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Literatura Soviética, Mujer Soviética, Unión Soviética, etc.). Estos órganos eran distribuidos gracias a la activa gestión de los institutos culturales de amistad (a los cuales destinaremos un importante espacio en este libro): ya en 1958, antes de la Revolución cubana, cerca de 30 sociedades bilaterales de amistad se encontraban repartidas en siete países (Argentina, Bolivia, Chile, México, Perú, Uruguay, Brasil), organizando conferencias, conciertos, exposiciones y charlas ligadas a la realidad soviética41. Por otro lado, las primeras grandes figuras de la cultura de la URSS en aterrizar en América Latina lo hicieron en esos años: Ilya Ehrenburg ya había visitado Chile para asistir a los 50 años del célebre poeta comunista Pablo Neruda en 1954; lo siguieron destacadas personalidades tales como Leonid Kogan, Aram Jachaturian, Konstantin Simonov, Tatiana Nikolayeva, David Oistraj. En lo que concierne a los viajes de delegaciones, el Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes que fue celebrado con inusitado esplendor en Moscú en 1957 merece ser sopesado como un punto clave de la naciente proximidad con América Latina. Gracias a los subsidios de la URSS, los jóvenes latinoamericanos superaron los 90042, lo que, de acuerdo a una de las traductoras encargadas de acogerlos, constriñó a los organizadores a crear comisiones de recepción para guiar adecuadamente a los numerosos hispanohablantes43.

      La diplomacia cultural en América Latina

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