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décadas, estos militantes del ateísmo radical han venido produciendo montones de best-sellers y DVDs con el único propósito de acometer contra la religión y, en particular, contra la visión cristiana de la vida.

      Algunos de sus títulos más característicos traducidos al español son:

      – El espejismo de Dios (Richard Dawkins);

      – El fin de la fe (Sam Harris);

      – Dios no es bueno (Christopher Hitchens) y

      – Romper el hechizo (Daniel Dennett).

      El biólogo Richard Dawkins escribe: “Si se acepta el argumento que se expone en este capítulo (4. Porqué casi seguro que no hay Dios), la premisa objetiva de la religión -la hipótesis de Dios- es insostenible. Casi seguro que Dios no existe. Esta es la conclusión principal del libro… (El espejismo de Dios, Espasa, 2015, p. 192)”.

      Por su parte, el filósofo Sam Harris escribe: “No necesitamos abrazar ningún mito para estar en comunión con la profundidad de nuestras circunstancias. No necesitamos adorar a ningún Dios para vivir extasiados por la belleza y la inmensidad de la creación. (…) Los días de nuestras identidades religiosas están claramente contados.” (El fin de la fe, Paradigma, 2007, p. 227)”.

      El otro filósofo y economista, Christopher Hitchens, dice: “Dios no creó al ser humano a su imagen y semejanza. Evidentemente, fue al revés, lo cual constituye la sencilla explicación para toda esta profusión de dioses y religiones y para la lucha fratricida, tanto entre cultos distintos como en el seno de cada uno de ellos, que se desarrolla continuamente a nuestro alrededor y que tanto ha retrasado el progreso de la civilización. (Dios no es bueno, Debolsillo, 2014, p. 22)”.

      Y, por último, el cuarto jinete, el filósofo Daniel Dennett, afirma: “…el Dios que recompensa la bondad en el cielo es notablemente parecido al héroe de la canción popular ‘Papá Noel viene a la ciudad’. (Romper el hechizo, Katz, 2013, p. 327)”.

      Es curioso, pero del gran número de libros escritos por creyentes que responden a estas obras ateas en inglés, solo un pequeñísimo porcentaje ha sido publicado también en nuestro idioma español. Existe un muro ideológico en las librerías que fomentan el ateísmo.

      En mi opinión, no y sí. Me explico. Si hacemos caso a los especialistas, sobre todo, a los filósofos y teólogos de prestigio, toda la propaganda que realizan estos predicadores del ateísmo se apoya en unos argumentos sumamente endebles. La calidad de sus razonamientos, cuando hablan de Dios, es bastante elemental. Desde semejante perspectiva, no habría por qué preocuparse ya que las razones que ofrecen, hace ya bastante tiempo que fueron bien replicadas y superadas por el pensamiento filosófico-teológico.

      No obstante, como la cultura contemporánea valora más la cantidad que la calidad, lo divulgativo sobre lo académico, pienso que sí hay motivos para la preocupación. Muchas de estas publicaciones ateas han hecho que algunos creyentes, jóvenes y no tan jóvenes, pierdan su fe. Al sobreestimar la insistencia y la elocuencia de algunos de estos paladines del nuevo ateísmo por encima de la veracidad y la lógica de sus proposiciones, un cierto sector de la población actual sucumbe a los cantos de sirena del cientifismo descreído. Sobre todo los jóvenes universitarios. Y esto, sí me parece preocupante. Incluso los jóvenes cristianos, cuando llegan a universidades que no profesan la fe cristiana, y son enfrentados con las ideas ateas, muchos empiezan a dudar y pierden la fe, porque no tienen respuestas satisfactorias. Ni sus profesores, ni sus padres, ni algunos pastores aciertan a responder sus dudas, porque no están preparados y, por desgracia, muchos abandonan las iglesias.

      Creo que en estos momentos todo esfuerzo argumentativo por parte de los creyentes, en defensa de la fe cristiana, resulta absolutamente necesario para paliar esta situación que se está viviendo en el mundo intelectual de Occidente. Hoy, como siempre, estamos obligados a seguir realizando una apologética de calidad, una defensa de la fe que sea capaz de contrarrestar la perniciosa visión del mundo que se desprende del ateísmo. Esto me ha llevado a escribir el libro, Nuevo ateísmo (Clie, 2015).

