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parpadeó en repetidas ocasiones sin entender qué había querido decir Audrey. Bien era cierto que no tenía nada que hacer allí, en la cocina. Que todo se debía a querer alejarse del médico. Nada más. Algo que la desconcertaba porque por lo general, no acostumbraba a marcharse de aquella manera, como si estuviera huyendo cuando temía que no era capaz de controlar la situación. Y con el doctor Arthur mirándola fijamente, tenía esa sensación.

      Arthur vio a Malcom y Ferguson llegar al trote que marcaban sus caballos. Se sintió algo más seguro sabiendo que su amigo y ayudante estaría con él. Y de paso dejaría de lado a la señorita Amy. Bastante tiempo había ocupado sus pensamientos, ya.

      Los dos hombres detuvieron sus monturas delante de él y se apearon.

      —Encontraste un caballo por lo que veo —le dijo Arthur señalando al animal.

      —No veas lo que me ha costado —lo palmeó en la grupa y le pasó las riendas por la cabeza sin soltarlas.

      —Dejad que lo lleve a las cuadras. Estará bien atendido mientras estéis aquí —le aseguró Malcom.

      —Como gustéis. ¿Por qué has decidido quedarte en el hogar del clan Campbell? Cuando Malcom se presentó en la casa diciendo quién era y por el motivo que estaba allí, se me hizo raro creerlo. Me aseguró que me estabas esperando aquí, en Cawdor. ¿Por qué?

      —Para velar por la salud de Brenna Campbell y la de su hija recién nacida.

      —Pero, no dejamos de estar en las tierras de un clan que luchó en favor del rey Jorge —le recordó apretando los dientes y bajando la voz para que nadie lo escuchara.

      —Lo sé.

      —¿Y? No parece que te importe. Si llegaran a saber quién eres podrían denunciarte al preboste y encerrarte. O peor todavía, ejecutarte. Y el siguiente sería yo —le señaló con un dedo acusándolo de su irresponsabilidad.

      —No temas, amigo. Nadie va a delatarnos —le aseguró posando su mano en el hombro de este—. He estado hablando con Colin McGregor y ya sabe quiénes somos. Y de dónde venimos.

      —¡¿Qué?!

      —Hemos estado charlando como dos viejas amistades después de atender el parto de su esposa. No va a pasarnos nada. De manera que tranquilízate. Estamos entre amigos.

      —Sabe quiénes somos…

      —Hemos estado poniéndonos al día en cuanto a la situación que se vive en Escocia después de la derrota en Culloden. Y de las nuevas normas que entrarán en vigor en unos días. No va a ver ningún problema al respecto. Además, nos iremos mañana a más tardar. En cuanto vea que Brenna Campbell no tiene ninguna complicación.

      —¿Y si la tiene? O la niña. No tienes experiencia en recién nacidos.

      —Alguna vez tendría que ser la primera, ¿no crees?

      —Pero ¿en este lugar? —insistió levantando la mirada hacia lo alto del castillo y a continuación recorrió las tierras circundantes a este.

      —No temas. Relájate.

      Ferguson bufó como si fuera un gato. Su amigo se mostraba muy confiado en todo momento, o eso quería hacerle ver. Pero él seguía pensando que estaban en las tierras del clan más poderoso de Escocia leal al rey Jorge durante la última rebelión. ¿Por qué estaba tan seguro de que no los traicionarían?

      —Celebro veros —dijo Colin saludando a Ferguson cuando salió por la puerta del castillo y lo vio en compañía de Arthur—. Reconozco que no fue una presentación y una bienvenida acertada puesto que, según el doctor, acababais de llegar a Inverness.

      —Sí, no pensamos en un recibimiento de esa clase. Pero uno debe estar preparado para todo. ¿Cómo se encuentran vuestra esposa y vuestra hija? —le preguntó tratando de centrarse en el tema por el que estaban allí.

