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Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973. Rafael Pedemonte
Читать онлайн.Название Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973
Год выпуска 0
isbn 9789563572599
Автор произведения Rafael Pedemonte
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
El cine, tan burdamente anclado a los imperativos ideológicos durante los años estalinianos, experimentó a finales de la década de 1950 un auge creativo que no tardó en atraer la atención de los observadores occidentales. La difusión de obras fílmicas se erigió en otro signo potente de la nueva disposición del Kremlin, que aseguraba la proyección de películas soviéticas en el extranjero mediante las acciones de Sovexportfilm. Fue en este marco que se produjo el sonado éxito Cuando pasan las cigüeñas (1957), obra de Mijail Kalatozov honrada con la Palma de Oro en Cannes, transformándose en un símbolo incontestable del deshielo cultural que se estaba gestando en la URSS62.
Ante todas estas expresiones impensadas en tiempos de Stalin, no cabía duda que el planeta se enfrentaba a una nueva era en la que la cultura estaba llamada a ejercer un rol estratégico cada vez más preponderante. América Latina, a pesar de su lejanía geográfica, constituyó igualmente un terreno fértil para el enfrentamiento por las ideas entre las dos grandes superpotencias. Mientras que Moscú después de 1953 demostraba con hechos que estaba dispuesta a fortalecer la propaganda cultural en dirección al continente, los EE.UU. optaban por reforzar un programa de operaciones psicológicas para neutralizar la presencia creciente del comunismo. En 1955, la USIA decidió aumentar en un 20% los recursos destinados a Latinoamérica, inaugurando así un “programa especial de información” que contemplaba el envío de publicaciones especializadas, panfletos y folletos, la creación de programas radiales, la propagación de películas con mensajes finamente definidos, etc. Esta estrategia ya se había erigido en un factor influyente a la hora de llevar a cabo una campaña de desprestigio contra el gobierno de Árbenz, pero fue sobre todo la llegada al poder de Fidel Castro en 1959 lo que dio curso a un fortalecido dispositivo de propaganda norteamericano63.
El Congreso por la Libertad de la Cultura, originalmente basado en París, extendió su campo de acción, dirigiendo su mirada a las naciones del “Sur global”64. A partir de 1953, sus responsables comenzaron a editar Cuadernos, un periódico dirigido por Julián Gorkin hasta 1963. Más tarde, estos esfuerzos conllevarán a la amplia difusión de la revista mensual Mundo Nuevo, un órgano dedicado a la literatura hispanoamericana que, a pesar de la intención encubierta de ofrecer un mensaje favorable al modelo occidental, logró suscitar la participación de prestigiosas figuras intelectuales de izquierda como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Jean-Paul Sartre65. Otros, conscientes del entramado que se escondía detrás de Mundo Nuevo, rechazaron escribir en sus páginas: el uruguayo Mario Benedetti se esforzaba por convencer a sus colegas de no publicar en la revista66, mientras que el chileno Jorge Edwards se dirigía a Pablo Neruda en 1966 para hacerle parte de sus sospechas respecto a Emir Rodríguez Monegal, editor de la revista:
Me parece que el personaje era algo ambiguo en exceso y que más valía no colaborar [en Mundo Nuevo]. El primer número acaba de salir sin pena ni gloria, con la dosis de anticomunismo necesaria para justificar la colaboración de las fundaciones norteamericanas y, según dicen las malas lenguas, de la CIA. Vaya uno a saber67.
Los artistas cubanos, como Graziella Pogolotti, percibieron Mundo Nuevo como un peligro al que había que hacer frente68. Sin embargo, a pesar de las suspicacias que arreciaban desde confines diversos, la revista logró beneficiarse de un enorme éxito editorial, tanto en el subcontinente como en París, la “meca” de la intelectualidad latinoamericana.
Como lo mencionamos brevemente, las fundaciones privadas ejercieron en los Estados Unidos un papel crucial para el fortalecimiento de la acción cultural. Fue la Ford Foundation la que fomentó la creación del Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (ILARI), encargado de organizar conferencias y de conceder becas para seguir alguna formación académica en el seno de universidades estadounidenses. Mediante la consolidación de los vínculos con instituciones de educación superior (FLACSO, El Colegio de México, Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad de Los Andes en Venezuela), el ILARI se proponía homogenizar el discurso de las élites intelectuales del hemisferio, concebidas como agentes susceptibles de convertirse en influyentes consejeros de los gobiernos de turno69.
