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Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973. Rafael Pedemonte
Читать онлайн.Название Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973
Год выпуска 0
isbn 9789563572599
Автор произведения Rafael Pedemonte
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
En cuanto a las implicaciones prácticas de esta definición para nuestro trabajo, las particularidades de las relaciones internacionales en un contexto de acentuada hostilidad política forjan percepciones comunitarias respecto a los enemigos o aliados ideológicos. Nuestra voluntad de colocar el acento en los sistemas de representación debiera conducirnos a relativizar las visiones centradas en el poder del Estado, para así desplazar nuestra atención hacia las orientaciones subjetivas que hilvanan las acciones humanas. Pero nuestra perspectiva no pretende desatender la acción de las autoridades de cada país, ellas mismas influenciadas por aquellos “sistemas de significación”; por la cultura12. Bajo esta óptica, debemos considerar las operaciones diplomáticas como fenómenos que también se tejen en función de las inclinaciones identitarias e imágenes dominantes relativas a lo foráneo. En pocas palabras, si integramos esta segunda conceptualización de cultura, nuestro análisis de las relaciones transnacionales tendrá que necesariamente ser enriquecido mediante una reflexión sobre las afinidades sociales, representaciones colectivas y reacciones emocionales de los diferentes grupos humanos.
Ambas definiciones son complementarias. Los objetos susceptibles de adquirir una connotación ideológica y la configuración de sistemas de representación se condicionan mutuamente: en efecto, mientras que la difusión de producciones culturales afecta la construcción de imaginarios en torno al país emisor, las percepciones de lo extranjero determinan asimismo el contenido del mensaje que se desea transmitir. Por ende, la diplomacia cultural se erige ineluctablemente sobre la base de estereotipos –de representaciones– en torno a una realidad supuesta, la que se acopla a las naciones receptoras. Son las multifacéticas interacciones entre los dos polos evocados las que intentaremos desentrañar mediante nuestro estudio de la presencia soviética en Cuba y Chile y de la manera en que estas influencias fueron interpretadas y consumidas por los habitantes de ambas naciones hispanoamericanas13.
Los enfoques culturales aplicados a las relaciones internacionales
En los Estados Unidos (EE.UU.), los años sesenta vieron nacer una corriente intelectual catalogada comúnmente como “revisionista”, la que estaba integrada por una generación influyente de pensadores que se propusieron abordar las motivaciones de la diplomacia de las grandes potencias, subrayando los intereses financieros que se ocultaban detrás de la confrontación, así como la naturaleza intrínsecamente expansiva del capitalismo. Simultáneamente, para estos intelectuales las medidas adoptadas por los líderes descansaban también en el interés nacional y en una visión coherente del sistema global14 lo que, en último término, determinaba lo que el más famoso de los “revisionistas”, William Appleman Williams, ha llamado “el carácter trágico de la diplomacia norteamericana”15. Si bien se le ha enrostrado a este enfoque de cargar demasiado el acento en el rol todopoderoso del capital, el determinismo económico no constituye la noción primordial del pensamiento “revisionista”. Eran, más bien, las conexiones entre política extranjera, factores domésticos y percepción del mundo las que confluían en un complejo entrelazado para la articulación final de la política de los EE.UU.16. De este modo, estos intelectuales ponían en el tapete elementos propios de las perspectivas culturales, ya que al interrogarse sobre los motivos internos que hilvanaban una determinada doctrina internacional, reflexionaban en torno a problemáticas ligadas a las características identitarias del pueblo estadounidense y asumían que la diplomacia de la superpotencia permanecía irremediablemente anclada a la necesidad de preservar y proyectar un estilo de vida occidental, a way of life17.
Pero fue en Francia en donde se sistematizó por primera vez una auténtica dimensión cultural de las relaciones internacionales gracias a la pluma de dos grandes historiadores: Pierre Renouvin y Jean-Baptiste Duroselle, autores del clásico Introduction à l’histoire des relations internationales (1964). Para estos, el alcance de las interacciones internacionales no podía limitarse a la mera descripción de las conexiones interestatales, sino que estas se hallaban también moldeadas por lo que denominaron las “fuerzas profundas” (forces profondes), concebidas como una serie de condiciones estructurales que determinan la naturaleza de las relaciones18. En este receptáculo de factores suplementarios y hasta esa fecha poco abordados, las representaciones “del otro”, el peso de los mitos, los estereotipos y la psicología colectiva confluían para ejercer un impacto determinante. Así, Renouvin y Duroselle erigieron la cultura en un pilar clave de la política exterior, contribuyendo a ampliar los factores explicativos que conformaban el sistema-mundo y dirigiendo simultáneamente sus miradas más allá de la esfera gubernamental19.
Por esta misma fecha (décadas de 1970-1980), una tendencia tildada de “posrevisionista” adquirió en los EE.UU. una cierta notoriedad al enfatizar los móviles pragmáticos del accionar de las naciones a escala mundial20. Marcados por los efectos de la Guerra de Vietnam, estos jóvenes autores se decantaban por los factores contingentes y estratégicos de la Guerra Fría21, subordinando las convicciones ideológicas y, bajo este marco conceptual, reduciendo la cultura a una fuerza diplomática subyacente diseñada para poner en pie una poderosa campaña de propaganda. Esta visión, insuficiente a nuestro parecer, resuena con las implicaciones conceptuales de nuestra primera definición de cultura enunciada con anterioridad.
A raíz del derrumbe de la URSS, una ola de contribuciones provenientes de múltiples disciplinas cuajaron en una provechosa simbiosis para privilegiar un enfoque más decididamente cultural. Uno de los resultados de esta nueva inclinación fue la relativización del papel del Estado en favor de aspectos sociales y/o emocionales22, con una clara intención de regresar a los paradigmas ideológicos23 que habían sido minimizados, como hemos visto, durante los años 1970 y 1980. En el marco de la Guerra Fría, un conflicto en el que la ambición esencial consistía en convertir ideológicamente a los habitantes del planeta, las sensibilidades humanas y los compromisos –fundamentos de las percepciones sociales que condicionan una acción– adquirían una significación ineludible24. Estas nuevas perspectivas, sumadas a la apertura de archivos antes inaccesibles (en particular los de la extinta URSS25), se convirtieron en un estímulo decisivo para concentrarse en aspectos antes marginalizados: el rol de la opinión pública, la labor de las instituciones privadas, las representaciones sociales, etc. Así, mediante el uso de fuentes inéditas y de la exploración del rol de actores invisibilizados, esta corriente ha contribuido a una comprensión más cabal del fenómeno que se encuentra en el corazón de nuestro análisis: las relaciones culturales y sus repercusiones en los imaginarios nacionales. Sin embargo, si bien estos valiosos esfuerzos han desentrañado múltiples aspectos de la presencia cultural internacional de los EE.UU. o de los países occidentales, la URSS no ha logrado aún emerger como un objeto de estudio privilegiado en la estructuración de lo que llamamos en estas páginas la guerra por las ideas, realidad aún más palmaria en lo que concierne a sus lazos con América Latina26.
Con el objeto de superar estos silencios de la historia, abordaremos las diversas facetas de las relaciones entabladas entre la URSS, Cuba y Chile a partir de 1959 y hasta 1973. Sobre la base de una arquitectura esencialmente temática, dedicaremos un primer capítulo introductorio al contexto mundial y hemisférico en el cual se engendraron y desplegaron los contactos entre ambos mundos. Veremos que en tiempos de Nikita Jrushchov (1953-1964), América Latina comenzó gradualmente a incorporarse en la jerarquía de prioridades soviéticas, lo que se manifestó en la definición