      —Ambas se encuentran descansando. Gracias a vuestro amigo, aquí presente, todo ha salido a la perfección. Espero que encontréis Cawdor tan cómodo y hospitalario como vuestra residencia en París junto al príncipe, pese a que pertenecer a mi esposa y al clan Campbell, señor —Colin entornó la mirada con toda intención y bajó la voz entendiendo que Ferguson también pertenecía al clan de los Stewart de Appin.

      —Sí, sí. No creo que haya inconveniente alguno. Descuidad señor.

      —En ese caso todo está aclarado. No tengáis reparos en moveros libremente por Cawdor y sus tierras. De todas maneras, va siendo la hora de que comamos algo y sigamos charlando de vuestra estancia en la capital francesa. Si os parece acertado…

      —Sin duda —asintió Arthur.

      —Tengo una curiosidad, que no tiene nada que ver con vuestra vida en París…

      —Decidme.

      —¿Habéis tenido algún contratiempo con Amy? Os vi charlando en el salón cuando bajé después de ver a Brenna y a la niña. Y luego me la he encontrado con un gesto taciturno e incluso algo malhumorada. Creí entender que murmuraba algo en relación a vos.

      Arthur sonrió ante aquella cuestión. No sabía si era la pregunta en sí o el tono que Colin había empleado. Un toque irónico.

      —Oh, bien. Es una joven que parece tener las cosas muy claras desde el principio. He tenido un par de conversaciones con ella, pero nada fuera de lo común. Hablamos de cómo se encontraban su hermana y su sobrina. Y de qué me quedaría a pasar la noche en el castillo.

      —Tened cuidado con su carácter, ya os aviso. La padecí en un principio. Cuando Brenna descubrió a qué clan pertenecía por el color de mi tartán. Pero no le hagáis mucho caso. Aunque parezca muy dura y muy fría en ocasiones… —Colin tuvo que detener sus explicaciones sobre su cuñada cuando la vio dirigirse hacia ellos tres.

      Amy frunció el ceño contrariada por ver a Colin callarse y por la llegada de un nuevo visitante a Cawdor.

      —Estás aquí.

      —¿Por qué te has callado cuando me has visto? Puedes seguir hablando de lo que fuera sin que mi presencia te lo impida. E incluso si te referías a mí.

      Arthur sonrió al volver a percibir la ironía de la que hacía gala la joven Campbell. Siguió contemplándola en silencio sin que ella pareciera darse por aludida. Todo le indicaba que poseía el carácter fuerte que había llevado a su clan a ser el más importante de la nación; o al menos uno de los dos más relevantes, sin contaba con el clan al que pertenecía su cuñado, los McGregor.

      —Podrías unirte a la charla, si lo ves necesario. Por cierto, antes de que se me pase. Este es Ferguson, el ayudante del doctor a quién ya conoces. Ella es mi cuñada, Amy —dijo haciendo la presentación.

      —Tanto gusto señor.

      —Señorita Campbell —Ferguson hizo una leve reverencia acompañada de una tímida sonrisa.

      —A Arthur ya lo conoces —hizo una señal con su mano hacia este llamándolo por su nombre y no haciendo referencia a su profesión. Como una señal de camaradería. No en vano, ambos habían combatido bajo la bandera de los Estuardo.

      Amy desvió su atención hacia este con una mezcla de seguridad y curiosidad. Se quedó contemplándolo unos segundos en los que la manera en la que él le devolvía la mirada la obligó a inspirar de manera profunda. Se agitó de una forma desconocida por ella, ya que no eran nervios ni rabia lo que había experimentado. Si no algo diferente que le había acelerado el pulso.

      —La joven Campbell y yo hemos tenido la oportunidad de conocernos y de charlar en un par de encuentros. Breves pero muy enriquecedores, como os comentaba antes de que ella apareciera —dijo él sonriendo hacia esta de manera divertida. Había sido una verdadera lástima que ella hubiera aparecido en el momento justo en el que su cuñado la estaba describiendo.

      —Sí. Es cierto. Bien, supongo que el señor Ferguson permanecerá en Cawdor esta noche —dedujo mirando a Colin en busca

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