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adquiere mayor validez y verosimilitud que otros (Enrique Dussel). Se habla de locus de enunciación en el que se inscriben las teorías (Walter Mignolo), y una corpo-poítica del conocimiento que remite a una corporeidad que enuncia y detenta una posicionalidad mediada por relaciones de poder (Ramón Grosfoguel). Gracias a esta tradición crítica que, por cierto, desborda a los teóricos referenciados, hoy nos es posible darle su justa dimensión desde la crítica a toda una tradición eurocentrada del conocimiento que se exhibió como universal por mucho tiempo, desplazando y subvalorando a todos los conocimientos no occidentales. La invitación de Dipesh Chakrabarty de provincializar Europa, que permitió descentrar a Occidente como el crisol de la producción del conocimiento universal, tarea que ya había iniciado Dussel desmantelando el mito del origen de la modernidad, nos faculta para presentarnos sin complejos, habitando pequeños lugares y produciendo teorías desde allí. La novela de la escritora caribeña Jamaica Kincaid, Un pequeño lugar, nos sirve de pretexto para el título de esta compilación. Su crítica incisiva e irónica sobre las continuidades del colonialismo en los tiempos del turismo en la isla de Antigua, sirven de inspiración para abrir paso a estos senderos de la crítica.

      El lugar ha ganado una significativa relevancia luego de que pusiera en evidencia que las teorías no se producen al unísono, ni tampoco desde una falsa universalidad que homogeniza las vivencias, las prácticas y las distintas tradiciones y culturas. Los imaginarios universalizantes del norte global se han visto cuestionados por los pequeños lugares al mostrar cómo invisibilizan las problemáticas que no son comunes, ni se producen dentro de una meganarrativa. Pensar desde los pequeños lugares se vuelve un ejercicio en el cual los subalternos puedan configurar de otra manera la universalización de sus mundos y modos de existir, una universalidad que desde lo particular pueda aspirar a una legitimidad mayor. Así, más que de un universalismo abstracto, pensar desde los pequeños lugares nos obliga a situarnos de facto en una pluridiversidad tanto epistémica como de existencias otras.

      La manera en la cual el mundo ha devenido capital y la manera en la cual la colonialidad se ha desplegado en el sistema-mundo es una historia no solo de cancelación de otras historias que pudieron haber sido, o de otras historias que fueron derrotadas, silenciadas o negadas, sino también de la producción de historias que en esa mundialización global del capitalismo y la colonialidad han sido reducidas a pequeños lugares, incluso dentro del mismo imperio. En ese afán voraz de fagocitar las distintas lógicas del colonialismo, el trato dado a las colonias se reproduce de algunas maneras en los patios internos de las metrópolis. Así, esas otredades que no se han podido socavar del todo, se reducen a los pequeños lugares internos para poder ser silenciadas y explotadas, pero cuidando de que cumplan con la función de reproducción de las relaciones y prácticas coloniales. Esto ha tenido como consecuencia que, desde las entrañas del monstruo, como diría José Martí, pueda también producirse un discurso crítico, un locus alterno, que no solo hable contra el monstruo, sino que pueda mirar en simetría a las diversas otredades que se constituyen fuera de las fauces de los monstruos de los mares y las tierras, de los Leviatanes o de los Behemoths.

      Así, los pequeños lugares a los que nos referimos no son geográficos, a pesar de que partan de una territorialidad dada, sino que son ante todo políticos, lugares desde los cuales se constituye una subjetividad/intersubjetividad, una identidad histórica (no substancialista). Son lugares donde el fondo histórico de la memoria actúa en el presente como elemento pedagógico y como herramienta de liberación; como posibilidad de pensar otras maneras de existir que no sean aquellas la colonialidad trata de imponer en su diseminación aparentemente avasallante: ¿quiénes somos? ¿desde dónde hablamos? Así, los lugares nos trazan las rutas para poder reflexionar desde las coordenadas que delineó Fanon al pensar en los condenados de la tierra.

      En este libro, y tratando de generar un diálogo simétrico desde los pequeños lugares o, como dijeran otros, desde los sures globales, hemos seleccionado a autores latinos (y) americanos, además de una autora francesa, que están pensando los temas de la raza, la clase, la discriminación, la violencia, la exclusión o las mismas maneras de pensar o de estructurar nuestro conocimiento. Todas las autoras y los autores que intervienen en esta obra han contribuido desde sus pequeños lugares a fortalecer el pensamiento crítico a través de sus escritos y de su práctica cotidiana.

