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Karma al instante. Marissa Meyer
Читать онлайн.Название Karma al instante
Год выпуска 0
isbn 9789877477603
Автор произведения Marissa Meyer
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
–Es horrible, pero cuando sucedió… Ese primer segundo después de que chocaron, mi primer pensamiento fue que…
No termina la oración.
–Se lo merecían –finalizo por ella.
Su rostro luce culpable.
–Ari, estaban siendo groseros. Y conducían erráticamente. Odio decirlo, pero es verdad, se lo merecían.
–No lo dices en serio.
En vez de responder –porque estoy bastante segura de que sí lo digo en serio–, retiro mi mano de la de ella.
–Solo me alegra que nadie esté herido –digo–. Incluyéndonos.
Estiro mi mano hacia mi cabeza, el golpe parece estar disminuyendo.
–No creo que mi cabeza pueda soportar otra colisión esta noche.
Mi dolor de cabeza casi ha desaparecido a la mañana siguiente, pero todavía siento una leve sensación de mareo que nubla el interior de mi cerebro cuando imprimo la tarea sobre el pez rape y lo que escribió Jude sobre el tiburón peregrino mientras me visto.
–Último día –le susurro a mi reflejo en el espejo del baño. Las palabras son como un mantra, me motivan mientras me cepillo los dientes y desenredo los mismos nudos en mi cabello de todas las mañanas. Último día. Último día. Último día.
Me desperté casi una hora más tarde de mi horario habitual y ya puedo escuchar el caos de mi familia a todo ritmo en la planta baja. Papá puso un disco de Kinks y es una de sus canciones más vivaces y animadas, Come Dancing. Papá tiene la teoría de que empezar la mañana con música que te hace sentir bien, automáticamente hará que tengas un día maravilloso. Quiero decir, creo que tiene algo de razón y creo en empezar el día con el pie correcto con tanta frecuencia como sea posible, pero a veces sus canciones alegres a la mañana son más chillonas que inspiradoras. Todos en la familia han intentado decírselo en diferentes ocasiones, pero desestima las críticas. Creo que puede que ya tenga lista la lista de reproducción para este verano.
Ellie –con cuatro años y llena de Grandes Emociones– está gritando por encima de la música sobre quién sabe qué. Hay días en los que siento que la vida de Ellie es solo un gran berrinche. “No, no me daré un baño”. “No, no quiero usar calcetines”. “No, odio esas galletas”. “Ey, Lucy está comiendo mis galletas, no es justooooo”. Escucho un golpe y algo cae por las escaleras seguido por el grito de mamá.
–¡Lucy! ¡Dije que adentro de casa no!
–¡Lo lamento! –suena la disculpa no tan arrepentida de Lucy. Un segundo después, escucho el crujido de las bisagras de la puerta trasera.
Lucy tiene trece años y está amargada por tener que empezar la segundaria después del verano, donde oficialmente volverá a la base de la pirámide social, creemos fue intercambiada al nacer con nuestra verdadera hermana. Por lo menos, eso es lo que Jude y yo sospechamos. Para empezar, Lucy es popular. Extrañamente popular. Y no como en las películas de adolescentes. No usa tacones ni pasa todo su tiempo libre en el centro comercial, y no es ni despistada ni grosera. Simplemente le cae bien a la gente. A todo tipo de personas. Por lo que sé, con mi limitado conocimiento de los círculos sociales de la primaria de Fortuna Beach, Lucy tiene conexiones con la mayoría de ellos. Juega casi todos los deportes. Posee un conocimiento funcional de los espectáculos de porristas, fiestas de recaudaciones de fondos y otros eventos que Jude y yo evitamos regularmente. Puede ser un poco inquietante.
