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de crónicas, por ser esta un texto periodístico, viene de cualquier parte y es heterogéneo. Un relato está más a su alcance, es más sencillo de digerir: solo hay que imaginar...

      Cada investigador, docente, periodista o teórico tiene su propio concepto de lo que es la crónica, lo cual, a su vez, se desprende de cada experiencia. Por esa misma naturaleza, el concepto suele quedar atrapado en la trampa de lo anecdótico, y a veces las discusiones terminan zanjándose sobre la base de que la división en géneros no solo es imposible sino innecesaria porque “lo importante es que la historia esté bien contada”, se oye decir. Pero para avanzar en la construcción de un concepto más cercano a la verdad de la crónica, un buen punto de partida es considerar estas miradas particulares, escuchar esas voces para ir cuadrando, puliendo, definiendo.

      Empecemos por un artículo publicado en el diario La Nación de Argentina (2006), reproducido más adelante en una antología de Jaramillo Agudelo (2012). En él, Juan Villoro ensaya una perspicaz definición de la crónica que remite a la hibridez del género, mezcla equilibrada y armónica, que se configura sobre la base de lo que le aportan otros géneros, algunos, incluso, ajenos al periodismo y anteriores a él:

      Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la “voz de proscenio”, como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona. El catálogo de influencias puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser. (p. 578)

      Otro aspecto es la narración en primera persona, o cuando menos, la aparición explícita del autor del texto: “La crónica está ligada a la voz de quien escribe. Es un flujo narrativo que recuerda un poco a los cuentos de la abuela”, dice el reconocido periodista colombiano Daniel Samper Pizano (2001, p. 14) en el prólogo de una de sus antologías. Allí este autor se preocupa por definir la crónica como un escrito que suele entrar en consideraciones “de carácter general” y con un tono distinto al del reportaje. Lo curioso, sin embargo, es que, para distinguir un género del otro, identifica en el reportaje características claras de la crónica latinoamericana actual: separar un hecho o un personaje y recrearlo. Para hacerlo, el cronista se vale de la referencia de detalles personales o circunstancias de anotaciones impresionistas, y de la pintura del ambiente, con el fin de comunicar al lector una idea redonda sobre lo que es materia de la nota.

      Y en su concepto de la crónica, Samper Pizano subraya en la condición del paso del tiempo, lo mismo que en su frescura y aparente espontaneidad, con énfasis en la carga personal de su abordaje. Por lo que la crónica —como dijo el escritor y periodista austríaco Erich Hackl durante conversatorio en Cartagena, y que fue reseñado por el cronista Anuar Saad (2007)— sería “la mirada subjetiva de un hecho real”. Eso reitera la importancia capital de la percepción del cronista, que no esconde, como sí se pretende en los géneros noticiosos, e incluso en el reportaje clásico, la presencia y contribución del autor.

imageReflexión
¿Qué tan importante puede ser para la crónica la perspectiva particular de su autor?

      La crónica, debido a esta manera de presentación, establece un contrato especial con el lector, una relación mágica por su poder evocador, por estar preñada de significado social, por ser una gran metáfora que permite no solo el disfrute a partir de lo que dice o denota, sino en lo que genera o connota. Es crucial en este aspecto la participación del lector, porque él es quien recrea en su mente las escenas, las imágenes o la atmósfera, mientras avanza conectado con los estímulos del texto. Alguien lo va guiando, y en ese sentido, el texto va mostrando referencias de una experiencia personal que no por serlo, está dejando de ser fiel a la realidad.

      La mejicana Alma Guillermoprieto, una de las maestras del género en Latinoamérica, lo plantea así en sus seminarios: “En la noticia, el periodista está contestándole preguntas al lector; mientras que en la crónica está generando información que jamás se le hubiera ocurrido a ese lector”. Pero para que el cronista logre eso, agrega, primero tiene que sentir la historia, tiene que “caminar” sobre ella, para contarla desde una voz clara, testimonial, la misma subjetividad que pesa y le da su valor fundamental a la crónica. Dice esta reconocida periodista:

      La característica principal de la crónica es la intimidad. La crónica es una forma de vivir la vida y la escritura. Es salir a la calle, hacerse permeable, transparente a la vida que nos rodea, es vulnerabilidad absoluta ante la vida. Y es escribir desde adentro de la piel. Es caminar y vivir y luego cronicar. Es colocarse en una condición de riesgo, de vulnerabilidad emocional, de rabia. (Guardela, 2001, p. 1)

      Su forma de presentación, su estructura, el orden libre que plantea sobre la base de las escenas, es lo que inscribe a la crónica bajo el paraguas de la modalidad conocida como ‘periodismo narrativo’. Sobre este aspectos nos extenderemos un poco más adelante, pero por ahora destaquemos que el argentino Tomás Eloy Martínez, uno de los históricos maestros de la Fundación Gabo, decía que a diferencia del trabajo seco del tradicional noticioso, en el relato periodístico narrativo hay una “voz subjetiva” (Meneses, 2004), aunque la diferencia más importante es la presencia, en el periodismo narrativo (y sobre todo la crónica, podría enfatizarse), de uno a varios relatos particulares que ejemplifican una situación general.

      Sobre la condición narrativa de la crónica, al colombiano premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (artífice de la Fundación Gabo) se le atribuye una sentencia en el sentido de que la crónica “tiene la técnica del cuento, con la diferencia de que los hechos son ciertos”. Sea cierta en sentido literal o no, hay algo de ella en una de sus célebres respuestas a los lectores en la desaparecida revista Cambio y que fue reproducida por Sala de Prensa. El texto, titulado Sofismas de distracción (García Márquez, 2001), es un tanteo a la diferencia entre los géneros periodísticos, y cuando García Márquez habla del reportaje como su género preferido, dice:

      Puede ser igual a un cuento o una novela con la única diferencia —sagrada e inviolable— de que la novela y el cuento admiten la fantasía sin límites, pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma. Aunque nadie lo sepa ni lo crea. (p. 2)

      Pero a renglón seguido hace una salvedad:

      Nunca se aprenderá a distinguir a primera vista entre reportaje, crónica, cuento y novela. Pregúnteselo a los diccionarios y se dará cuenta de que son los que menos lo saben. Es un problema de métodos: todos los géneros mencionados tienen sus puertos de abastecimiento en investigaciones y testimonios, en libros y documentos, en interrogatorios y encuestas, y en la creatividad torrencial de la vida cotidiana. (p. 2)

      Y al tomar como punto de partida sus propias obras para entrar a diferenciarlas o ubicarlas en el género más cercano, García Márquez menciona a Relato de un náufrago como un reportaje que está “más cerca de la crónica, porque es la trascripción organizada de una experiencia personal contada en primera persona por el único que la vivió” (p. 2).

      García Márquez, en esencia, no ayuda a esclarecer mucho la diferencia, aunque apunta a una consideración estructural asociada al paso entre acciones. En ese caso, la crónica, en cuanto relato

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