      El libro comienza con el texto de Michael Monahan el cual revisa la lectura y la propuesta de Sylvia Wynter sobre el martiniqueño Frantz Fanon, para analizar la manera como el proyecto humano de occidente invisibiliza otras maneras de entender la humanidad. La crítica a la civilización moderna implica desde esta perspectiva una revisión de la historia colonial y de sus postulados filosóficos para avanzar en un nuevo proyecto humano.

      Por su lado, Douglas Ficek muestra cómo en el trabajo de Fanon operan las nociones de monstruosidad, petrificación y seriedad como condiciones de deshumanización de los colonizados. Estas condiciones no son nunca naturales, sino que son producto de la agresión y de la praxis del colonizador que les niega una y otra vez su humanidad. El lugar que Ficek le otorga al asunto de la petrificación tiene preminencia tanto en la teoría de la liberación de Fanon como en la acción liberadora.

      En esta sección inspirada en la vigencia del pensamiento fanoniano para la comprensión de la realidad actual, añadimos el texto de George Ciccarello-Maher que propone una nueva lectura sobre al aspecto de la violencia en los textos clave del filósofo martiquinés, y reflexiona sobre el aspecto de la violencia en la construcción de un proceso de liberación social, como el impulsado por Hugo Chávez en Venezuela. Los recientes acontecimientos en el continente americano y específicamente el conflicto entre Estados Unidos y Venezuela, han puesto de manifiesto que el aspecto de la violencia en las secuelas de ese proceso es una cuestión aún por problematizar.

      A manera de una epístola imaginaria, Lydia González Meza y Gómez Farías, dirigiéndose a Zora Neale Hurston, nos ofrece una panorámica de esta mujer que es considerada la primera antropóloga afroamericana e integrante del llamado Renacimiento negro del Harlem. A la vez, sitúa algunas de las críticas que Hurston tenía a la sociedad norteamericana: su crítica a lo que hoy se debate en términos de la colonialidad, y su rechazo a una izquierda blanca liberal que no dejaba de tener actitudes de racismo y discriminación con los afroamericanos. Este texto invita al conocimiento de una autora poco difundida en el mundo hispano.

      De otro modo, Yuri M. Gómez Cervantes analiza las ideas de Michael-Ralph Trouillot sobre la cuestión del Estado y la nación a partir de la experiencia de Haití, y pone en perspectiva la crítica al diseño de Estado-nación occidental. Sin embargo, se pone en el centro de la reflexión la relación entre el contenido de la nación y la discriminación y el racismo en una población como la haitiana.

      Maria Antonieta Antonacci, a través de un estudio de los cantos de los brasileños del nordeste, muestra las estrategias de conservación de los saberes africanos en los pobladores. En la reflexión de la autora, las memorias ancladas en los cuerpos negros concentran una fuerte episteme oral que los muestra como un “archivo vivo”. De esta manera, el análisis centra su atención en el performance y las políticas de representación.

      Este libro da brevemente un espacio para la discusión sobre los acercamientos y los alejamientos que puedan tener el marxismo y la teoría decolonial, consolidando la necesidad de pensar un ejercicio de traducción de dos universos teóricos que son indispensables para la crítica a la modernidad, al capitalismo y a las lógicas coloniales. En este sentido, Sonia Dayan-Herzbrun nos ofrece un texto en el cual ensaya la manera como el escritor keniano Ngũgĩ wa Thiong’o creoliza a Karl Marx, haciéndolo hablar y pensar desde un lenguaje en el cual los dominados encuentran los elementos para buscar su liberación. En correspondencia con esta problemática y de una manera crítica, Danilla Aguiar hace un recorrido histórico en el que sitúa cómo se fue posicionando la discusión sobre la decolonialidad en América Latina y la manera como esto significó no solo un rechazo del marxismo en algunos autores, sino un alejamiento de una propuesta revolucionaria de transformación y militancia política. Más que proponer un rechazo, en este texto se reconocen algunas cuestiones para el diálogo, como la apertura del marxismo en autores como Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui, quienes iniciaron el debate sobre uno de los conceptos que cruza el trayecto de gestación de los debates sobre la poscolonialidad y en buena medida la decolonialidad:

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