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don J. Jesús González Gallo, Gobernador Constitucional de Jalisco, así lo reconoce al establecer en su artículo 1o., que: “La Universidad de Guadalajara es una Corporación Pública dotada de capacidad jurídica, destinada a cumplir en el campo de la Cultura Superior la misión que en este orden le corresponde al Estado”.

      Notas

      1 Los datos históricos hasta aquí indicados los he extractado de José Cornejo Franco, Documentos referentes a la fundación, extinción y restablecimiento de la Universidad de Guadalajara.

      Patio del Claustro de Santo Tomás con los asistentes a los festejos posteriores a la

       ceremonia protocolaria de inauguración de la Universidad de Guadalajara,

       el 12 de octubre de 1925.

      Fotografía del 12 de octubre de 1925 donde aparecen, de izquierda a derecha: Luis Murillo, Roberto Montenegro, José María Cuéllar, Amado de la Cueva, Raymundo Hernández, Constancio Hernández Alvirde, Antonio Valadez Ramírez, José Guadalupe Zuno Hernández, Arnulfo Villaseñor, Jesús Sauza González, Adolfo Cienfuegos y Camus, Ramón Córdova, Alfonso Emparan, Rodrigo Camacho, Adolfo Contreras y Romualdo Parra.

      XXXII Aniversario

      de la fundación de la

      Universidad

       de Guadalajara

      12 de octubre de 1957

      José Guadalupe Zuno (1891–1980) compartió con la comunidad universitaria sus razones para restaurar la denominación universidad —identificada con el pensamiento conservador— en lugar de instituto —insignia del liberalismo decimonónico—. Además explicó el porqué del 12 de octubre para inaugurar la Universidad y dedicó un sentido elogio a las personalidades de los acontecimientos de 1925: Enrique Díaz de León, Agustín Basave y José Cornejo Franco.

      José Guadalupe Zuno Hernández, “Discurso pronunciado en el XXXII Aniversario de la fundación de la Universidad de Guadalajara, 12 de octubre de 1957”, Reminiscencias de una vida, tomo III, Guadalajara: edición del autor, 1971, pp. 123–129.

      El día 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón, tras de incierto navegar, creyó encontrar las Indias Orientales, El Catay, Cipango, La Tierra del Gran Can, o que andaba en las cercanías del Paraíso Terrenal, aunque la intención de su aventura, era la de buscar nuevas rutas para el tránsito mejor y más seguro de los productos riquísimos de las Islas de las especierías. Mal podía haber descubierto a América, si ni aún se tenía la idea de que un nuevo y vastísimo continente estuviera estorbándole su paso hacia las Indias. Más bien, diría yo, quienes lo descubrieron a él fueron aquellos lujosos magnates de la zona maya, que navegando de recreo con sus mujeres, lo encontraron cuando medio perdido vagaba en alta mar por el Caribe, con su tripulación en sorda rebelión, ya sin confianza en el navegante. Y tan lo descubrieron, que mirando medrosos desde su gran canoa, entoldada ricamente con telas brillantes de henequén, vistosamente bordadas y enriquecidas con todos los colores tropicales, advirtiendo la superioridad de la gran nave enhiesta de los intrusos hombres barbudos, armados con el rayo y el trueno, enviáronles frutas y comidas, papagallos y guajolotes, iguanas y mantas finas, para agradarlos. Dándose cuenta, además, de que Colón no tenía rumbo fijo, ofreciéronle humildes y serviciales como en su auxilio, guías de la tierra, que les fueron aceptados y que, obedientes a la consigna patriótica de sus temerosos caciques, en lugar de llevarlos a las próximas costas suyas los alejaron de ellas hasta que, seguros de que no caerían rapaces en sus bellas ciudades, los orientaron hacia Guanahaní. Todo esto con una real conciencia de lo que estaban descubriendo y no con falta de ella, que no la tenía Colón, quien mal podía andar en el descubrimiento de lo que ni él ni nadie conocía. Tampoco, si en esta fecha no se festeja ya el pseudo–descubrimiento, tampoco es correcto dedicarla a un propósito como el que animó a sus creadores; que viendo cómo lo del descubrimiento llevaba detrás la prueba de la fobia del adueñamiento por parte de los hombres blancos, de aquello que por razón natural era de los nativos; y que su rapiña era lo único que andaba quedando eso sí verdaderamente al descubierto, cambiaron el objeto de sus fiestas y quisieron que su raza, la que vanamente aseguran que es la superior, esa que tan torpemente se enorgullece con lo que dicen ser “el destino manifiesto”, divino, de guiar a la humanidad, llámanle ahora a este día el DÍA DE LA RAZA.

