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autónomo y genuinamente latino, ya que no tiene correspondencia con ningún género del periodismo anglosajón (story y comments)” (p. 35). Y añade que la crónica es una desviación del modelo canónico del periodismo. Esta singularidad y no homologación con los textos anglosajones, agrega, es más una ventaja que un inconveniente, puesto que resalta la ambigüedad y ambivalencia de este género. “En una época de acelerados cambios y en una etapa eminentemente crucial del periodismo, necesitamos un género dúctil, maleable, con capacidad para adaptarse a todas las circunstancias imaginables sin perder su sello característico” (p. 35), remata.

      Con un poquito más de exigencia teórica, y apoyándose en los conceptos de Mónica Bernabé (2006), las venezolanas Adriana Callegaro y María Cristina Lago (2012) recalcan que la crónica latinoamericana es un “cruce entre literatura, periodismo y análisis social” (p. 246). Agregan que como textos, muchas veces las crónicas llegan a constituir un acto de intervención en un sentido performativo; una operación de interpelación ética que actúa e intercede para que se produzca el encuentro entre el lector y aquello que permanece invisible o lo que no se quiere ver. Piezas con registro más cercano a lo literario que a lo periodístico, mediante la elección de puntos de vista múltiples, a partir de diferentes técnicas de ficcionalización, resaltan las autoras (p. 261).

      En esto de los cruces, fronteras y combinaciones de ámbitos y géneros, no deja de ser interesante la apreciación del investigador colombiano Carlos Mario Correa S. (2012) para quien la crónica no plantea problemas limítrofes entre lo literario y lo periodístico, sino que ella misma, como expresión, ocupa una especie de “zona franca”:

      Estamos convencidos de que, entre ambos territorios, el de la no ficción y de la ficción, hay una zona franca —la de la crónica— en la que se intercambian visiones del mundo y procedimientos narrativos que luego adquieren su propio estatuto en los distintos géneros periodísticos y literarios (p. 13).

      Por eso la llama “distinguida matrona de géneros”, de cuyas entrañas nació el reportaje, punto de encuentro e inflexión entre la literatura y el periodismo (Correa S., 2012, p. 19).

      El profesor José Luis Martínez Albertos (1974), autor del Manual de Estilo para Periodistas de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), enfatiza en que la crónica es un producto literario predominantemente latinoamericano. Al definirla, dice que se trata de una narración directa e inmediata de una noticia con ciertos elementos valorativos, que siempre deben ser secundarios respecto a la narración del hecho en sí (p. 123). También enfatiza en la ‘hibridez’ del género, en el sentido de que está a medio camino entre los informativos y los ‘editorializantes’, con la voz subjetiva manifiesta e inevitable, que termina respondiendo a la ‘reacción visceral’ —como la denomina Alma Guillermoprieto— del cronista en su conexión con su trabajo de campo. Esa reacción visceral le abre el camino y le define la idea que habrá de plasmar en su relato.

      Así, tenemos un tercer bloque de conceptos:

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      Aunque ya de alguna forma hemos propuesto una sencilla clasificación de las crónicas a partir de tres elementos narrativos en juego (personaje, lugar y acontecimiento), a lo que se suma la ‘crónica temática’ (cuyo propósito es lograr que un tema abstracto se ‘vea’ desde la interconexión entre varios protagonistas), en esto de los ‘tipos’ de crónica no hay unanimidad. Lo más frecuente es que la clasificación dependa de la mirada de cada cual —llámese cronista, investigador o teórico—, y que, incluso, esto ni se entre a considerar.

      A veces, la categorización enfatiza en el área temática, y es cuando se habla de crónica deportiva, cultural, judicial, de viaje, política o taurina. En otros momentos, el acento se ubica en las intenciones del autor, por lo que se resaltan tres propósitos: informativo, de opinión o analítico /interpretativo (Leñero y Marín, 1992). Pero quizás de las más interesantes y sugestivas clasificaciones que puedan encontrarse en este ámbito sean las de Correa S. (2017) y Aguilar (2019), ambas expuestas a partir de estudios muy cuidadosos a relatos periodísticos de esta parte del continente.

