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y así le pone límites a la respuesta" (Jacob,1975,p.15). Adicionalmente, el propio Einstein señalaba que la teoría determina lo que vamos a observar. Y se ha señalado también, que es la teoría la que determina el método. En estos sentidos, podríamos decir que la teoría constituye una guía, tanto para la observación como para la investigación.

      Se ha sostenido, asimismo, que "todas las ciencias valoradas cuentan con principios organizativos que, además de proponer orden, proporcionan la base para formular hipótesis y estimular nuevo conocimiento" (Millon y Davis 2000, p. 191). A contrario sensu, la ausencia de teoría nos dejaría a merced de la desorganización y del desorden.

      Nada es tan práctico como una buena teoría, decía Kurt Lewin (Lewin, 1951). La ausencia de teoría conduce a la ausencia de una pauta guiadora, que ayude a organizar el proceso y a generar progreso. No resulta aventurado asumir que los datos "sueltos" aportan menos que los datos organizados o sistematizados: "La comprensión científica requiere más que hechos. Requiere análisis teórico e interpretación de los hechos, y de una posterior verificación de estos análisis e interpretaciones, a través de estudios bien construidos" (Orlinsky, Grawe y Parks, 1994, p. 361). En otras palabras, y como lo han señalado Lezenger y Clarkin (1996), los datos sin teoría llevan a la confusión y a la incomprensión. O bien, como lo ha señalado Henri Poincaré (1898): "Una casa está hecha de ladrillos, así como la ciencia está hecha de datos. Sin embargo, un montón de ladrillos no es una casa, así como un montón de datos no es ciencia".

      En el ámbito específico de la psicoterapia, una teoría no puede constituirse en una mera formulación abstracta, lejana a los hechos que pretende explicar. Por el contrario, la psicoterapia requiere de una teoría-práctica, capaz de orientar realmente el trabajo aplicado del psicoterapeuta; y capaz de contribuir al proceso de cambio del paciente. En psicoterapia, una teoría aporta una perspectiva consistente acerca de la conducta humana, acerca de la psicopatología, y acerca de los mecanismos del cambio terapéutico.

       Una teoría, en psicoterapia, contribuye a describir el fenómeno clínico, delimita la cantidad de información relevante, organiza esa información, e integra todo en un cuerpo coherente de conocimiento […] que otorga prioridades a nuestra conceptualización y dirección a nuestro tratamiento. El modelo de ser humano involucrado dentro de una orientación teórica en psicoterapia, no es meramente un asunto filosófico para puristas. Afecta cuáles capacidades humanas serán estudiadas y cultivadas, y cuáles serán ignoradas y no desarrolladas. Los tratamientos, inevitablemente, son una consecuencia de la concepción subyacente acerca de la psicopatología, salud, realidad, y acerca del proceso terapéutico (Prochaska y Norcross, 2007, p. 5; las negrillas son nuestras).

      La aplicación del método científico a la psicología, y a la psicoterapia, requiere de cierta flexibilidad; y de adaptación al objeto de estudio. No es cosa de llegar y trasladar la metodología de las ciencias "duras" al ámbito de las ciencias sociales. El punto lo retomaremos próximamente.

      Si nos preguntamos acerca de la utilidad de las teorías en psicoterapia, lo primero que nos sale al encuentro, ya lo hemos señalado. Involucra que, las "buenas" teorías, aportan mucho: comprensión, predicción, una guía para la investigación, un trasfondo guiador de la psicoterapia, organización de la acumulación del conocimiento, etc. Y hemos visto que las "malas" teorías, restringen, aprisionan, distorsionan, desorientan, empobrecen y perjudican. La inquietud siguiente pasa a ser cómo reconocer la "calidad" de una teoría; y cómo ir rescatando, y/o generando, teorías de "buena calidad". Bandura, logra precisar muy bien lo que sería una "buena" teoría:

       El poder explicativo de una teoría psicológica, está relacionado con diferentes aspectos. Primero, las teorías deben demostrar poder predictivo. Segundo, los métodos que las teorías arrojen deben ser capaces de efectuar cambios significativos en el pensamiento, afecto y acción humanos. La debilidad en las teorías se manifiesta rápidamente cuando son puestas a trabajar y pueden ser juzgadas por los resultados que producen. Uno puede producir y cambiar eventos sin conocer las bases para el éxito. Por lo tanto, tercero, las teorías deben identificar los determinantes de la conducta humana y los mecanismos intervinientes por los cuales producen sus efectos. Pero aquellas explicaciones que no tengan valor predictivo serán pseudo-explicaciones (1986, p. 3).

