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las condiciones contextuales y geográficas. Así, los imaginarios sociales en relación a una alteridad (en nuestro caso, las miradas de las comunidades latinoamericanas sobre la realidad de la URSS) pueden transformarse, a veces de manera brusca, ante los vaivenes de la progresión histórica. Aquellos sistemas de representaciones sociales son el fundamento esencial de la historia cultural, concebida en estas páginas como la interpretación de la “gestación, expresión y transmisión” de imaginarios en el seno de un grupo humano con contornos específicos9. La construcción de estos referentes posee un poderoso impacto social, ya que estos terminan por transformarse en el vehículo que estructura las actitudes y comportamientos colectivos en relación a una “otredad”10. Para afinar nuestra segunda definición de cultura, conviene hacer alusión al antropólogo Clifford Geertz, quien sostiene que la vida humana se encuentra incrustada en “estructuras significantes”, las cuales forman un “tejido simbólico” (una cultura), que puede y debe ser interpretada11.

      Los enfoques culturales aplicados a las relaciones internacionales

      Con el objeto de superar estos silencios de la historia, abordaremos las diversas facetas de las relaciones entabladas entre la URSS, Cuba y Chile a partir de 1959 y hasta 1973. Sobre la base de una arquitectura esencialmente temática, dedicaremos un primer capítulo introductorio al contexto mundial y hemisférico en el cual se engendraron y desplegaron los contactos entre ambos mundos. Veremos que en tiempos de Nikita Jrushchov (1953-1964), América Latina comenzó gradualmente a incorporarse en la jerarquía de prioridades soviéticas, lo que se manifestó en la definición

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