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la Mujer, el escándalo se volvió “viral” y el profesor fue exhibido como misógino, machista e ignorante. Aunque luego se supo que el video había sido filmado y editado por los propios estudiantes, y fue “descontextualizado” de la clase completa del citado profesor (clase que tiene el paradójico título de “Habilidades del aprendizaje”), el daño ya estaba hecho. Las autoridades universitarias anunciaron rápidamente un procedimiento administrativo y posibles sanciones al profesor. No se sabe en qué terminará este drama minúsculo de la vida universitaria.

      La nota llama la atención porque retorna al primer plano una discusión clásica: el de los límites entre la libertad de cátedra, la ética académica y la corrección política. Más allá del linchamiento mediático al profesor, del clima de indignación moral que suscitó en las redes el video, y de la confirmación de los efectos indeseables del poder de la información que circula en las redes sociales, lo que resulta relevante es la confirmación de la ambigüedad de los límites entre los imperativos éticos, la responsabilidad intelectual y las prácticas académicas universitarias. ¿Hasta dónde un profesor o profesora puede ejercer la libertad de cátedra en el ejercicio cotidiano de su labor frente a los estudiantes? ¿Es legítimo que los estudiantes utilicen las nuevas tecnologías para realizar labores de espionaje y denuncia sobre sus profesores? ¿Cómo actúan las autoridades universitarias frente a este tipo de actos, más comunes y cotidianos de lo que se piensa? Las lecturas del asunto son diversas debido precisamente a la naturaleza pantanosa de las relaciones entre estos componentes. Atribuir a las redes sociales la culpa de las deformaciones de una información pública, al profesor el uso de un lenguaje no apropiado, o a la pureza de las normas burocráticas universitarias el cumplimiento de las labores académicas, significa eludir la complejidad del asunto.

      Que un profesor exprese una opinión, ofrezca un ejemplo, o recurra a cierta dramatización de algún tema o situación, es cosa de todos los días. Son usos y costumbres que intentan llamar la atención de los estudiantes sobre temas o problemas de algún tipo. De alguna manera, son herramientas retóricas que dependen del criterio, la experiencia o la capacidad intelectual del profesor o profesora, del tipo de materia que se trate, del programa que corresponda. La libertad de enseñanza supone justamente eso: que el profesor tenga la autoridad académica y la libertad para expresar sus conocimientos u opiniones, así sean polémicas o políticamente incorrectas, bajo el supuesto de que ello es un recurso pedagógico propio del ámbito académico universitario.

      Que un maestro utilice ejemplos que no van al caso, con un lenguaje donde la grosería y la vulgaridad colorean sus ejemplos, son muestra de las limitaciones académicas e intelectuales del profesor, no problemas de la libertad de cátedra. Pero si a eso se agrega el clima de resentimiento que puede existir en ciertas comunidades, y la probada capacidad de escándalo que las imágenes y palabras tienen entre los usuarios adictos a las redes sociales, que conquistan el éxito y la atención pública por unos minutos o por unas horas, la actividad académica universitaria se vuelve el producto de las aguas revueltas y en ocasiones empantanadas de la corrección política, el linchamiento moral y la precariedad intelectual de profesores, estudiantes o autoridades universitarias.

      La ubicuidad de los teléfonos inteligentes y de las redes sociales los ha convertido en instrumentos de denigración y chismes que antes se refugiaban discretamente en las paredes de los baños escolares, o que circulaban como anécdotas en las fiestas de profesores o estudiantes. Las tendencias a la moderación y la prudencia pública —ese “viejo arte de saber quedarse callado en público”, como le denomina Enzesberger en Reflexiones del Señor Z— parecen desvanecerse entre profesores y estudiantes universitarios. En organizaciones como la universidad, que legitiman su función justamente por el ejercicio de la libertad de reflexión, debate y discusión que teóricamente caracterizan su vida intelectual y académica, la instalación en el subsuelo institucional de prácticas de enseñanza en climas de temor, de venganza y búsqueda deliberada del escándalo y la humillación, muestran el lado oscuro, incivilizado, de las nuevas redes sociales y las prácticas académicas habituales.

