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de la Llosa y Manuel Gárate, resultaron esenciales para la posterior reelaboración de mi trabajo. Tanto sus agudas miradas como sus estimulantes incitaciones me impulsaron a evaluar una futura publicación. Fue en Francia que emprendí mi primera estadía en Cuba, isla de gente maravillosa a la que mis cuatro viajes me han dado la suerte infinita de conocer: Jorge Fornet, de la Casa de las Américas, Myrtha Díaz, de los Archivos del Minrex, Servando Valdés, Belkis Quesada y Conchita Allende del Instituto de Historia, mis amigas/os Beatriz, Luis Armando, Yoss, Dania, Laura, mi querida Bertica y su familia de gente buena.

      De regreso a Bélgica, esta vez para embarcarme en un posdoctorado en la Universidad de Gante, pude descubrir la bella ciudad flamenca desde la cual tanteo hoy estas líneas gracias a mi colega Dieter Bruneel, prematuramente fulminado por una crisis insoportable e injusta a la edad innombrable de 26 años. ¡Cuántas veces, querido Dieter, comentamos el contenido de estas páginas durante nuestros singulares encuentros en los que no había tema prohibido ni misterio que no nos aventurábamos a abordar! Lo mínimo que puedo hacer hoy es dedicar este libro a tu memoria.

      Eric Vanhaute, mi director de investigación en Gante, hizo prueba de una notable disposición y entusiasmo hacia mi trabajo y, con una humanidad poco frecuente en el frenesí incombustible que se apodera de las aulas universitarias, me brindó la privilegiada oportunidad de enseñar un seminario sobre revoluciones que ha moldeado significativamente mi postura intelectual. Hanne Cottyn, quien me impulsó a postular a la beca de la Universidad de Gante y logró amenizar tantas de mis jornadas de trabajo en las curiosas oficinas del UFO, es hoy una amiga espléndida que tampoco puedo dejar de mencionar. De la misma manera, inadmisible sería pasar por alto a mis colegas de Gante: Ricardo Ayala, Gillian Mathys, Torsten Feys, Violette Pouillard, Marie-Gabrielle Verbergt, Michael Limberger, Rafaël Verbuyst, Maïté Van Vyve, Laura Nys, Davide Cristoferi, Tobit Vandamme; sin olvidar a mis camaradas de la red Encuentro, con quienes compartimos la ilusión de mantener vivo el espíritu latinoamericano en estas tierras lejanas: Joren Janssens, Tessa Boeykens, Eva Willems, Sebastián de la Rosa, Allan Souza.

      Ni un atisbo de este libro habría visto la luz si no fuera por la maravillosa familia con la que tuve la aleatoria bendición de nacer. Mi padre Oneglio Pedemonte, el primero y el más fiel de mis hinchas en el campo historiográfico, mi hermana Caroline, quien me rindió un inmenso favor al ofrecerse como sagaz lectora de una primera versión de este libro, mis hermanos Mathieu y Benjamin, mi tía María Mercedes, son todos piezas fundamentales de mi existencia que a la distancia atesoro en mi corazón como mi mayor fortuna. Con mi madre, Marie-Anne Lavis, albergo la más honda gratitud. La cantidad incalculable de horas que me dedicó cuando delineaba, en francés, los primeros apuntes de este libro, así como su paciencia ante mis cíclicas fases de desaliento, son un testimonio perenne de su infinita fidelidad y apego a la familia.

      Para terminar, no puedo dejar de agradecer desde la profundidad de mi alma a Vincent Notay, quien ha acompañado mis pasos durante este último año de turbulencias inesperadas (incluido el brutal confinamiento desde el cual cierro este libro), episodios dolorosos y las incertidumbres propias del oficio, pero que a fin de cuentas ha sido también uno de los más felices de mi vida.

      INTRODUCCIÓN

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      CULTURA Y AMÉRICA LATINA: NUEVOS PARADIGMAS PARA UN ANÁLISIS DESCENTRADO DE LA GUERRA FRÍA

      La caída de la Unión Soviética (URSS) a finales de 1991 produjo una ruptura en la manera de abordar el estudio de las relaciones internacionales, renovando significativamente las perspectivas académicas hasta entonces dominantes. Una nueva camada de jóvenes investigadores, menos enfrascados en las antiguas rivalidades ideológicas, se propusieron superar las viejas nociones y subrayar aspectos novedosos –tales como el rol de la cultura– para así brindar una visión más compleja de las prioridades de los Estados en conflicto. De esta manera, la confrontación Este-Oeste empezó a ser aprehendida como un fenómeno singular; como una “batalla” en la que la lucha por las ideas de los individuos muchas veces desplazaba la voluntad de superioridad territorial o de enfrentamiento militar. Pero si bien los estudios que encumbran a las interacciones culturales como ejes claves de la Guerra Fría han sido fecundos en la historiografía anglosajona, la perspectiva soviética del asunto aún se encuentra en fase incipiente.

      ¿Por qué la cultura?

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