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lo que produce en el/ella un monto de estrés muy alto.

      • Vivencias de separación y pérdida: el período de separación de los padres, o el fallecimiento de algún familiar o amigo (o incluso de una mascota) pueden "gatillar" el inicio de un trastorno de ansiedad. No todos los acontecimientos de pérdida y separación generan cuadros ansiosos, ni en todos los niños; pero cuando ocurren, hay que estar atentos a las reacciones emocionales de ellos, y entregarles herramientas para la autorregulación de los afectos.

      La manera como se configura la ansiedad varía entre las personas. No obstante, se han encontrado patrones comunes que permiten hablar de tipos de trastornos de ansiedad.

      Las características del cuadro en la niñez se asemejan a la forma en que se presentan en la adultez, con la excepción de que durante la infancia no se requiere que el niño reconozca que sus temores son irracionales o excesivos. En el caso de las fobias sociales y específicas, se requiere de una persistencia de los síntomas durante al menos 6 meses, para minimizar el sobrediagnóstico o catalogar como patológicos los temores transitorios que son parte normal del desarrollo infantil (Cía, 2002).

      De todos los trastornos de ansiedad, éste es el único que aparece en la sección "Trastornos de inicio en la infancia y adolescencia" del DSM-IV (American Psychiatric Association, 1995). El trastorno de ansiedad por separación puede ser diagnosticado sólo en niños, mientras que los demás pueden ser diagnosticados tanto en niños como en adolescentes y adultos.

      La aparición de síntomas de ansiedad ante la separación de seres significativos es algo natural en los niños y se puede observar desde los 6 meses, hasta aproximadamente los 5 años de edad. Esta ansiedad está asociada al vínculo de apego que se desarrolla entre el niño y -generalmente- su madre, y es una conducta sumamente adaptativa para el infante. De hecho, al principio el niño vive la separación como una "desaparición", y sólo mediante experiencias reiteradas de separación y reencuentro, comienza a configurar la noción de una figura de apego estable e interna (en el sentido de que la persona esté "presente" para el niño, aún cuando no lo esté físicamente).

      La ansiedad de separación es un proceso adaptativo -vale decir, "normal"- en los niños más pequeños. Las primeras veces que la madre "desaparece", es esperable que el niño pequeño muestre signos evidentes de angustia y desesperación. De hecho, el niño requiere de la experiencia de ver a su madre regresar -o "reaparecer"- para darse cuenta que es un objeto estable en el tiempo. Este aprendizaje es fundamental para su desarrollo socioemocional y cognitivo. Permite generar y fortalecer el vínculo entre el niño y sus figuras de apego, a la vez que forma las herramientas cognitivas para trabajar con elementos distantes en el tiempo y en el espacio, y por ende, abstractos.

      Se espera que el fortalecimiento del vínculo, así como el desarrollo de herramientas cognitivas, permita que las vivencias de angustia manifestadas por los niños pequeños vayan disminuyendo a medida que crecen. El ingreso al jardín infantil o a la escuela, sin embargo, suele ser un período altamente estresante para los niños, que se suele vivir con altos niveles de angustia, ya que implica insertarse en un contexto totalmente nuevo, donde el niño(a) no conoce a nadie y donde, además, no están presentes las figuras de apego. Por ello, es frecuente ver conductas regresivas -es decir, reacciones de carácter más infantil, que los niños ya habían dejado de emplear hace algún tiempo -tales como llanto excesivo o enuresis (orinarse), antes o durante la entrada al jardín o la escuela. Es esperable ver un monto importante de manifestaciones de angustia durante las primeras semanas del nuevo año escolar, y dejar de presenciarlas paulatinamente a lo largo del mes.

      Cuando la angustia ante la separación de una figura de apego principal se mantiene en el tiempo o, por ser excesiva, causa dificultades significativas en el funcionamiento cotidiano, podemos estar en presencia de un "trastorno por ansiedad de separación". Aquí, la ansiedad puede llegar a niveles de pánico y la interferencia puede ser tal, que el niño(a) se niegue a participar en actividades donde debe funcionar autónomamente (como, por ejemplo, ingresar a la escuela). En estos casos, los síntomas se ansiedad desaparecen cuando la figura de apego vuelve a estar presente físicamente. Se trata de niños que no han logrado aprender mecanismos adaptativos para enfrentar una situación altamente angustiosa como es el ingreso a la escuela, debido a que no logran superar la ansiedad de separación que ello implica.