      Junto con las prácticas de plagio, de simulación académica, de acoso escolar de algunos profesores y estudiantes, o la debilidad de las autoridades universitarias públicas o privadas para actuar ante comportamientos “inapropiados” de unos u otros, y frente al poder de las redes sociales para denunciar, chantajear o exhibir personas y reputaciones, las lecciones del pequeño escándalo de una de nuestras repúblicas universitarias apuntan hacia la confirmación de las paradojas y sinsentidos que en ocasiones habitan la vida escolar cotidiana en aulas y planteles.

      10 Nexos en línea, noviembre de 2016.

      ¿Ves aquel Señor Graduado

      roja borla, blanco guante,

      que nemine discrepante

      fue en Salamanca aprobado?

      Pues con su borla, su grado,

      cátedra, renta y dinero,

      es un grande majadero.

      J. Iglesias de la Casa, 1820

      barcelona, españa. La expansión de los escándalos de plagio académico no sólo son polvos de viejos lodos mexicanos. También en Alemania, Hungría, Perú, España, Estados Unidos, soplan esos vientos con los mismos lodos en algunos pantanos locales. Una revisión somera de casos recientes muestra que el “Síndrome Alzati” también ocurre, ha ocurrido y seguramente ocurrirá en otras denominaciones y contextos de manera más frecuente de lo que se cree. Presidentes, políticos, ministros, funcionarios de alto y bajo rango, académicos con cierta trayectoria, han protagonizado recientemente historias de falsedad, espejismos y pasados académicos que nunca existieron. A continuación, un listado rápido y, desde luego, nada exhaustivo del Billboard del plagio académico en distintas comarcas del mundo. El listado es producto de una consulta a las noticias publicadas por el diario El País, de España, en su página web, entre los años 2012 y 2016.

      “Expresidente de Hungría anuncia su dimisión tras ser acusado de plagio”. Según la nota, la Universidad Semmelis de Budapest le retiró el título al político Pàl Schmitt “al copiar gran parte de su tesis doctoral”. La había presentado en 1992 (04/04/2012).

      “Consejo académico rumano dictamina que el Primer Ministro rumano plagió su tesis”. Se trata de Victor Porta, político local que ve arruinada su carrera profesional por el escándalo (29/06/2012).

      “La Ministra de Educación alemana pierde su título de doctor por plagio”. Se trata de Anette Shavan, quien obtuvo su título de doctora en 1980, otorgado por la Universidad de Dusseldorf. Una política que era miembro del gabinete de Angela Merkel y militante destacada de las filas del Partido Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), (06/02/2013).

      “El precio de tener un doctorado”. Norbert Lammert, presidente del Bundestag (el parlamento alemán), y también político democristiano, fue acusado de plagio en la elaboración de su tesis doctoral. Luego se supo que tampoco tenía título de licenciatura. Unos años antes del escándalo, en 2011, cuando se hace público un escándalo similar de un opositor político, el entonces diputado Lammer, con buen sentido de la retórica y de la oportunidad política había sentenciado: “El plagio es un clavo de ataúd para la confianza en la democracia” (31/07/2013).

      “Acusada de plagiar su tesis la ministra de defensa de Alemania”. Se trata de Ursula Von del Leyen, también miembro de la CDU y del gabinete de Merkel. Era ministra de Defensa y obtuvo su título de doctora en Medicina unos años antes (26/09/2015).

      Marc Guerrero, político español, miembro del Consejo Ejecutivo de Convergencia (CDC) y exvicepresidente del Partido Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), “plagió parte de su tesis doctoral en Ciencias Sociales”, presentada en la Universidad de Barcelona, quien le concedió el título Cum Laude en 2007 (30/11/2015).

      “Candidato presidencial de Perú cometió plagio en su tesis doctoral”. César Acuña, dueño de un consorcio de universidades

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