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de una persona es como una escalera en la que cada dos bases representan un travesaño o peldaño, y que el siguiente está a unos 25 cms. Esta escalera tendría unos 75 millones de kilómetros, aproximadamente la distancia que separa la Tierra de Marte. ¿Es razonable creer que dicha escalera -con toda la información biológica para hacernos como somos- se ha formado por casualidad? ¿Qué toda esa información codificada ha sido creada por el azar ciego y sin ninguna planificación previa inteligente? Esta es precisamente la visión naturalista que se enseña hoy a millones de alumnos por todo el mundo. No hay peor ciego que el que no quiere ver y no hay peor sordo que el que no quiere oír. O, como escribió el profeta Isaías (43:8): el pueblo ciego que tiene ojos, y los sordos que tienen oídos.

      Durante el siglo XX, los científicos pensaban que había dos clases de ADN en nuestras células. Uno bueno, con función conocida, que era muy importante para la vida puesto que contenía la información para producir las proteínas, y otro malo, aparentemente sin función. Tan malo que se le llamó “ADN basura” ya que, al no producir proteínas, se pensó que tampoco servía para nada más. Algunos decían que se trataba de trozos de ADN antiguo, que quizás habían tenido alguna función en nuestro pasado evolutivo, pero que en el presente ya no servían para nada. Cuando se completó la secuenciación de genoma humano, en el año 2001, se descubrió que más del 98% de nuestro ADN era “basura” que no formaba proteínas. Solo el 2% restante servía para fabricar todas nuestras proteínas. Esto era algo que resultaba notablemente sorprendente. Era como si en una pequeña fábrica de automóviles, que tuviera cien empleados, solo trabajaran dos personas montando los autos, mientras las 98 restantes estuvieran sentadas mirando sin hacer nada.

      Hoy sabemos, no obstante, que aunque el “ADN basura” no codifique proteínas hace, sin embargo, mil cosas diferentes y necesarias para el buen funcionamiento celular. Los 98 operarios no están inactivos. Es verdad que no montan coches, pero hacen otras muchas cosas para que la fábrica funcione bien. Cosas como, por ejemplo, obtener financiación, llevar la contabilidad, promocionar los autos, tramitar los salarios de los empleados, limpiar la fábrica y los aseos, vender los coches, etc., etc. Algo parecido a esto es lo que hace el “ADN basura” en nuestro genoma.

      Continuamente se le están descubriendo nuevas funciones. No forma proteínas pero tiene importantes funciones de regulación: impide que el ADN se deshilache y dañe; forma estructuras de anclaje en los cromosomas durante la división celular; ayuda a fabricar el ARN; también posee aspectos negativos. Algunos ADN basura son intrusos genéticos de virus que están dormidos pero pueden despertar y producir cáncer (las células han desarrollado mecanismos para mantenerlos en silencio, pero con la madurez pueden romperse tales mecanismos). También regulan la expresión de los genes (interruptores). Algunas enfermedades genéticas están causadas por mutaciones en el ADN basura (distrofia miotónica, etc.).

      Es curiosa esa actitud, demasiado común en biología, de pensar que si no se conoce algo es porque no hay nada que conocer. Hoy se ha descubierto que el mal llamado ADN basura juega un papel vital e inesperado en el control de la expresión génica. Muchos genetistas creen que es, ni más ni menos, la fuente de la complejidad biológica humana. Si existe un Dios sabio que nos ha creado en base a un plan inteligente, lo lógico sería esperar que el 98% de nuestro ADN sirviera para algo y que, de ninguna manera, fuera “basura genética”. ¡Y esto es precisamente lo que se ha descubierto! Cada vez son más los genetistas que piensan que la singularidad biológica humana reside precisamente en nuestro ADN basura.

      No, no es posible. Aunque desde el naturalismo científico se ha intentado, y se sigue intentando todavía hoy, dar una respuesta que no involucre la necesidad de un Diseñador.

