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Piensa y trabaja. Ana Isabel Villaobos Valladolid
Читать онлайн.Название Piensa y trabaja
Год выпуска 0
isbn 9786077422686
Автор произведения Ana Isabel Villaobos Valladolid
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Señoras y señores: en el nombre del gobierno del estado de Jalisco y en representación de la Universidad de Guadalajara, os manifiesto nuestro profundo reconocimiento por haber asistido a esta ceremonia, porque vuestra presencia es indicio de que participáis con nosotros de un deseo de vida próspera para esta Institución.
En el mismo nombre, manifiesto nuestra más efusiva gratitud a las universidades madrinas de la Universidad de Guadalajara, A la de París, alma mater de la civilización latina, no, de la civilización universal; a la de Salamanca, carne de nuestra carne, espíritu de nuestro espíritu, cuyo nombre está patinado del oro de los siglos mejores y cuya evocación nos habla lo mismo de los vuelos líricos de fray Luis que de las travesuras de la Celestina y del Lazarillo, de la gracia de los estudiantes de Lope y, para que más nos llegue a nuestro pasado literario, del donaire de aquel don García, en cuyos labios era la verdad sospechosa del clásico entre los clásicos, nuestro don Juan Ruiz de Alarcón; a la de California que siempre ha sido muy buena amiga de México y cuya digna representación tiene la distinguida señorita Purnell a quien tanto debe el prestigio de nuestra ciudad, y a la Universidad de México, hermana mayor de la nuestra, cuya fuerza vital será nuestro ejemplo, a quien debemos agradecerle la representación máxima de su propio rector, no sólo por el cargo que desempeña, que cargos solos nos dan honores, sino por sus relevantes cualidades de hombre de ciencia.
Señor secretario de Educación: el gobierno supremo de la República preside en voz esta ceremonia que es un símbolo de la obra de reconstrucción nacional que alienta a la administración pública, lo mismo a la federal que a la del estado. Nos sentimos satisfechos con vuestra representación a la que saludamos respetuosos y agradecidos con cariño cordial por ser vos quien la desempeña, pues ya sabemos que os animan los mismos móviles que los que impulsaron a esta Institución y que, por lo demás, vuestra presencia en la Secretaría de Educación es una garantía para las nuevas ideas.
Señor gobernador: esta universidad es principalmente obra vuestra en idea y en acción. Yo no puedo hacer la loa de vuestro empeño porque tengo los labios sellados con el doble sello de vuestro carácter público y de la amistad que desde la infancia nos liga. Que vengan otros, que ya vendrán, pese a las impotencias que se retuercen en su inutilidad, a decir lo que esto significa para nuestro estado, para nuestra Nación.
Señores directores de las facultades, señores profesores: tengo unos cuantos días de llevar esta carga que, sin literatura, creí era demasiada para mí desde cualquier punto de vista. Tenía el temor de que mi insignificancia fuera a hacer fracasar esta obra; pero he visto ya y lo he visto con tan intensa claridad que ya puedo abrir el puño al vuelo de la verdad segura, que todos vosotros fervientemente, triunfalmente estáis sosteniendo e iréis a sostener este peso, de tal suerte que entre todos, unánimes, se hará la obra; que mi participación es como la de cada uno de vosotros y solo por accidente, abanderado con el corazón palpitante de entusiasmo, con la voluntad perseverante que dará firmeza a la mano que soporta la enseña sagrada.
Claro está que no podemos asegurar que salga de estas aulas como sería nuestra más vehemente esperanza, el que haga enmudecer eternamente a la esfinge; pero sí queremos y en nuestras manos está hacerlo, formar hombres en el sentido a que hacía referencia, es decir, en el mejor sentido, hombres de lucha. Dos escritores franceses situados diametralmente opuestos en el terreno del pensamiento, aseguraban: uno, el de extrema derecha: “El que no es un perseguidor, sea en acto, sea en potencia, es indigno de respirar”, y el otro, el de la izquierda, “Bien aventurados los hombres de buena voluntad y de acción, porque de ellos es el reino de la tierra”.
Jóvenes estudiantes: vosotros sois la médula de esta obra. Sois el fin y sois el principio de ella. Sois la universidad. Nos es algo ficticio que se forja, como las mentes aviesas aparentan creerlo, sino una virtud dinámica y vital, lo que mueve este organismo. Vuestra comunión es la que hace de esto una unidad fuerte. La juventud, que es el don de los dioses, según la frase pagana, siempre lleva en el devenir de los tiempos, al mesías de las viejas teogonías orientales; es decir, la esperanza de tiempos mejores, el ansia de redención, la constante aspiración hacia la felicidad que quizá nunca se alcance. Vosotros, que estáis en la edad en la que sólo es una melodía retórica la copla de Jorge Manrique, vosotros que debéis decir que el mejor tiempo es el que vendrá, sois la seguridad del augurio próspero de esta organización. Tenemos fe en vosotros, no con frase de tribuna, sino con la profunda convicción que nos da el pleno conocimiento de vuestra fuerza. Pero si no tuviéramos este conocimiento, vuestros antecedentes mismos, presagian frutos mejores. Como el árbol cuyas raíces se desenvuelven en la opresora vida de la tierra para tener vigor y lozanía, así las raíces de dolor de donde arranca la mayoría de vosotros, hará que sea realidad lo que con vuestro propio cultivo, la patria, Jalisco y esta universidad esperan de vosotros, porque, jóvenes estudiantes, os ha tocado en suerte haber nacido a la vida del espíritu y del trabajo en medio de la más asombrosa transformación de la humanidad y de la patria. Cuando recibís las primeras luces de la escuela primaria el mundo se debatía en la más grande tragedia que registra la historia, la patria en la más intensa de las luchas internas. Ante vuestra visión alucinada de niños han de haber desfilado, en teoría macabra, las relaciones de la matanza universal y en vuestros hogares, en donde tantas veces ha de haber faltado el pan, ha de haber pasado ora el triste cortejo de la penuria, ora la zozobra siniestra de la guerra, el alarido brutal del vencedor, la pérdida del padre, el hermano que cayó para que alcanzáseis días mejores. Después, el mundo se ha transformado al conjuro de un demiurgo caprichoso y omnipotente; la patria, rediviva, surge de su avatar, transformada. Ahora os toca a vosotros esa herencia que se amasó con lágrimas y sangre. Allí está: recogedla con vuestras manos púgiles, alentadla con vuestros espíritus que se han formado en la escuela del dolor, que es la mejor escuela y ya sabréis que son de muy honda verdad las palabras del poeta:
Los negros nubarrones,
Los cargados turbiones,
Las desesperaciones,
Son magnificaciones.
Hay que regar la senda; hay que salvar la pura intención;
Hay que alzarse a favor de sagrada,
A favor de gloriosa tempestad de amargura,
Y tenderse en el viento, como una envergadura.
Y agrandarse en el viento como una llamarada.
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