      En suma, la estatura del conocimiento – y de las teorías en psicoterapia – se establece por su capacidad de aporte a predicción y cambio. Y carece por completo de sentido sostener que toda teoría tiene sus méritos, que basta con el hecho de que sea consistente consigo misma, y que ninguna teoría es superior a otra. Si ninguna fuera superior a otra, no se sabe muy bien qué aportaría cada una; por lo pronto, ninguna aportaría un plus a la génesis de un mejor conocimiento.

      En el contexto de una "teoría-práctica", una "buena" teoría debería ser capaz de contribuir a generar una mejor psicoterapia. Conectando conceptos, podríamos decir que una "macro-teoría" guiadora, de "buena calidad", involucraría un "macro-aporte" al desarrollo de la psicoterapia. Y una "macro-teoría" guiadora, de buena calidad, no podría ser reduccionista, lo cual constituiría otro aporte esencial al desarrollo de la psicoterapia.

      En los dominios de las teorías, sin embargo, nos encontramos frente a un panorama particularmente complejo. Si hemos tenido serios problemas para generar teorías válidas, en niveles más "micro", difícilmente seremos capaces de generar una teoría, no reduccionista y válida, en un nivel más "macro". En el contexto que he venido explicitando, alcanzar el objetivo de generar una "macro-teoría" predictiva, guiadora, no reduccionista, fundamentada, válida y compartida, se dificulta mucho. Paradójicamente, el que una tal teoría llegue a ser "compartida", se dificulta mucho; por muy bien fundamentada que esta teoría pueda estar.

      De este modo, el generar esta tan necesaria "macro-teoría integrativa", involucra dificultades que, hasta ahora, han resultado insalvables. Adicionalmente, todo hace suponer que, si seguimos recorriendo los mismos caminos, simplemente no desarrollaremos jamás una "macro-teoría integrativa" realmente orientadora y realmente predictiva.

       Un enfoque, para ameritar el nombre de enfoque integrativo, requiere estar regido por una teoría integrativa central. Cuando esta teoría no existe, o no amerita, el enfoque no califica para ser denominado integrativo.

      Por obvio que pudiera parecer, es importante destacar la relevancia de qué vamos a integrar y cómo. Una integración, bien planteada, abre esperanzas de desarrollo. Una integración mal planteada, se limitará a trasladar a un nuevo escenario los viejos problemas de siempre.

      Hemos definido el integrar como el "construir una totalidad coherente a través de la conexión de partes válidas diferentes". No se trata tan solo de seleccionar y de "mezclar" partes aportativas; una mezcla de caviar, chirimoyas, huevos de codorniz, azúcar, vinagre, chocolate, carne de avestruz y miel – por ejemplo – daría pésimos resultados, por mucho que cada ingrediente fuera óptimo. Tampoco seleccionar al mejor en cada puesto garantiza el buen funcionamiento de un equipo como un todo. La integración exige, entonces, un buen afiatamiento entre partes compatibles y valiosas. De modo de gestar una totalidad armónica y sinérgica.

      Puesto que una teoría integrativa y completa, tiene que calzar perfectamente con el cómo funcionan los seres humanos, no se trata de integrar elementos afines dejando fuera otros elementos válidos "no afines". Los elementos integrados a la teoría tendrán que ser afines… porque funcionan "afinadamente" en la dinámica psicológica humana. Si algún elemento no es compatible con los otros, es porque no es válido y por lo tanto no amerita ser integrado.

      Se hace preciso agregar, entonces, que para que la integración tenga sentido, las partes deberán ser compatibles e involucrar un aporte al todo; caso contrario, carece de lógica pretender integrarlas. Adicionalmente, para una integración de la dinámica psicológica, deberemos cuidar que se integren

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