Скачать книгу

35 años de edad.

      Como suele suceder en política, las claves de la trayectoria de Padilla se encuentran en su pasado, en los distintos momentos y coyunturas que configuraron una reputación contrastante, polémica, entre diversos grupos y corrientes políticas universitarias y jaliscienses. Licenciado en Historia (egresado de la misma UdeG), Padilla emprendió durante su rectorado una ambiciosa reforma institucional que culminó en la construcción de la Red Universitaria de Jalisco de la UdeG, un proyecto que colocó a la institución en la lente política nacional. El origen, el diseño, las implicaciones y los efectos de ese proyecto reformador marcaron un punto de conflicto y ruptura con el grupo político que había cobijado la carrera de Padilla durante su primeros años y que explica su llegada a la rectoría, un grupo liderado durante los años ochenta por Álvaro Ramírez Ladewig, hermano de su mentor político.

      Pero entre 1995 y 2012, con la llegada de la alternancia política en Jalisco, el PAN se constituyó como una fuerza política fundamental para la entidad y para el país. Raúl Padilla fue electo diputado local plurinominal por el PRD en el periodo 1998-2001, posición desde la cual pudo experimentar los límites y posibilidades de su influencia en el nuevo mapa gobierno-oposición en la entidad. Las lecciones fueron claras: sus habilidades políticas carecían del “don divino” al que se refería el viejo Weber para definir una de las fuentes de la legitimidad política: el carisma. Eso le llevó a abandonar el espacio de la política partidista abierta y pública, para concentrarse en el cultivo y desarrollo de una gestión política discreta, pero efectiva, en torno a múltiples proyectos e intereses específicos universitarios y no universitarios.

      Durante tres gubernaturas consecutivas, el contexto político jalisciense experimentó una profunda transformación simbólica y práctica, en la cual nuevas tensiones y equilibrios marcaron el territorio de los intercambios entre sus diversos actores y fuerzas. La UdeG, como otras universidades públicas en otros contextos estatales, es un grupo de interés y un grupo de poder al mismo tiempo, clave para entender la dinámica política estatal. Durante los 18 años del panismo jalisciense, la coalición padillista hegemónica en la UdeG mantuvo relaciones de tensión y conflicto con los gobernadores panistas en turno, relaciones marcadas por la lucha entre dos legitimidades: la de gobiernos democráticamente electos, y la de la autonomía política e institucional de la universidad, algo que Rollin Kent definió muy bien como “la disputa por la legitimidad” en el campo de las políticas de educación superior en la entidad.

      Desde la oposición política al oficialismo panista, Raúl Padilla articuló una complicada y ecléctica red de alianzas con el PRI y con el PRD a nivel estatal y nacional, lo que le permitió tramitar sus intereses en ambos frentes, a través del impulso a candidaturas de funcionarios y diputados locales, federales y regidores municipales de origen universitario. Uno de los desenlaces de esa historia de tensiones fue conocido, dramático e inesperado: el suicidio de un exrector que fue seducido por los cantos de sirena del último gobernador panista (Emilio González, 2001–2007), obsesionado por terminar con la carrera política de Padilla y del “grupo universidad”, como el panismo y otras fuerzas políticas (y periodísticas) suelen caracterizar a la “coalición padillista”.

      A lo largo de ese periodo de tensiones (poblado de múltiples anécdotas y microhistorias políticas), el poder de Raúl Padilla, paradójicamente, se fortaleció de manera significativa. Las imágenes de cacique, líder legítimo, político visionario, empresario universitario, caudillo cultural, político astuto, se convirtieron en calificativos distribuidos heterogéneamente entre sus simpatizantes y detractores. Esos calificativos revelan la compleja caracterización que se puede hacer de su trayectoria y representaciones, y de la comprensión del orden de lealtades que habita el corazón de las prácticas políticas en la UdeG y en el régimen político jalisciense contemporáneo.

      De lo que no parece haber duda es que Padilla es un político profesional que ha construido un capital político propio en el campo cultural. En sentido estricto, no es un intelectual ni un académico universitario tradicional. Es un político que ha edificado su reputación con los códigos propios de la política, no con los de la fe religiosa. Negociar, cabildear, intercambiar favores y apoyos, distribuir recursos, impulsar algunas ideas y fortalecer algunos intereses, vetar adversarios y construir o saber escoger a sus enemigos, forman parte de los hábitos, usos y costumbres que explican las prácticas y los reflejos de la política real del padillismo, como expresión local de un viejo oficio alejado de la política imaginaria, reacia a las prescripciones normativas y cercana a la política práctica de todos los días. Por ello, su incursión en la liga de la política nacional durante una campaña electoral reñida y complicada es un riesgo personal, profesional y político, pues pondrá en evidencia sus límites, incertidumbres y capacidades. Sería ingenuo suponer que esa decisión lo alejará de sus intereses políticos en Jalisco y en la UdeG. Lo que hará es hacer más compleja, y probablemente más interesante, la trayectoria política de Padilla y de las corrientes que le apoyan dentro y fuera de Jalisco.

      En suma, la experiencia de Raúl Padilla en el ámbito cultural y político jalisciense puede ser un componente interesante para repensar, discutir y debatir la política cultural nacional. La propuesta de ocho ejes que él mismo presentó en la conferencia de prensa en la cual Anaya anunció su incorporación a la coalición que encabeza, sintetizan una agenda ambiciosa para colocar a la cultura como parte central de un nuevo proyecto de desarrollo nacional. Ya habrá oportunidad de conocer y comentar con más detalle los contenidos específicos de esas propuestas.

      14 Campus Milenio. Publicado en dos partes, los días 12 y 26 de abril de 2018.

      15 Texto incluido en Acosta Silva, Adrián (coord.), Poder, gobernabilidad y cambio institucional en las universidades públicas en México, 1990-2000. Vol. 2, CUCEA-UdeG, Guadalajara, 2006.

      ¿Escribir? Ese tiempo ya no existe.

      ¡Hoy en día hay que pasar a la acción!

      Theodor Bernheim, en Izquierda y derecha, de Joseph Roth

      El recién concluido proceso electoral representa una valiosa oportunidad para tratar de identificar los puntos críticos de la agenda educativa nacional que propone la fuerza política ganadora, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Luego de tres meses de campañas —y varios años de pleitos, tensiones, reformas y movilizaciones—, la educación forma parte legítima de la agenda pública y ha comenzado a ajustarse y traducirse como parte de la agenda gubernamental del lopezobradorismo. Estas notas están escritas al filo de la coyuntura de la transición postelectoral, pero son producto del presente y el pasado reciente de la discusión pública sobre los perfiles, los “problemas malditos” y los desafíos de la educación mexicana para los próximos años.

      Para

Скачать книгу