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que se hacen al trazar las genealogías, los cuales, como toda selección arbitraria, terminan excluyendo o invisibilizando aun de manera involuntaria otros trayectos, otras vías u otros esfuerzos que se han realizado para cuestionar la realidad en que vivimos. Así, la autora hace énfasis en esas prácticas decoloniales que han excluido o no toman en consideración la tradición crítica y el pensamiento de las mujeres chicanas.

      En una línea que encuentra correspondencia con el señalamiento de Mariana Ortega, el texto de José G. Gandarilla Salgado ofrece una reflexión sobre Pablo González Casanova y su propuesta de colonialismo interno. En él se muestra no solo el legado que el sociólogo mexicano ha hecho en el ámbito de las ciencias sociales, sino que avanza en un análisis sobre la reformulación que realizó el propio González Casanova a la luz de los problemas que imponía el colonialismo global, abriendo un diálogo entre dos tradiciones que hoy se debaten en la región: el colonialismo interno y la colonialidad del poder.

      El texto de Marcela Landazábal Mora muestra este aspecto de las prácticas de la inadvertencia no solo en los momentos de la enunciación o en la construcción de narrativas, sino también en el terreno de los procesos sociales que son negados por las visiones historicistas de derecha o de izquierda cuando estas se comprometen con el campo del poder. Así, la autora diserta sobre las implicaciones de la comunidad laosiana, y revisa también de manera crítica las categorías de lugar y diáspora para establecer la manera como debe comprenderse la inmigración de esta comunidad a países tan disímiles como Argentina y la Guyana Francesa después de la guerra de Vietnam. Los conflictos derivados de esa migración se muestran en este texto para visibilizar un proceso tan complejo como las relaciones entre Asia y América Latina y el Caribe.

      Finalmente, el trabajo de Roberto Almanza tiene por objetivo central rastrear y analizar la emergencia histórica en que se produce la identificación con la figura de Ariel en el contexto latinoamericano, y cómo se produce el deslizamiento hacia Calibán como apropiación identitaria por intelectuales afrocaribeños —en un primer momento—, hasta convertirse en el símbolo caribeño y latinoamericano antiimperialista y descolonial. De igual modo, se examinan los rasgos que adquiere Calibán bajo la de-formación afrocaribeña, insistiendo en su vigencia como sujeto-negrx-monstruo y su potencia para pensar las teorías críticas descolonizadoras y las políticas radicales de los sujetos racializados y subhumanizados en el presente hacia su liberación.

      Este libro ha sido posible gracias a varias voluntades que acogieron de manera entusiasta el llamado que les hicimos y pusieron a disposición sus textos, su conocimiento y su tiempo, así como de un grupo solidario de traductores que nos ayudaron en esta tarea. Por eso, queremos agradecer de manera especial a Rosario Torres-Guevara, Tania Santa Ana Saucedo, Armando Herrera López, Cédric Minne, Gerardo Juárez Vázquez, Edith Aurora Rebolledo Garrido y Miguel Ángel Adame Cerón, sin su esfuerzo y empeño en la traducción de varios textos, este libro no hubiese podido ver la luz.

      Capítulo 1

      Razón, raza y “el proyecto humano”: Sylvia Wynter. Sociogénesis y filosofía en las Américas

      Cuando uno considera la historia y la condición contemporánea de las Américas en un contexto filosófico, no es posible (ubicándose en la buena fe) mantener los típicos refugios y desentendimientos a los que la mayoría de los filósofos recurre. De manera deliberada y consciente, al situar lo universal e intemporal de los conceptos de Ser, Verdad o Belleza en el contexto específico de las Américas se requiere que atendamos a los modos en los cuales las pretensiones constantes de la atemporalidad y la universalidad se han sostenido y legitimado a través de su violenta imposición en el escenario global. Así, la manera como las ideas y las prácticas de origen europeo se hacen dominantes en mayor o menor medida en el conjunto del hemisferio occidental, ha tenido más que ver con conquista, esclavitud y genocidio que con el recurso de la cultura o el poder de las ideas. Esto ha llevado a considerar con seriedad el lugar y el contexto de nuestro filosofar, en otras palabras, ha hecho recurrir al encuentro crítico con la particularidad de la práctica filosófica en el plano principal y en la aparición de diversas cuestiones muy serias acerca de la noción que existe en el planteamiento de la llamada filosofía del simplemente así o filosofía de la simplicidad.

      Para tomar en consideración seriamente (y filosóficamente) la especificidad de las Américas, es una exigencia enfatizar en la violencia, la explotación, la esclavitud, la degradación medioambiental y el ethos general colonial de dominación, así como en la conquista y el destino manifiesto que fungieron como contexto y que moldearon las maneras como hemos concebido a la filosofía y a los filósofos. Ignorar, poner entre paréntesis o abstraerse del violento momento del encuentro y su legalización a lo largo de los siglos sería cometer un gran equívoco de lo que fue esta realidad, no solo desde el punto de vista de las Américas sino también de la misma Europa. Así, parte de lo que ello revela es la normalización del estudio de la “moderna filosofía”, la cual es de facto el estudio de la filosofía que sale fuera de Europa en este periodo. Ignorarla, sería ignorar o desconocer que el encuentro colonial no solo es atractivo para esta clase de equivocación en sus implicaciones para el estudio de esta historia, sino que sería una significativa manera de perpetuar este desprecio o ignorancia colonialista.

      Por tanto, mientras el encuentro colonial es nodal para la idea de las Américas, dicho momento del encuentro es además esencial para la misma emergencia de la idea de Europa. De esta forma, lo que los portugueses, los españoles, los ingleses, los franceses y los alemanes llegan a pensar de sí mismos como europeos, es debido a estos encuentros con las Américas y con África. Eso significa la llegada de las manifestaciones políticas e intelectuales de la modernidad europea (el Renacimiento) y el comienzo de la empresa colonial, durante los siglos XV y XVI, de los más grandes poderes de todos los tiempos de Europa, como constantemente se ha señalado. Esto no fue solo cronológicamente coincidente, sino que existe una concatenación conceptual (y con elementos de causalidad).

      Comencemos con la comprensión crítica de la conexión entre la modernidad renacentista y el colonialismo, considerando que este texto tratará dos cuestiones: primero, comentando el trabajo de Sylvia Wynter, sostendré la centralidad del aspecto filosófico del encuentro de las ideas de Europa y las Américas, que emergen desde un particular modo de la razón; esto se vuelve constitutivo de un particular relato personal que necesita de una mayor elaboración y crítica filosófica. Aquí tiene un significado especial el desarrollo del concepto de raza en la articulación y utilización de la concepción moderna de la persona como ser racional. Segundo, abordaré la siguiente cuestión crucial: si la crítica de estas nociones de razón y persona se toman seriamente, entonces ¿con cuáles otras (si existen) deberían reemplazarse? Aquí recuerdo los trabajos de Lewis Gordon y de José Medina que tienen un planteamiento más viable para delimitar estos dos conceptos claves. Al mismo tiempo, un concepto más apropiado para la historia y la realidad actual de las Américas y que hace énfasis en el dinamismo y la apertura es el de resistencia, que es nodal para la razón y es genuinamente liberadora y universal como concepto de lo humano.

      Colonialismo, modernidad y el hombre de razón

      La aproximación preponderante para la relación entre modernidad renacentista y colonialismo europeo es concebir a este último como un simple fracaso en la activación de los ideales del primero. Las nociones de derechos humanos universales y la prioridad de la libertad individual y la tolerancia religiosa planteados como ideales

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