El único grupo con el que parece no tener mucha conexión es con nosotros. No tiene ningún interés en la música; raramente escucha la radio y suele usar sus auriculares para ponerse al día con el último podcast sobre crímenes en vez de oír la canción del día de papá. Es la única de la familia que nunca intentó aprender a tocar un instrumento. Yo probé el piano por dos años y Jude hizo un verdadero esfuerzo con la guitarra. Ninguno de los dos mejoró en realidad y ambos nos rendimos a mitad de primaria. El pobre teclado que mis papás eligieron para mí en la tienda de empeño local ha estado juntando polvo en una esquina de nuestra sala de estar desde entonces.
Y luego está Penny de nueve años, quien ama la música, pero no el tipo que mis padres han intentado hacernos amar lavándonos el cerebro. En cambio, le gusta el pop y el R&B y algo de música alternativa, algo como el top 40 de canciones que no suele aparecer en una tienda de discos. Ella es la única razón por la que conozco algunos artistas contemporáneos y, siendo honesta, mi conocimiento es bastante pobre. De hecho, si mis padres no nos hubieran arrastrado a ver Yesterday, una película inspirada en los Beatles, no sabría quién es Ed Sheeran.
Irónicamente, Penny también las única de los niños Barnett que toca un instrumento. O algo así. Aprende violín hace tres años. Uno creería que, aun siendo una niña, debería haber progresado algo en tres años, pero el sonido que extrae de esas cuerdas es tan punzante hoy como el día en que empezó. Puedo escucharla practicar en el cuarto que comparte con Lucy mientras me aplico el labial rojo más intenso que tengo. Hoy necesito la energía. No estoy segura de si está intentando seguir la melodía de los Kinks o si está practicando una lección rápidamente. De todos modos, está haciendo que mi dolor de cabeza regrese. Resoplo irritada e intento cerrar la puerta del baño.
Un pie aparece en el pasillo y detiene la puerta, que rebota hacia mí.
–Hola –dice Jude reposándose contra el marco de la puerta–. ¿Puedes saborear la libertad en el aire?
–Es gracioso. –Presiono mis labios pensativa–. Sabe igual que la pasta dental extrablanqueadora. –Tapo a mi labial y lo dejo caer en mi bolsa de maquillaje, paso junto a mi hermano y me meto en mi habitación–. ¿Hiciste planes para sitiar la Caverna de los Duendes o algo así?
–Si de verdad quieres saber, es la Isla de Gwendahayr. Estoy diseñando la incorporación de una serie de ruinas antiguas que contienen pistas de un hechizo verdaderamente poderoso, pero si intentas invocar el hechizo en el orden incorrecto o si no descubriste todo el procedimiento, sucederá algo horrible. Todavía no estoy seguro de qué. –Vacila antes de añadir–: Tal vez abrirá una cueva repleta de duendes.
Me sigue, pero se queda en la puerta. Es una regla tácita en nuestro hogar: nunca entrar en una habitación sin invitación verbal. En general, nuestra familia suele carecer de límites firmes, así que este es uno que Jude y yo protegemos a toda costa. La casa en que vivimos no está preparada para nosotros siete. Solo hay tres habitaciones oficiales; la principal de mis padres, Lucy y Penny comparten camas marineras y yo estoy en la tercera habitación; Jude duerme en el sótano reconvertido. Pero la “bebé” Ellie sigue durmiendo en una cama de niños en la habitación de mis padres y ya está creciendo; últimamente hubo charlas sobre reubicarnos. Me aterroriza pensar que perderé mi santuario privado. Por suerte, mis padres han estado demasiado ocupados en la tienda para molestarse en reacomodarnos y redecorar, así que el status quo continúa. Por ahora.
–¿Cómo estuvo el resto del karaoke?
–Muy amable de tu parte preguntar –le frunzo el ceño–, ya que alguien me anotó para cantar Instant Karma! Y no se molestó en contármelo.
–¿En serio? –Arquea su ceja.
–Por favor. –Arrugo los labios–. Está bien, no estoy enojada. De hecho, fue –muevo mi cabeza de un lado a otro– divertido. Pero, de todos modos, la próxima dame alguna advertencia, ¿sí?
–¿Qué? Yo no te anoté.
Dejo de trenzar mi cabello por un instante y lo miro.