      Aún tenemos muy cercanos los terribles años en que la más espantosa guerra que la humanidad sufrió, la desatada por el nazi–fascismo, asesinó a millones de hombres por el delito de tener la piel, el cabello y los ojos, distintos de los de aquellos que llamándose arios, querían exterminar o reducir a la servidumbre a todos los demás, por no serlo. Ciertamente que es increíble que, países que en los campos científicos y artísticos han enriquecido tanto a la cultura, hayan podido arrastrar a sus soldados tras de una empresa tan bárbara, tan loca y tan falta de fundamentos científicos y morales. Ya entonces, la Biología, la Etnografía y la Antropología, estaban acordes en principios perfectamente demostrados, sobre la inexistencia de razas puras; de razas superiores, somática o mentalmente hablando; que el mestizaje lo hay desde los días más remotos de la existencia de la especie humana; que ésta tiene fines comunes de perfeccionamiento y un ideal elevado al que todos los hombres aspiran. Todos los grupos, chicos o grandes han pasado por etapas de lucimiento y de decadencia, por razones históricas y políticas, en panoramas diferentes con características económicas y geográficas que han determinado, unidas a causas incontrolables por el hombre, especificaciones que aparentemente los distinguen. No es pues de extrañar que un plan de gobierno del mundo con la bandera de la raza superior, fracasara de modo tan rotundo como ha de fracasar cuanto sobre esos patrones se intente. No solamente en los ámbitos mundiales, sino en los más reducidos de sus poblaciones, como acontece ya en la gran nación vecina del norte, donde unos exaltados arios, de tipo nazi–fascista, han causado más daño al prestigio de su patria que una invasión militar y a pesar de la elevada y digna actitud de su Presidente y de su Suprema Corte de Justicia. Y digo aquí que, si esta Universidad fue puesta en marcha en un doce de octubre, no fue ni para recordar la aventura casual de aquel gran navegante, quien sin intención maliciosa abrió el nuevo mundo a las insaciables y depredadoras bandas que tras él llegaron del viejo; ni para ofrecer nuestro esfuerzo ante los altares infatuados de la raza aria. Fue, de modo lógico, en quienes luchábamos por principios democráticos, igualitarios, progresistas, entender la fiesta y el acto, como abarcando la igualdad de los hombres de todas las latitudes, sin distinción ninguna de origen ni de lo llamado raza; y así está instituido en los mandatos constitucionales desde que México es libre y desde cuando intentó serlo; pues fue aquí, en Guadalajara, donde el gran Miguel Hidalgo dictó su decreto de abolición de la esclavitud. Ni en los hechos mismos de la vida social, pudo ser de otro modo, cuando en nuestras ciudades y en los campos, conviven hombres de todas las razas, sin que se tome a bochorno tan encomiable tradición y sin que se atreva nadie ni en pensamiento a menospreciar a un indígena ni a un negro, ni a inclinarse y doblar la rodilla ante un blanco o un rubio no más porque sus ojos son azules o verdes... Más bien encontramos nuestros conflictos sociales en los círculos de las actividades económicas, en los cuales hay ricos indígenas, criollos y mestizos y obreros blancos, prietos, morenos y negros. Quede pues claro, que no somos seguidores de ninguna tendencia hueca racista, sino defensores de una integración racial democrática y cristiana, en la que nos hemos desarrollado desde que somos independientes. Por todo ello le llamamos a esta casa, UNIVERSIDAD; porque ella es congruente con la intención de universalidad, abandonando el nombre de INSTITUTO, que restringe con el solo enunciado, su campo de gestión en el acrecentamiento de la cultura. No nos detuvo el hecho histórico de que en nuestras luchas pasadas, los liberales tomaran por bandera al INSTITUTO y los conservadores a la UNIVERSIDAD. Aquello quedó liquidado en el campo político

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