ТОП просматриваемых книг сайта:
Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973. Rafael Pedemonte
Читать онлайн.Название Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973
Год выпуска 0
isbn 9789563572599
Автор произведения Rafael Pedemonte
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Siguiendo al historiador Odd Arne Westad, el “Tercer Mundo” vino a insertarse de lleno en un enfrentamiento ya no concebido “como un conflicto bilateral”20, sino como una lucha singular trasplantada con renovadas fuerzas en las naciones de Asia, África y América Latina, moldeando lo que Westad llama convincentemente la “Guerra Fría Global”. Las grandes potencias debían, por lo tanto, transformar el planeta con el objeto de “demostrar la aplicabilidad universal de sus doctrinas”, elevando al “Tercer Mundo” en un “terreno fecundo para articular la rivalidad”21. Esta estrategia fue percibida como un elemento esencial para el fortalecimiento de la URSS, ya que durante la administración de Jrushchov, el Kremlin adquirió la convicción de que la progresión del mundo hacia un futuro mejor dependía de la evolución de los Estados de ultramar. En consecuencia, la misión histórica de Moscú era, a partir de este momento, la de “contribuir a preparar el mundo para la revolución” inminente22.
Es bajo esta lógica que debemos comprender la puesta en marcha de una serie de programas de ayuda que en los años cincuenta se limitaban esencialmente a África y Asia, manteniendo por un tiempo a América Latina en una posición estratégica secundaria. Ya dijimos que la Conferencia de Bandung obligó a los soviéticos a repensar el potencial estratégico de los Estados reunidos en Indonesia, los cuales habían demostrado que no tenían la intención de aceptar pasivamente el equilibrio de fuerzas internacional. Mientras que la Crisis de Suez de 1956 se convirtió en un duro revés para los intereses de dos grandes naciones europeas (Francia e Inglaterra), la URSS se halló en una inmejorable posición para exponerse ante el mundo como un aliado natural del Sur frente a un Occidente hostil y agresivo23. Los delegados de la OTAN constataban con preocupación que a finales de 1956 Moscú había destapado un vigoroso objetivo, consistente en “ampliar la zona de influencia comunista mediante la diplomacia, la propaganda”, especialmente en los “ámbitos político, cultural y científico”. Para ello, los responsables del Kremlin habían abandonado los métodos de Stalin; ya no se trataba de ayudar “solo a los comunistas o grupos aliados”, sino que ahora estaban rotundamente determinados a “colaborar con cualquier régimen en la medida en que vean una oportunidad para […] oponer ese régimen a Occidente”24. Así, la URSS inauguró una política de cooperación que benefició en un primer momento a Estados tales como Afganistán, Egipto e India. Esta tendencia global, como veremos ahora, generó un incipiente acercamiento con América Latina a partir de 1955, a pesar de que, de manera general, el continente seguía representando para la URSS un objetivo marginal. Ello al menos hasta 1959, cuando los rebeldes cubanos pusieron fin a la dictadura de Fulgencio Batista.
Una progresiva inserción de América Latina en la Guerra Fría
“Cuba nos forzó a adoptar una mirada renovada sobre el conjunto del continente [latinoamericano], que ocupaba hasta ahora el último lugar de la jerarquía de prioridades del poder soviético”, pondera el antiguo vicedirector de la KGB, Nikolai Leonov25. Nicola Miller parece confirmar esta hipótesis al estimar que antes de la caída de Batista en 1959 las relaciones con América Latina se desarrollaban prácticamente sobre una tabula rasa26. Si bien es innegable que Moscú no tenía intención de hacer grandes esfuerzos por reforzar los lazos con el mundo iberoamericano, un cierto número de trabajos recientes debiera conducirnos a no magnificar la supuesta ausencia de la URSS sobre el territorio antes de 1959. Ya a fines de la era estaliniana, en 1952, una delegación de comunistas latinoamericanos viajó a Moscú para negociar con sus interlocutores soviéticos y asistir a fiestas conmemorativas27. Un mes antes de su muerte inesperada en marzo de 1953, Stalin recibió, en un gesto inédito, al embajador argentino Leopoldo Bravo con el objeto de evaluar la posibilidad de incrementar los lazos con el gobierno de Juan Domingo Perón28, quien amparaba una política exterior independiente conocida como la “tercera vía”. Pero a pesar de estos síntomas embrionarios, hubo que esperar un tiempo, y en particular el 20º Congreso del PCUS en 1956, para constatar una multiplicación visible de los signos de acercamiento.