      Un niño(a) con trastorno de ansiedad por separación puede tener preocupaciones referidas a posibles lesiones, daños u otras causas que pudiesen impedir la futura reunión con su ser querido y, por ello, intentar evitar realizar actividades tales como salir de casa, jugar con otros amigos, ir al colegio o incluso dormir, "no vaya a ser que a mi mamá/papá le pase algo mientras no estoy".

      La ansiedad también puede presentarse como un miedo anticipatorio ante estímulos físicos o contextos sociales que resultan amenazantes. En vez de enfrentar el miedo a la situación original, la persona intentará, a través de todos los medios posibles, evitar cualquier contacto con dicho estímulo, incluso evitando aquello que se lo recuerde. Contrario a los deseos de la persona, esto aumenta la ansiedad ante el estímulo, tanto cuando está presente, como cuando la persona piensa en él. El mecanismo que se genera es la evitación y puede llegar a interferir significativamente en las actividades diarias de las personas. (Hay niños que evitan estudiar para no recordar la ansiedad que les provoca el colegio).

      Toda fobia se caracteriza por la presencia de un miedo intenso e irracional por parte de una persona que intenta evitar aquello que teme, ya sea éste un objeto en particular, una situación específica o una actividad (Oberhofer, 2005). Existen diversos tipos de fobias, entre ellas:

      Fobias específicas: Las fobias específicas o "simples" son miedos a estímulos puntuales. En las fobias a animales, el estímulo temido y evitado pueden ser arañas, ratones, murciélagos, perros, palomas, pájaros en general, etc. Las fobias ambientales incluyen el miedo a la altura, al fuego, al agua, a las tormentas, a las inundaciones, etc. También hay fobias referidas a presenciar o ser víctima de cortes con herida abierta, operaciones y, en general, ver sangrar. Las fobias de tipo situacional incluyen el temor a quedar encerrado o atrapado en espacios cerrados del cual no se pueda salir (claustrofobia), tales como aviones o ascensores.

      La mayoría de las fobias específicas se inician entre los cinco y los diez años de edad (Oberhofer, 2005). El contenido específico de las fobias puede estar relacionado con algún evento traumático ocurrido a lo largo de la historia personal, del cual la persona puede estar más o menos consciente.

       Una niña de 5 años tiene una fobia a los ascensores. Ella fue la última melliza en nacer. En conversaciones con la madre, ella comenta que estuvo en incubadora durante varios meses, y que el miedo a los ascensores se extiende también a un miedo a los túneles y otros espacios cerrados. Se formuló la hipótesis de que la fobia a los espacios cerrados puede guardar relación con la experiencia de haberse sentido muy "atrapada" en el útero durante la gestación.

      Fobia escolar: La fobia escolar se refiere al rechazo y evitación del colegio. Suelen haber dos tipos de casos: niños pequeños que presentan un rechazo inmediato durante el primer período de ingreso escolar (a comienzos del año escolar, ya sea al entrar al jardín infantil o a primer año básico), o niños mayores que comienzan gradualmente a rechazar la escuela e intentan evitar asistir a ella, a través de excusas, quejas de malestar físico, etc.

      Actualmente, este cuadro no suele diagnosticarse por sí solo, sino como una característica del trastorno por ansiedad de separación, ya que esta está presente en el 75% de estos casos (Kronenberger & Meyer, 2001). Sin embargo, y aún cuando ambos cuadros suelen interrelacionarse, la fobia escolar no es sinónimo de ansiedad por separación, y el especialista debe observar el foco que genera la ansiedad: separarse de la figura apego, o ingresar y permanecer en la escuela.

      Esfrecuentequeeliniciode unafobiacoincidaconunaexperiencia

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