La intelectualidad de izquierda no permaneció pasiva ante la ofensiva norteamericana. La Casa de las Américas, institución cultural creada poco después de la llegada triunfal de los “barbudos” a La Habana en enero de 1959, definió una política destinada a allanar el camino para el fortalecimiento de los intercambios artísticos entre países del hemisferio, tendiendo a adoptar una retórica antiyanqui en la medida en que los lazos oficiales entre los EE.UU. y Cuba se deterioraban. Casa de las Américas editaba un politizado periódico de vasta difusión continental, mientras que también organizaba un concurso literario, para el cual se reunía anualmente en La Habana un numeroso cortejo de intelectuales “progresistas”70. Pero la importancia de la revista Casa de las Américas parecía verse opacada ante el impresionante caudal de periódicos traducidos y exportados por la URSS hacia Latinoamérica. Ya en 1972, los hispanoparlantes tenían acceso a órganos soviéticos, tales como Ciencias Sociales, Comercio Exterior, Cultura y Vida, Deportes en la URSS, Enfoque Internacional, Films Soviéticos, Literatura Soviética, La Mujer Soviética, Novedades de Moscú, Revista Militar Soviética, Tiempos Nuevos y Unión Soviética71. La URSS contaba en los años 1960 con excelentes traductores ruso-castellano, quienes debieron asumir nuevas responsabilidades luego de la victoria de la Revolución cubana. Muchos de estos especialistas bilingües, como el periodista Juan Cobo (corresponsal de Tiempos Nuevos en el Chile de Salvador Allende), eran inmigrantes españoles acogidos en la URSS después de la Guerra Civil que asoló la península entre 1936 y 1939. Con la asistencia invaluable de estos últimos, las casas editoriales soviéticas (Progreso, MIR, Raduga) lograron edificar un poderoso dispositivo de traducción y distribución de revistas, diccionarios, manuales, panfletos, etc. A esto habría que agregar la imponente tarea asumida por la agencia de información RIA Novosti, actor ineludible a la hora de seleccionar el material destinado a llenar los estantes de las librerías en América Latina72.
La acelerada presencia cultural de la potencia socialista no solo se debió a los tentáculos de su maquinaria cultural. Los comunistas locales también asumieron una labor de primera importancia, contribuyendo decididamente a facilitar el acceso a las expresiones artísticas de la potencia admirada. Los periódicos traducidos del ruso podían encontrarse en las librerías y bibliotecas de los “partidos hermanos”, al igual que en los institutos bilaterales de amistad73. Como veremos con más detalle en el Capítulo IV, los responsables moscovitas inauguraron la Asociación para la Amistad y Cooperación Cultural con los Países de América Latina días después de la victoria de la Revolución cubana. Con el pasar de los años, esta organización –dirigida por el famoso compositor Aram Jachaturian– se ramificó en una serie de unidades circunscritas a los vínculos con algunos países prioritarios: la Sociedad URSS-Cuba (1964), Sociedad URSS-Chile (1966), Sociedad URSS-México (1966) y Sociedad URSS-Uruguay (1968). La tendencia prevaleciente hacia la profundización del interés por el continente latinoamericano después de la Revolución cubana fue confirmada por la fundación, en 1961, del Instituto Latinoamericano de la Academia de Ciencias de la URSS74. Un año antes, otra institución contribuyó también a fortalecer los lazos: la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba (UPL), donde estudiaron numerosos latinoamericanos gracias a un sistema generoso de becas75. No cabe duda que mediante este sistema de colaboración educativa, los estrategas soviéticos aspiraban a crear sólidas redes de fidelidad con un sector que, por su potencial intelectual, podría transformarse en un actor político influyente a su regreso al país de origen, respondiendo así al deseo de apuntalar una imagen positiva del país que tan generosamente los había acogido unos años antes76.
Vemos que con la transición de Cuba hacia un Estado socialista el interés embrionario ya manifestado hacia América Latina durante la segunda mitad de los años cincuenta tendió a consolidarse, erigiendo una red institucionalizada mediante el concurso de numerosos organismos recién inaugurados. La Revolución cubana fue también decisiva en la escena regional, ya que propulsó una auténtica movilización de la comunidad artística, mayormente