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Studien, Vol. 35, 1989, pp. 153-73.

      6 En D. Bell y N. Cooper (eds)., The Analytic Tradition: Meaning, Thought and Knowledge, Oxford, 1990; reimpreso en M. Dummett, Frege and Other Philosophers, Oxford, 1991.

      Capítulo 1

       La historia de los pensadores y la historia de las ideas

      Es importante para la filosofía analítica comprender su propia historia, contemplándose en el contexto de la historia general de la filosofía durante los siglos XIX y XX: ello es especialmente cierto en un momento en el cual está sufriendo profundos cambios. En lo que sigue voy a intentar explorar los orígenes de la filosofía analítica; pero esta no será una investigación histórica genuina, por dos razones.

      Primero, voy a ignorar las contribuciones al nacimiento de la filosofía analítica de los filósofos británicos Russell y Moore, y me concentraré en aquellos filósofos que escriben en lengua alemana. Ello no se debe a que no piense que las contribuciones de Russell y Moore sean de una profunda importancia, sino porque ese terreno ha sido bastante bien trabajado, y porque, a pesar de la familiaridad de Russell con el trabajo de los filósofos de habla alemana, especialmente Frege y Meinong, él y Moore provienen de un ambiente filosófico muy diferente. Una grave distorsión histórica surge del frecuente hábito moderno de hablar de la filosofía analítica como “angloamericana”. Aparte de la implícita desestimación del trabajo de los filósofos escandinavos modernos, así como del más reciente interés en la filosofía analítica que ha surgido en un gran número de países europeos, incluyendo Italia, Alemania y España, esa terminología distorsiona absolutamente el contexto histórico en el cual la filosofía analítica nació, a la luz de la cual sería mejor llamarla “angloaustríaca” más que “angloamericana”. En Europa central, es decir, en la gran región cultural definida por el uso de la lengua alemana con fines de publicación, hubo a lo largo de todo el siglo XIX una gran cantidad de corrientes filosóficas diversas que, sin embargo, no fluyeron a través de canales aislados sino que se encontraron unas con otras debido a la comunicación entre los representantes de las distintas tendencias en las universidades. Más de una de esas corrientes contribuyó, en el siglo XX, a la formación de la filosofía analítica, que, antes de que Hitler llegara al poder, debía ser vista más como un fenómeno centroeuropeo que británico. El desplazamiento del centro de gravedad científico y filosófico a través del Atlántico, ahora percibido como ya consumado en los Estados Unidos, y, por cualquiera, como al menos amenazado, fue, por supuesto, principalmente un efecto a largo plazo de los eventos políticos, esto es, del régimen nazi que llevó a muchos a refugiarse en América: el proceso ahora está siendo completado por los muchos gobernantes europeos contemporáneos que se han propuesto causar el máximo daño posible a los sistemas universitarios de sus países. Ello, por supuesto, no lo hace en absoluto menos real; pero es un grave error proyectar realidades presentes sobre un pasado en el cual ellas eran inimaginables.

      No es solo que me concentraré en únicamente una de las dos corrientes que dieron lugar a la filosofía analítica: apenas estaré interesado en respetar la causalidad histórica en absoluto. Una genuina investigación histórica debe evidenciar las influencias que ejercieron determinados filósofos particulares sobre otros filósofos particulares. Para establecer esto, las fechas de las publicaciones deben ser constatadas, los diarios y la correspondencia personal estudiados, incluso los catálogos de las bibliotecas deben ser examinados para descubrir qué leyeron o pudieron haber leído determinados individuos. No estaré preocupado por nada de esto, y por lo tanto la mía no es una genuina investigación histórica, al menos no una del tipo acostumbrado.

      La historia de las ideas está repleta de desarrollos que no pueden ser explicados por investigaciones históricas del tipo usual. Alguien insinúa una nueva idea y la fundamenta con ciertos argumentos; poco tiempo después alguien más presenta la misma idea, apoyándola con argumentos muy similares: y sin embargo parece que el segundo no habría tenido oportunidad de leer el trabajo de aquel que se le anticipó. O, lo que es aún más notable, alguien reacciona contra, o presenta argumentos para oponerse a esa nueva idea, aunque, por otra parte, se demuestra que él no tenía conocimiento de que en realidad ella había sido anticipada por alguien más. Las ideas, como se dice, están “en el aire”. La verdadera explicación es presumiblemente que, en una cierta etapa de la historia de algún tema, las ideas se vuelven visibles, aunque solo para aquellos con una visión mental perspicaz, pero ni siquiera aquellos con la visión más aguda podrían haberla percibido en una etapa temprana. Si estamos interesados en la historia del pensamiento más que en la de los pensadores, es porque esos desarrollos son los que nos preocuparán, antes que aquellos explicables mediante una genuina investigación histórica. En cualquier caso, es esto lo que me interesará: hablaré sobre las direcciones que tomaron varias ideas filosóficas y los que fueron desarrollos legítimos a partir de ellas, sin preocuparme demasiado por quién leyó el trabajo de quién o si X derivó una cierta idea de Y o llegó a ella independientemente. No estoy despreciando la genuina investigación histórica, que sirve para satisfacer un tipo perfectamente razonable de curiosidad: simplemente me estoy comprometiendo con una discusión diferente, aunque afín.

      Capítulo 2

       El giro lingüístico

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