Muchos obstáculos impedían aún un compromiso más militante en territorio latinoamericano, entre otros, la “fatalidad geográfica” determinada por la presencia imponente y vigilante de los EE.UU. La moderación del Kremlin quedó en evidencia luego de los eventos que derivaron en la caída del gobierno democrático del guatemalteco Jacobo Árbenz (1951-1954), una maniobra en la cual la CIA ejerció un rol de primera línea a través de un plan de intervenciones encubiertas. A pesar del uso de un virulento discurso anticomunista destinado a justificar el Golpe29, la URSS mantuvo una elocuente prudencia en sus declaraciones para evitar crear la impresión de que la superpotencia pretendía inmiscuirse en la zona de influencia norteamericana30.
No obstante, como lo ha comprobado convincentemente Michelle Getchell, a pesar de estos límites inherentes a las condiciones geopolíticas, los efectos del Golpe en Guatemala azuzaron nuevas esperanzas sobre la progresión antiimperialista en América Latina e impulsaron al Kremlin a fortalecer sus influencias en la región31. Vemos también que a partir de 1954 América Latina aparecía de manera cada vez más frecuente en las declaraciones efectuadas por líderes soviéticos32. De hecho, durante el 20º Congreso del PCUS, Jrushchov incluyó a los países de América Latina en lo que catalogó como “las zonas críticas” donde se desplegaba la batalla contra el imperialismo33. Poco antes, Nikolai Bulganin había anunciado su renovada voluntad en una entrevista, cuando el Mariscal realzaba la importancia de las conexiones diplomáticas con Argentina, México y Uruguay y efectuaba un explícito llamado para redoblar las relaciones con el continente34.
Más allá del discurso, no cabe duda que durante los años cincuenta el impacto ideológico de la URSS en América Latina tendió a acrecentarse35. Los partidos comunistas del continente hacían prueba de una entusiasta fidelidad hacia Moscú. En cuanto al caso chileno, la influencia creciente de la URSS aparece reflejada en un análisis onomástico de Alfonso Salgado, quien demuestra de manera notable que a partir de 1953 el número de individuos cuyos nombres estaban asociados al líder de la revolución bolchevique (Vladimir, Ilich, Lenin) se disparó36. En Cuba, el comunismo local encarnado por el Partido Socialista Popular (PSP) defendía ardientemente la política internacional de Moscú, incluso en los momentos de mayor tensión, como cuando los tanques del Ejército Rojo invadieron el territorio húngaro en 1956. En un folleto destinado a contrarrestar la “desfachatez con que miente la prensa burguesa cuando se trata de inventar calumnias antisoviéticas”, las juventudes del PSP respaldaron a la URSS, tachando a sus enemigos de “fascistas que en Hungría pretendieron restaurar el capitalismo”37.
Pero la fidelidad pro-soviética no era completamente gratuita, sino que fue alentada por una política sistemática de ayuda financiera y estímulos diversos. No solo los dirigentes más destacados eran invitados a visitar la URSS o recibían tratamiento médico en hospitales moscovitas –todo ello bajo condiciones muy favorables que incluían todos los gastos del periplo–, sino que los anfitriones soviéticos proponían también un programa regular de cursos de formación ideológica a los cuadros de los partidos comunistas u otros líderes sindicales38. El PCUS se preocupaba igualmente de transferir una serie de subsidios a través de un fondo para el apoyo de los “países capitalistas” creado en 1948. La organización comunista chilena fue la que recibió la primera contribución de su contraparte soviética en 1955, luego de una solicitud efectuada por el dirigente Galo González39. Por cierto, se trataba de una suma modesta (5.000 dólares de un total de 5 millones; es decir, un 0,1% del total otorgado por el fondo), pero que tendió a ascender en los años venideros: en 1958, por ejemplo, el PC de Venezuela se ubicaba en el sexto lugar de los partidos beneficiados por la asistencia económica del Este; ese año, figuraban también en la lista los PC de Uruguay, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala y México40.
En un ámbito