      Algunos agnósticos y ateos se quedan impresionados cuando un creyente común es capaz de identificar fallos en la lógica atea. La gente escucha al que emplea argumentos serios y, sobre todo, al que vive su fe con sinceridad. El cristiano evangelista que actúa así, pronto conseguirá mucha más credibilidad con sus interlocutores y por consiguiente, resultará más fácil abrir el camino para la predicación del Evangelio. No se trata de promover batallas dialécticas, ni personalismos publicitarios, sino de defender con amor, respeto y mansedumbre la verdad del Evangelio.

      1.No existe Dios, ni alma, ni vida después de la muerte.

      2.La naturaleza se ha hecho a sí misma.

      3.El universo carece de finalidad, propósito o sentido.

      4.La ciencia puede explicar todo lo que existe por medio de la selección natural del darwinismo.

      5.La fe en Dios es la causa de los principales males del mundo.

      6.Las personas se comportan mejor sin fe que con ella.

      Por todo esto, se propone que los gobiernos deberían acabar cuanto antes con cualquier religión y prohibirlas todas. Además habría que impedir a los padres que enseñaran valores y convicciones religiosas a sus hijos pues esto se consideraría maltrato infantil.

      Lo que el Nuevo ateísmo entiende por “Dios” -cuando lo niega- no tiene nada que ver con lo que entienden la fe y la teología cristianas. Dawkins, por ejemplo, se refiere a las distintas opiniones humanas acerca de la existencia del Sumo Hacedor y propone un espectro de siete probabilidades que irían desde el teísmo fanático al ateísmo radical. Dice: “Vamos, pues, a tomar en serio la idea de un espectro de probabilidades y a colocar las opiniones humanas acerca de la existencia de Dios a lo largo de ese espectro, entre los dos extremos de certeza opuestos. (El espejismo de Dios, ePUB, p. 85)”. El resultado de su encuesta es el siguiente:

      1.Fuertemente teísta: “Yo no creo, yo sé” 100% de probabilidades.

      2.Posibilidades muy altas pero inferiores al 100%: “No estoy seguro, pero creo”

      3.Poco más del 50%: “Estoy muy dudoso, pero creo”. Técnicamente agnóstico.

      4.50% Agnóstico imparcial.

      5.Menos del 50%: “Agnóstico inclinado al ateísmo”.

      6.Muy pocas posibilidades. Algo más del 0%.

      7.Fuertemente ateo: “Sé que no hay Dios”.

      Él se confiesa ateo de facto y se incluye en la sexta opinión: “No estoy totalmente seguro, más pienso que es muy improbable que Dios exista y vivo mi vida en la suposición de que Él no está ahí.” (p. 86 de El espejismo de Dios, ePUB).

      Pues bien, yo creo que esta manera de intentar resolver la existencia de Dios como un simple cálculo de probabilidades en función de lo que piensa la gente es el principal error que atraviesa toda la obra atea de Dawkins.

      La existencia de Dios no es cuestión de probabilidades. Él existe o no existe. No podemos tratarlo como si se fuese un ser físico o un fenómeno perteneciente al mundo natural. Lo que entra en el ámbito de las probabilidades son aquellas cosas que se consideran contingentes, es decir, que no tienen por qué existir necesariamente. De hecho, todo es contingente menos Dios que es necesario.

      El universo existe pero podría no haber existido, por tanto es contingente. Pero Dios, si existe, es necesario y eterno por definición. Esta matización, desde luego, no demuestra que su existencia sea real, pero deja claro que existir eternamente y ser Dios son conceptos inseparables. Por tanto, es tan absurdo preguntarse “¿cuál es la probabilidad de que Dios exista?” como cuestionarse “¿cuál es la probabilidad de que los gnomos (=enanitos) del bosque lleven un gorro rojo?”. Otra pregunta

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