Скачать книгу

diferencia. Nos referimos al Feminismo Cultural que parte de un cierto esencialismo al plantear que la opresión de las mujeres no deriva de las estructuras patriarcales sino de una naturaleza masculina dominadora y ahistórica según una de sus voces más importantes, la de Adrienne Rich. La heterosexualidad y no el patriarcado, como afirmaban las feministas radicales, es el origen de la opresión (Rich, 1986). Por tanto, las autoras más extremistas de esta corriente promoverán una separación y una crítica acérrima hacia lo masculino y defenderán el lesbianismo como la mejor opción, criticando el modelo de heterosexualidad obligatoria. Buscan la especificidad y lo esencial de las mujeres, que es anterior al lenguaje y a lo simbólico y de este modo, las aportaciones relacionadas con la salud se centran en teorizar sobre la existencia de una psicología femenina que permite recuperar el protagonismo y el valor de las funciones maternales, al tiempo que favorecerá la autonomía y el cuidado entre las mujeres. Promueven espacios de desarrollo personal entre las mujeres y luchan activamente contra la violencia masculina hacia éstas y contra la pornografía.

      Como hemos comentado anteriormente, durante los años 70 del siglo XX aparecieron y se consolidaron varias de las corrientes feministas que en la actualidad siguen con plena vigencia. La siguiente tendencia de la que vamos a hablar es el Ecofeminismo que, manteniendo la clasificación aportada por (Puleo, 2002, pp. 36-39) en un artículo publicado en el 2002, a su vez, tiene tres vertientes. El Ecofeminismo clásico, donde feministas con conciencia ecológica retoman la identificación de las mujeres con la naturaleza procedente del patriarcado y también algunas ideas del esencialismo femenino de la corriente cultural, para afirmar que las mujeres, en función de su biología, poseen cualidades maternales para la conservación de la vida y para ejercitar la ética del cuidado, es decir, le darán la vuelta a los planteamientos, para reafirmar estas cualidades de las mujeres como garantes de la continuidad de la vida, en contra de la tendencia destructiva hacia el planeta propia de la cultura masculina que nos ha llevado a las guerras y a la contaminación de la Tierra. En cuanto a las aportaciones a la salud, de esta corriente deriva la tendencia del parto natural, donde la mujer debe seguir sus propios instintos, lejos de la intervención del sistema médico que con frecuencia dirige –sin necesidad– la normal evolución del nacimiento. También la lactancia materna prolongada se adscribe a estas posiciones. No obstante, tenemos que añadir que tanto la lactancia materna como la evolución natural del parto han sido refrendadas por la evidencia científica, de manera que se alejan del esencialismo originario para situarse en perfecta sintonía con las recomendaciones de los organismos internacionales que trabajan por la salud. El problema reside en que estos aspectos relacionados con la maternidad y la crianza siguen estando infravalorados desde el androcentrismo, que continúa siendo el que rige el valor que tienen las actividades que realizan varones y mujeres.

      La segunda vertiente es el Ecofeminismo espiritualista que surge de la pobreza y la marginación en los países del denominado Tercer Mundo. Está liderado por Vandana Shiva y persigue que sean las mujeres las que tengan el control de los alimentos y del medio ambiente, ya que en sus países son ellas las que están vinculadas a los cultivos y se responsabilizan de la alimentación de sus hijos. Del mismo modo que los movimientos marxistas buscan el acceso a la producción y el control de los bienes por las clases sociales oprimidas, esta tendencia del ecofeminismo trabaja para que las mujeres dejen de ser explotadas, para que se deje de destruir el medio ambiente y para que ellas puedan controlar los bienes. Vandana Shiva realiza una seria crítica del desarrollo técnico occidental que ha colonizado el mundo entero:

      Lo que recibe el nombre de desarrollo, es un proceso de mal desarrollo, fuente de violencia contra la mujer y la naturaleza en todo el mundo (...) tiene sus raíces en los postulados patriarcales de homogeneidad, dominación y centralización que constituyen el fundamento de los modelos de pensamiento y estrategias de desarrollo dominantes (Shiva, 1995) (Puleo, 2002, p. 38).

      La tercera vertiente es el Feminismo ecologista o constructivista. Sus planteamientos comparten algunas posiciones anteriores como el antirracismo o el antielitismo, pero no están de acuerdo con el esencialismo de las clásicas ni con el espiritualismo que hemos comentado anteriormente. Está liderado por Bina Agarwal y se muestra crítica hacia el ecofeminismo espiritualista porque hace extensiva la explotación patriarcal y la relación de las mujeres con la naturaleza a todas las mujeres del Tercer Mundo, sin tener en cuenta que éstas pertenecen a distintas clases sociales, a distintas castas y a distintas razas. Está de acuerdo en que la destrucción del medio ambiente afecta en mayor medida a las mujeres y al conjunto de las poblaciones de los países menos desarrollados, pero atribuye la responsabilidad a los grupos dominantes que monopolizan el poder y no solo al sistema patriarcal que, evidentemente, no es homogéneo para todas las mujeres. En cuanto a las aportaciones en el ámbito de la salud de estos dos últimos planteamientos ecofeministas, podemos destacar la puesta en marcha de acciones comunitarias y colectivas de empoderamiento de las mujeres en el Tercer Mundo, promoviendo acciones solidarias entre ellas para los cuidados relacionados con la maternidad y la crianza de hijas/os y el control de la producción de alimentos.

      Influenciadas por cada una de las corrientes de pensamiento crítico que surgieron en el transcurso del siglo XX como marxismo, psicoanálisis, estructuralismo y postestructuralismo, las corrientes feministas se fueron nutriendo de cada una de ellas. Así llegamos al Feminismo Psicoanalítico en el que, a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI, las complejas, fructíferas y en ocasiones polémicas relaciones entre el psicoanálisis y los feminismos teóricos, buscarán explicaciones a la creación y la perpetuación de los principios patriarcales. Estas relaciones, en ocasiones enfrentadas, otras veces difíciles y otras de convergencia, no pueden ser resumidas en unos párrafos porque sería un recorrido demasiado simplista y se dejarían de lado determinados matices y algunas ambigüedades, que han ido enriqueciendo con los sucesivos debates las teorías feministas (Flax, 1995, pp. 68-108) y que en la actualidad continúan vigentes. Por tanto, recogemos aquí lo que nos parece más importante de esta corriente para el objetivo de nuestro trabajo: su contribución a los marcos teóricos sobre la salud teniendo en cuenta el enfoque de género. Esto es posible gracias a que se toma en cuenta la subjetividad en las distintas formas de enfermar.

      Su contribución a los conceptos de salud y enfermedad procederán del psicoanálisis. Incorpora la atención a la subjetividad en salud y el análisis de las identidades femenina y masculina. De este modo, la enfermedad es una expresión del sufrimiento subjetivo que se produce por conflictos vividos entre lo social y lo psíquico y tiene una íntima relación con el desempeño de los roles y la vivencia de la identidad femenina o masculina. En cuanto

Скачать книгу