      2.4.1. Solo el puro azar:

      Durante bastante tiempo, los estudiosos del origen de la vida en la Tierra creyeron que éste debió ser un acontecimiento extraordinariamente improbable que ocurrió una sola vez como consecuencia del azar. En este sentido, el premio Nobel de Fisiología y Medicina, Jacques Monod, escribió en 1970 aquella famosa frase: El Universo no estaba preñado de vida, ni la biosfera del hombre. Nuestro número salió en el juego de Montecarlo. ¿Qué hay de extraño en que, igual que quien acaba de ganar mil millones, sintamos la rareza de nuestra condición?.4

      Hoy, sin embargo, la mayor parte de los estudiosos del origen de la vida creen que resulta matemáticamente imposible que ésta se originara exclusivamente como consecuencia de la casualidad. Ya que, si se tiene en cuenta que hay 20 aminoácidos distintos en las proteínas, la probabilidad de obtener por azar una proteína funcional pequeña de cien aminoácidos sería de una entre diez elevado a ciento treinta (10130). Semejante cantidad se convierte en una imposibilidad real cuando se compara con el número total de átomos que posee nuestra galaxia, la Vía Láctea, que, según estimaciones cosmológicas, es aproximadamente de diez elevado a sesentaicinco (1065).

      Obtener una pequeña proteína natural por casualidad sería el doble de difícil que hallar un minúsculo átomo de hidrógeno, teñido de rojo, en un imaginario bombo de la lotería, constituido por todos los átomos materiales que hay en la galaxia. Algo completamente absurdo. Por eso, la mayor parte de los científicos especializados en el tema abandonaron el azar como explicación para el origen de la información biológica.

      2.4.2. Selección natural prebiótica:

      Aparte del azar, muchos investigadores han venido creyendo en misteriosas fuerzas de la naturaleza que hubieran podido ejercer una selección natural de los compuestos químicos favorables a la vida. En este sentido se han propuesto numerosas hipótesis para el origen natural de la vida. Algunas de las más famosas son:

      1)Los coacervados proteicos de Oparin (década de los 20): que habrían originado las primeras células.

      2)El caldo primordial de Haldane (década de los 20): que habría formado las primeras macromoléculas.

      3)El experimento de Miller-Urey (1952): en el que se obtuvieron algunos aminoácidos.

      4)Los proteinoides y microsferas de las fuentes hidrotermales de Fox (principios de los 60): estas microsferas se habrían convertido en células junto a los volcanes y fuentes calientes.

      5)La teoría de que “primero fueron los genes” de Muller generó mucha polémica por parte de quienes creían que “primero fue el metabolismo”.

      6)La teoría de las fumarolas abisales (Wächstershäuser, años 80).

      7)La teoría de la playa radiactiva, formulada por Zachary Adam: las fuertes mareas concentrarían el uranio radiactivo en las playas y allí surgió la vida.

      8)La teoría de la arcilla (Graham Cairns-Smith, en 1985): las moléculas orgánicas pudieron desarrollarse a partir de un molde como los cristales de silicato del barro arcilloso.

      Hoy, podemos decir que todas las hipótesis sobre el origen natural de la vida se encuentran en un auténtico callejón sin salida. Es una cuestión que la ciencia no ha podido responder. Además, tal como señaló en su día el gran genetista ruso, Theodosius Dobzhansky, uno de los fundadores de la teoría sintética de la evolución: la selección natural prebiológica es una contradicción de términos.5 Puesto que solo se pueden seleccionar aquellas entidades que se reproducen, no las moléculas que no lo hacen. Ante este dilema fundamental, muchos investigadores consideran hoy que la selección natural prebiótica es tan inadecuada como el azar para explicar el origen de la vida.

      2.4.3. Enigmáticas leyes de autoorganización en las moléculas:

      Algunos científicos (Prigogine, Kauffman, Kenyon, etc.) pensaron, más tarde, que quizás existía algún tipo de enlace, o determinada tendencia no descubierta, entre los átomos que constituyen los aminoácidos, o en el enlace peptídico, o entre los nucleótidos del ADN y ARN, que les obligara a unirse de manera no solo compleja sino también específica. Sin embargo, después de mucho estudio, los actuales conocimientos de la bioquímica demuestran que no existen fuerzas autoorganizativas misteriosas

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