      Correa S., por ejemplo, examinó crónicas de 15 libros de antología, y algunos textos de autoría individual, entre 2001 y 2016. Luego de eso concluyó que es difícil ubicar las obras de los cronistas latinoamericanos en una o dos grandes temáticas. “Lo que encontramos fue un popurrí que representa las decisiones personales que toma quien escribe, ligadas a su manera de ver el mundo o lo que quiere conocer de él (Correa S., 2017, p. 43).

      Pese a eso, y con un criterio que el mismo autor considera “caprichoso”, Correa S. identificó 12 asuntos o temas recurrentes en esas crónicas: la persistente violencia o la violencia crónica; sucesos, oficios y memorias; narcos, tribus urbanas y pandillas; testigos y testimonios; el rebusque de cada día (o rebusque menor); anécdotas e ironías; animales y hombres; géneros musicales y deportes (apasionadamente el fútbol); quién es quién (o perfiles) tinta roja (o crónica policial, o sucesos criminales); lugares, paisajes y naturaleza (una decida apuesta por la ecología y la protección del medioambiente, comenzando por la investigación y la denuncia de los responsables de su deterioro), y los oficios periodístico y literario. También están presentes los llamados temas tabú, como la prostitución, las drogas, el fetichismo, las diversidades sexuales, el suicidio y la locura.

      La sugerencia de este autor es mirar hacia otros ámbitos, como el ecológico y la salud. Y también acercarse a contar sobre los poderosos y los corruptos en el caso específico de Colombia. A su juicio, eso se ha ignorado, y son los mismos poderosos quienes han asumido estos relatos con el sesgo que algo así implica. En conclusión, dice Correa S. (2017, p. 54) hace falta que los cronistas actúen para que surjan no solo nuevos temas, sino enfoques novedosos, y de esa manera sean superados los clichés.

      Y en cuanto a Aguilar (2019), para clasificar los textos analizados se apoyó en la definición de la investigadora alemana Elisabeth Frenzel, quien en la década de los 80 del siglo pasado definió una lista de 135 motivos de la literatura universal. A partir de allí Aguilar identificó 12 bloques temáticos en las crónicas de Latinoamérica: Amazona, heroína; añoranza de países lejanos; arcadia, el salvaje noble; bajada al infierno; bandido justo, rebelde; bufón sabio; codicia, avaricia, sed de dinero; decadente, decadencia, el descontento, el melancólico; emigrante, emigración; ermitaño, estrafalario; tiranía, tiranicidio, traidor; y vida deseada y maldita en una isla.

      Esta autora explica que un ejercicio de nube de palabras aplicado a todo el corpus examinado reveló que los motivos más frecuentes son la “bajada al infierno” y “estrafalario”; en segundo nivel, “el descontento”; y un poco más abajo, el “emigrante” y la “vida deseada” y “maldita” (Aguilar, 2019, p. 89).

      Y ya elaborada para cada autor en particular, sobre todo los que tienen un corpus voluminoso de libros publicados (a mayor tamaño de la palabra, mayor frecuencia), la nube de palabras reveló detalles muy interesantes. En el caso del colombiano Alberto Salcedo Ramos, por ejemplo: “Se advierte su preferencia por personajes estrafalarios, pícaros y bufones sabios; y el peso en su imaginario de la arcadia, esa Colombia prístina, anterior a la violencia y la corrupción” (p. 89).

      También subraya que la argentina Leila Guerriero es quien más motivos aborda, y por eso su obra es la más diversa y universal en ese aspecto. “Ella misma ha explicado en entrevistas que su inspiración escritural viene de la literatura y del arte más que del periodismo: su obra es el reflejo de ese diálogo fluido (p. 90).

      Estos dos aportes se pueden resumir así:

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      Si bien el nivel de detalle de estas dos clasificaciones las hacen muy interesantes a nivel descriptivo, consideramos mucho más sencillo y práctico limitarse a tomar como marco de consideración y abordaje de la crónica, y su clasificación, cuatro dimensiones

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