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de racionalización, así como en el de las motivaciones subconscientes). Sociogenia, de esta manera, sirve para señalar el camino por el cual las redes particulares constituidas socialmente de normas, significados, símbolos, modos de comportamientos corporales y similares aspectos, nos forman como agentes constituidos tanto biológicamente como psicológicamente.

      En parte, esto quiere decir que nosotros podríamos, en aras de simplificar, decir que la cultura puede moldearnos como individuos y como especie de maneras que necesitan ser tomadas en cuenta si nosotros permanecemos cercanos en todas partes y adecuamos nuestra comprensión de seres humanos. “Un impacto de realidad social”, como Lewis Gordon (2000) establece en su discusión de sociogénesis, “es ontológico, transforma conceptos —afirmaciones del conocimiento— en conceptos vivos, formas de ser, formas de vida” (p. 84). En el contexto del racismo y la colonialidad donde se enfocó Fanon, las implicaciones de este movimiento son monumentales. Racismo y colonialidad no son simplemente un conjunto de disposiciones o creencias que uno adquiere en el curso de su vida, y puede, si uno así lo quiere, someterlo a un escrutinio racional y aceptarlos o rechazarlos. Por el contrario, racismo y colonialidad moldean la subjetividad de todos los que caen dentro de su esfera, de tal manera que todo lo que se considera como razonable, normal e inteligible, por ejemplo, está inextricablemente condicionado por el milieu (medio o entorno) racista/colonial. Para redireccionar verdaderamente el racismo, por tanto, se requiere no simplemente cambiar las mentes individuales o las políticas y las leyes particulares, sino que se necesita la reorganización de las culturas, de tal forma que, en su transformación, se lleve a cabo el remoldeamiento de los individuos que están sujetos a ello.

      Un tema central del trabajo de Fanon (2008), para dar luz respecto a la centralidad de la sociogénesis, versó en torno al planteamiento del gran impacto que ha tenido y continúa teniendo el racismo colonial en los sujetos tanto de las (anteriores) colonias como de los países madres/padres. Fanon presta atención a la forma como la cultura francesa se ha posicionado como la norma paradigmática de la razón, de la música, de la literatura y, desde luego, de la cultura como tal (civilización), versus la de los ignorantes habitantes de las colonias que solo se pueden comparar en términos de falta. Para el niño que vive en Martinica, esto viene a resultar en darse cuenta de que se esfuerza hacia metas que nunca va a poder alcanzar. Fanon (2008) dice que ello solo se presenta como un destino en el contexto colonial, y que éste es blanco. La resonancia aquí con lo que plantea DuBois (1994) como “Doble consciencia” es clara; una cultura racista genera las condiciones para quienes están ubicados dentro de la falta de completa humanidad, se verán ellos mismos a través de los ojos de sus opresores, con la consecuencia de que ellos se convertirán en un problema que la sociedad blanca deberá enfrentar. (pp. 4-6)

      Las innumerables respuestas para este sentido hacia uno mismo se sitúan desde el nacimiento, a cierta distancia de la realización más completa del humano. Esto es tematizado en el texto de Fanon y uno podría leerlo como un catálogo de algunas de las respuestas comunes para esta condición y sus limitaciones, desde tratar de apropiarse del lenguaje y la cultura del colonizador, hasta buscar una clase de aproximación a la blancura a través del compromiso romántico con amantes blancos, o intentar confrontar racionalmente la representación racista, o desatar la ira de aquellos quienes han llamado su humanidad en esta cuestión, o la comprensión de las representaciones coloniales del colonizado en un esfuerzo por adjudicar una valencia positiva (una interpretación del movimiento de la negritud). Lo que el análisis de Fanon revela de manera brillante es el modo como cada una de estas estrategias, en efecto, se revierten hacia quienes las despliegan y los aleja delante de sus propios ojos o de los de los otros; estas solo sirven, al final de cuentas, para reinsertar su inferioridad respecto de los blancos. Como lo ha señalado Lewis Gordon (2000), con ello se contribuye a crear un mundo dentro del cual lo patológico se normaliza y el esfuerzo por ser normal se hace patológico.

      Por supuesto, para ambos, Wynter y Fanon, mientras la sociogénesis condiciona la conducta humana de modos que deben ser considerados con seriedad, dicha sociogénesis no la determina. Esto es, la sociogénesis moldea nuestra subjetividad, pero hasta donde nosotros permanecemos como sujetos, nosotros podemos confrontar y echar para atrás ese condicionamiento. El trabajo de ellos queda como testimonio de esto. Aún en la faz de un mundo anti-negro que les niega su completa humanidad, es importante producir trabajo que revele los mecanismos del racismo y reivindicar el llamado a la rearticulación de la humanidad frente a la degradación sistemática. Ello es una clara prueba de que es posible la lucha, no para domar o acabar con la sociogénesis, sino para que ambas se vean como una realidad ineludible de la formación del sujeto humano y, más bien, para conformar el proceso de la sociogénesis bajo modalidades que sean más conducentes para las expresiones liberadoras del humano. Con esto en mente quiero regresar al análisis de S. Wynter de la génesis del género hombre.

      Los últimos avances de las ciencias naturales, especialmente de la biología, plantean una desviación fundamental más en la concepción biologicista de la humanidad, en la cual la más completa y superior realización de lo humano no es solo lo más racional, sino también lo más desarrollado. La dominación europea en este momento se convierte en la prueba no solo de la superioridad cultural de Europa, sino igualmente de la superioridad biológico/genética del hombre europeo. Esta desviación se desarrolla estrechamente con el entonces emergente concepto de raza y, por consiguiente, con el de racionalidad del hombre europeo, como realizada inicialmente y a la vanguardia en sus instituciones económicas y políticas. Puede todo ello, de esta manera, ser leído como una consecuencia o, mejor dicho, como una expresión de su superior completud biológica —su blancura. Sylvia Wynter (2001) resume este punto como sigue:

      Vislumbrando que de todos los modos de la experiencia consciente humana, y por tanto, de la consciencia, pueden ahora ser concebidos, en todos los casos, como la expresión del modo culturalmente construido de la específica experiencia subjetiva para el funcionamiento de cada sentido del yo sociogenético de la cultura, por analogía el mismo reconocimiento ahora puede ser extrapolado al sentido del yo de las especies específicas, expresando con ello el principio genómico que define todas las formas de la vida orgánica. (p. 53)

      El desarrollo del sentido del yo europeo toma lugar dentro de un marco fundamentalmente binario que, de acuerdo con Wynter, posiciona el para nosotros europeo siempre en relación con algún Otro que incorpora (y este hecho de la incorporación se ha convertido de manera incrementada en algo crucial en el peso del Renacimiento y el desarrollo de la concepción biologicista del Hombre) una falta central de las características esenciales que son autodescritas como la más elevada realización del hombre. En las primeras etapas fue el cristiano contra el pagano/impío, luego el racional y civilizado contra el irracional y salvaje, y finalmente el completo desarrollo y la forma más elevada (mayor pureza) de la especie contra las formas degradadas o atrofiadas (corruptas/mezcladas). Significativamente, fueron los primeros encuentros con el África occidental, y luego con el “nuevo mundo”, los que proporcionaron para

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