tratamiento que hacían los padres, cooperación que se expresaba a través del interés en la concurrencia de ellos al consultorio, repentinamente solicita a los padres que dejen de concurrir. Este inexplicable cambio en su actitud aparece retrospectivamente comprensible en términos de resistencia, cuando produce su relato-confesión en el auto, luego de que sus padres rehúsan obedecerlo en su imperiosa demanda, y continúan concurriendo a la terapia. Puede entenderse como un último reducto defensivo a la emergencia de la información esclarecedora.

      Concomitantemente, y tal como lo había esperado de acuerdo a mi hipótesis de abordaje, en esta pareja tan bien avenida aparecieron y pudieron esclarecerse y explicitarse viejos y actuales resentimientos mutuos. Estos giraban en torno al intenso apego de C a su familia de origen, en la cual una madre dominante, “castradora” y “asesina” ocupaba el lugar central de la escena; y al desapego de MR con su propia familia de origen en la que descollaba un padre “cruel”, “egoísta” y “asesino”. En efecto, para C su manipuladora madre había ejercido sobre su padre, descrito como sometido, apocado, “humilde trabajador” un aplastante dominio que lo llevó a la muerte; dominio extendido también hacia su única hermana y del cual él creía haberse sustraído. A su vez MR atribuía a la despótica e irracional crueldad de su padre la muerte de su “sufrida madre”, y fundaba su desapego hacia él y los demás miembros de su familia en esta razón, a pesar de ser ella claramente la preferida edípica de aquél. Dada la sorprendente coincidencia del elemento “asesino” en ambas constelaciones edípicas, no sería del todo aventurado admitir la hipótesis de una correspondencia entre estos personajes envueltos en la trama familiar y la aludida señora, “chivo emisario” de la mencionada trama, a través de la cual se ponía en escena un carácter común y peculiar en las constelaciones edípicas de ambos miembros de la pareja parental y, por lo tanto, reforzado de la escena primaria, es decir, la característica sádico-asesina de ésta. La actividad de seducción de la “cuidadora” a sus “cuidados” se constituía así en el soporte significante del significado especial aludido.

      Cabe preguntarse ahora acerca de la relación entre el síntoma –constipación, encopresis por rebalsamiento y genuina encopresis– y la conjeturada configuración edípica descripta implícita en la trama familiar. Siguiendo en el terreno de las conjeturas podrían señalarse varios factores:

      1. reforzamiento constitucional de la libido anal;

      2. el trauma sexual;

      3. aptitud del síntoma para representar simbólicamente vicisitudes tales como retención del secreto, lo sucio, lo erótico-agresivo;

      4. actividad autoerótica: “poner cara especial”.

      Sin embargo, sin excluir estos posibles factores y seguramente muchos más no enunciados, la línea que preconizo en este trabajo apunta a señalar la función del síntoma como emergente del sistema. Como lo señala Pichon Rivière dicho emergente se concentra en el miembro más fuerte y el más débil de la trama en tanto aparece como el más permeable del sistema a las depositaciones conflictivas y el más fuerte en tanto representa el potencial de cambio del mismo. Como el elemento que provoca tal desequilibrio en el medio familiar que convoca a la movilización de sus miembros en búsqueda de un nuevo equilibrio, cuyo resultante puede encaminarse tanto en la dirección de un cambio con un reacondicionamiento del sistema o en la dirección de la resistencia al cambio tal cual lo prescribe el ya aludido octavo principio de Cartwright. La intervención terapéutica se inserta en este punto a favor del primer término de la alternativa. Esto implica el establecimiento de un nuevo equilibrio basado en la disolución de los secretos y el concomitante descubrimiento y aceptación de la hostilidad asesina, con los consiguientes temores y culpas en la trama familiar. Lo sucio, el secreto, concretamente expresado y develado del síntoma de uno de los miembros del sistema circula al ámbito matrimonial y aparece en términos de conflictos interpersonales.

      De acuerdo con el espíritu conjetural de estas observaciones, esta experiencia y su intento de explicarla aspiran solamente a constituirse en una proposición a una actividad psicoterapéutica cada vez más difundida; proposición que requerirá nuevas experiencias que las validen o refuten.

      En tanto la remisión del síntoma fue completa y estable, se inició el proceso de terminación del tratamiento, que incluyó, a sugerencia mía, un estudio psicodiagnóstico realizado por un psicoanalista de niños que arrojó un informe favorable respecto a la resolución del síntoma, aunque no promisorio respecto a la estructura de la personalidad y su evolución4.

      Dada la utilización en este trabajo de términos y conceptos que parten de la teoría de la comunicación, sería útil destacar la fundamental diferencia que me separa de las postulaciones de esta escuela. Según sus postulaciones el interés está centrado en forma exclusiva en el circuito interpersonal limitándose al registro de las entradas (input) y salidas (output) en el funcionamiento del circuito, desechando por míticas todas las cuestiones referidas al circuito intrapersonal que en una comparación con artefactos tecnológicos se denomina genéricamente caja negra. Por el contrario, en este trabajo no se desecha el estudio de la configuración peculiar de la red de relaciones interpersonales, la distribución y el desempeño de los roles, sino que se conectan con los determinantes intrapsíquicos que son lo que le proveen singularidad.

      Con respecto al psicoanálisis, mi diferencia sólo aparece cuando se pretende aplicar sus conceptos al abordaje multipersonal forzando, a mi juicio, el objeto de estudio. La consecuencia de esta postura conlleva también a una distorsión o extensión de términos analíticos más allá de sus ambigüedades dentro del propio esquema referencial psicoanalítico.

      En este caso no se le concede importancia o es irrelevante la discriminación entre la red intrapersonal e interpersonal, por lo cual tampoco se hace necesario encontrar una noción articuladora como la que propongo en este trabajo al considerar el grupo interno, y que a mi entender permite un retorno de los conceptos psicoanalíticos más enriquecedores y menos distorsionados, diluidos o forzados.

      Articulación con el encuadre psicoanalítico

      Como he señalado, y es la propuesta central de este trabajo, esta noción es compatible también con el encuadre psicoanalítico clásico, especialmente visualizable en las contribuciones de D. Liberman y en las de M. y W. Baranger, cuando proponen la situación analítica como campo dinámico.

Скачать книгу